viernes, 6 de diciembre de 2019

¿ENFADARSE O HACER ALGO?

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Estamos en Adviento, un tiempo que para nosotros, que creemos en Jesús, significa Esperanza.

La venida de Cristo nos trae la esperanza. El Dios infinito, el creador de todo el universo, el que preparó admirablemente la tierra para que la habitara el ser humano, desciende en pequeñez y en humildad. Se encarna en el seno de una Virgen y aparece en el mundo en la bajeza y la modestia de un bebé.

Jesús cuyo nacimiento esperamos, nos enseña que el mal no tiene la última palabra, que la muerte no vencerá la última batalla, que hemos sido creados para la vida y para la Vida con mayúsculas.

Por eso, en un tiempo en que crecen los profetas de calamidades; en un tiempo en que parece que los hechos les dan la razón; en un tiempo en que el cambio climático nos demuestra que la naturaleza tiene sus leyes por encima de nuestra voluntad y en el que las noticias de revoluciones, de guerras, hambre, esclavitud, desigualdad etc. nos arrollan cada día y hacen que muchos piensen que se acerca el apocalípsis, el fin del mundo; nosotros debemos aferrarnos más a nuestra fe en el amor de Dios; en la palabra de Jesús, que dijo que, cuando viéramos todas estas cosas no nos encogiéramos de miedo, sino que nos levantáramos y alzáramos la cabeza, porque se acerca nuestra liberación.

Exactamente, las palabras evangélicas son:

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Las leemos en el evangelio de Lucas capítulo 21 versículos 25 y siguientes.

En este texto Jesús es claro: por muy mal que vaya el mundo, los cristianos no podemos pensar que ya no hay nada que hacer. Hemos de levantarnos y alzar la cabeza. Hemos de mirar lo que nos rodea y hacer lo posible para hacer presente a Jesús

En estos días oímos que hay manifestaciones por el cambio climático; y personas que protestan y muestran su enfado con los políticos, exigiendo a los demás que "hagan"; mientras que otros, contemplando la situación reaccionan de manera "proactiva" (palabra moderna para decir que se buscan soluciones a los problemas).

Cuando tomamos conciencia de que estábamos tirando mucha basura, empezamos a reciclar y a cambiar el tipo de bolsas y envases para no contaminar.

Cuando un joven llamado Boyan Slat vio la cantidad de plásticos que estaban invadiendo los océanos, comenzó a investigar la manera de resolverlo, y ha inventado un artilugio que aprovecha las mareas para recoger y retirar los plásticos del océano.

En el siglo XIX, el Padre Tejero fue testigo de la situación de esclavitud de muchas jóvenes que caían en las redes de la prostitución. En principio buscó quien lo hiciera; pero no se quedó de brazos cruzados. Utilizó su imaginación para encontrar el método no sólo para acogerlas, sino también prepararlas para cuando salieran de la casa.

Padre Francisco García Tejero
Nuestra fundación tuvo su origen en la respuesta "proactiva" de nuestros fundadores a un problema de la sociedad de su tiempo. Madre Dolores y el Padre Tejero tuvieron los ojos bien abiertos y las manos dispuestas para responder; porque en el análisis de la situación que encontraron, vieron la voluntad de Dios. No agacharon la cabeza, la levantaron y comprendieron que se acercaba la liberación.

La liberación hoy depende de que nosotros seamos capaces de ver la realidad con los ojos abiertos y las manos dispuestas a descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros para responder a ella.

Porque no podemos bajar la cabeza y encogernos. Jesús nos lo dice: "Levantaos, alzad la cabeza, se acerca la liberación".

¿Qué parte me corresponde en el mundo actual?, ¿qué puedo hacer para, como dice el Papa Francisco, ayudar a que los migrantes se sientan acogidos?, ¿qué puedo hacer para que no tengan que emigrar?, ¿y para que disminuyan las emisiones de gases?, ¿qué puedo hacer por quien vive cerca de mí y está solo?, ¿qué puedo hacer por...?

A nosotros Dios no nos pide ser una Greta Thumberg, que va por el mundo regañando a los políticos; más bien nos pide parecernos en algo a Boyan Slat, que pongamos nuestra imaginación en funcionamiento para hacer de la tierra un lugar mejor. No es necesario que inventemos algo extraordinario; pero sí debemos descubrir qué podemos hacer para que el mundo sea más humano, sin agachar la cabeza, sin encogernos, haciendo el poquito que podemos sin pensar que es poco.

El mundo espera nuestra respuesta.
No es poco tratar bien al inmigrante que veo por la calle; no es poco reciclar y procurar no comprar lo que no necesito. No es poco hacer mi trabajo con honradez, aunque haya mucha corrupción a mi alrededor. No es poco, no.

Y, sobre todo, no es poco si rezamos por este mundo nuestro, si rezamos por aquellos a quienes Dios les ha dado la inteligencia y la imaginación para que desarrollen máquinas y artilugios que puedan mejorar la calidad del aire; por los que entregan sus vidas en la misión, en las misiones de paz, en los campos de refugiados.

Decía el Papa Francisco en el mes misionero de octubre que la misión se hace con los pies de los que van, con las rodillas de los que oran y con las manos de los que ayudan. Preguntémonos qué nos toca ser: ¿pies que van?, ¿rodillas que oran?, ¿manos que ayudan?

Y, por supuesto, no dejemos que los profetas de calamidades nos hagan agachar la cabeza, no dejemos que los momentos difíciles de la vida nos hagan dar razón a los que niegan la existencia de Dios. Porque si pasamos por dificultades, Jesús también pasó, si nos enfrentamos con la muerte (o con las pequeñas muertes de cada día), Jesús también se enfrentó; y nos dejó claro que tras la muerte, tras todas las muertes que podamos incorporar a su cruz, viene la resurrección; viene la vida.

Adviento nos habla de Vida, nos habla de Esperanza. Jesús vino y Jesús viene.

Hoy quiero compartir con vosotros la canción de Ain Karem titulada "Poneos en pie". Que invita a nuestras almas a ponerse en pie, a interpretar los signos de los tiempos y a prepararnos para la venida del Hijo del Hombre a la tierra.

Poneos en pie y alzad la cabeza
mirad que llega el hijo del hombre a la tierra 
y viene a habitar vuestro hogar
poneos en pie (poneos en pie) 
y encended la lámpara no os halle dormidas 
que arda vuestra llama

Velad y estad atentas 
leer los signos de los tiempos el reino de Dios...
está cerca
Poneos en pie y alzad la cabeza
mirad que llega el hijo del hombre a la tierra 
y viene a habitar vuestro hogar
poneos en pie (poneos en pie) 
y encended la lámpara no os halle dormidas
que arda vuestra llama

velad y estad alertas cuidad las luz de vuestra velas 
el hijo del hombre llama a la puerta.

Poneos en pie y alzad la cabeza
mirada que llega el hijo del hombre a la tierra 
y viene a habitar vuestro hogar
poneos en pie (poneos en pie) 
y encended la lámpara 
no os halle dormidas que arda vuestra llama.

Vivamos y sembremos un Adviento de esperanza a nuestro alrededor.

jueves, 3 de octubre de 2019

NO LLEVÉIS NADA

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Hola a todos.

Cuando Jesús envió a los doce a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, les dijo:

No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis una túnica de repuesto.

Yo siempre había interpretado literalmente estas palabras; y siempre que viajo, me acuerdo de ellas, porque siempre voy "cargadita" de cosas. Pero el otro día, meditándolas me di cuenta de que encierran una verdad más profunda, que llevo años perdiéndome:

Siempre he pensado que lo decía por lo material, porque debemos confiar en que Él proveerá lo necesario para el camino; pero es algo más.

Dice:

No llevéis bastón.

¿A qué se refiere? Bueno, el bastón es el punto de apoyo al caminar, y se usas cuando las piernas o las caderas te fallan, o cuando quieres caminar con seguridad. Yo creo que aquí se refiere a esto. No debemos apoyarme en nada que no sea Él.

¿Cuántas veces, en nuestras relaciones, usamos bastones?, ¿cuántas nos agarramos a lo que otros dicen o piensan?, ¿a lo que "los medios" aprueban o rechazan?, ¿cuántas fiamos nuestras relaciones en lo que otros nos dicen sobre tal o cual persona, sin darles la oportunidad de demostrarnos cómo realmente son? Y es que, cuando nos apoyamos en otros, que (como nosotros) tienen sólo una visión parcial de las cosas, nos estamos apoyando en la arena, y la roca sólo es el Señor.

Creo que eso nos pasa, al menos a mí, porque somos inseguros, y los bastones, cuando menos, nos dan una cierta seguridad.

Pero Jesús no quiere que llevemos bastones.

¿Sabéis?, el padre Tejero usaba bastón; pero sólo para andar; es muy sugerente cuando se leen sus escritos, sus sermones, etc. darse cuenta de cómo su punto de apoyo cuando tiene que aconsejar, o predicar siempre está en la Biblia. Y eso en un tiempo en que la Biblia estaba en latín, en que casi no se podía ni leer el Antiguo Testamento. Eso, los más mayores lo sabemos; en nuestra infancia solo teníamos acceso a unos libros que contaban historias de la Biblia. Pero él acudía constantemente a la Palabra de Dios, y siempre que hablaba lo hacía partiendo de las Escrituras.

También en el móvil podemos leer la Palabra de Dios (Fondo: Flor de Cristal -artículo de paginasamarillas.es)

¿Cuándo acudimos a la Palabra de Dios para apoyarnos en ella?, ¿cuándo nos atrevemos a utilizarla como criterio?

Jesús no se queda sólo en los "bastones", también habla de que no llevemos alforja. Si lo hubiera dicho hoy, habría dicho, "No llevéis mochila"; y más de uno le contestaríamos, ¿y dónde meto la batería de repuesto para el móvil?

Pero estoy segura de que no se refería a esa mochila; sino a la que cargamos en nuestra mente, en nuestro corazón con todas las experiencias del pasado; con las buenas y con las malas.

Las buenas nos hacen comparar la situación presente con aquella que fue tan rica para nosotros. Con esa comparación, el presente va a perder todo lo nuevo que nos aporta, y nos va a dejar siempre con esa sensación de "no es lo que yo esperaba", ¡claro!, porque estaba esperando la repetición de algo que he idealizado en mi mente; y así la vida va a ir perdiendo esa chispa de novedad que trae cada día.

Y las malas nos van a hacernos temer el presente (o el futuro inmediato) porque vamos a partir también de una situación irreal, en la que también hemos idealizado el mal casi como un ogro que "viene para comernos", como en los cuentos de los niños. Eso nos hará reaccionar al presente con mecanismos de defensa que, ni nos sirven ahora, ni corresponden a lo que nos está pasando.

Esa mochila vacía fue la que permitió a Madre Dolores sentirse "muy Malagueña" cuando allí fue destinada tras dejar de ser superiora general, y la que le permitió constatar que "todo el mundo es el propio país, y en todas partes está Dios".

Porque, sólo si llevamos la mochila vacía, o no la llevamos, podremos disfrutar del presente, de la novedad de cada día y podremos comprobar que Dios se nos va apareciendo en cada nueva circunstancia, en cada nuevo encuentro, en cada nueva situación.

Hay actualmente en alguna cadena de televisión una campaña para que la gente no mire tanto el móvil, que dice "¡Levanta la cabeza!"; creo que es muy buena. Si llevamos la cabeza agachada, por el miedo, o por estar mirando al pasado "perfecto", nos perdemos la vida. Y Dios nos quiere con la cabeza levantada; como la tuvo Madre Dolores, incluso cuando estuvo entre cuatro paredes húmedas y sin casi visitas; porque sabía descubrir a Dios en cada nuevo (bueno y malo) acontecimiento.

Pero Jesús no se queda en el bastón y la alforja. Tampoco tenemos que llevar pan o dinero.

Si nos quedamos en el pan material, como mucho podemos llegar a pensar que aquí Jesús está hablando de que Él puede "multiplicar los panes" y darnos de comer. Pero si lo miramos como hemos mirado el bastón y la alforja, tendremos que pensar que se refiere al alimento del espíritu.

Entonces la pregunta que nos tenemos que hacer sería: ¿con qué me alimento?, ¿con chismes, cotilleos y chismorreos?, ¿con las palabras de los políticos?, ¿con el facebook, youtube y la tele?


Esas son las "chucherías" que tanto nos entretienen, pero que no alimentan. No es que tengamos que dejar de tomar "chucherías", pero una vida sana requiere una dieta sana y ejercicio. ¿Cuál es la dieta y el ejercicio para nuestra alma?, ¿cuál el pan que Dios nos da sin que tengamos que "cargar" con él?

San Felipe visitaba las siete iglesias con sus compañeros. A lo mejor estaría bien que, a mitad del camino entráramos en una iglesia, en la parroquia, en una capilla...; y si no, siempre podemos ir a nuestra habitación interior y allí alimentarnos del encuentro personal y silencioso con Dios, que alimenta, cura las heridas del camino y da fuerza para continuar con la lucha diaria.

Y ya sólo nos queda el dinero. Tampoco quiere Jesús que llevemos dinero. El dinero nos da poder, nos da libertad, nos da seguridad. ¿Por qué no quiere Jesús que llevemos dinero?, ¿a qué se refiere con el dinero?

Pensemos en quien no tiene dinero. No sabe si mañana comerá, o dónde dormirá, lo que sí sabe es que va a depender de otros, de la bondad y generosidad de otros para comer y dormir, para lavarse y vestirse.

El que no tiene dinero corre más riesgo de perder la vida, y eso le hace agradecerla y valorarla más.

El que no tiene dinero levanta más los ojos para pedir ayuda, incluso para ir de un sitio a otro.

En las sociedades desarrolladas hemos perdido esa sensación de estar a la intemperie, y es que, aunque la veamos en las caras de los inmigrantes que vemos por la tele, no es lo mismo, nosotros seguimos seguros.

Esta dependencia, esta inseguridad hace al pobre levantar más a menudo los ojos al cielo. Para pedir y para agradecer.

La pregunta es ¿en qué baso mi seguridad?, ¿en qué mi "poderío"?, ¿cómo puedo llegar a sentirme "a la intemperie" y dependiente sólo de Dios?

Los años de bienestar nos han hecho creernos invencibles; los adelantos de la ciencia, de la industria, de las comunicaciones y de la medicina nos han dado un "poder" que antes no teníamos, y que nos ha llevado a olvidarnos de Dios, o incluso a creernos superiores a Él. Hemos llegado a creernos impunes, que podemos hacer lo que queramos, porque somos dueños de nuestro cuerpo, de quienes están por debajo de nosotros y del mundo, y hacemos con ellos lo que queremos.

Pero creo que el cambio climático está consiguiendo que sintamos que estamos perdiendo el control, que esto se nos ha ido de las manos, si es que en algún momento lo hemos llegado a tener.

Pero si vamos sin bastón, sin alforja, sin pan ni dinero, y sin pensar que necesitamos una túnica, y ponemos nuestra confianza sólo en Dios, presente siempre a nuestro lado, entonces Él será nuestro rey, y estaremos anunciando con nuestras vidas que su reino ya está aquí.

Hoy os invito a escuchar a Luis Guitarra, en su canción "Todo va a ir bien", que nos anima a confiar, porque Dios es nuestro bastón, nuestra túnica, nuestro pan y nuestra alforja; y, sobre todo, que no tenemos necesidad de sentirnos poderosos, ni superiores; porque Él nos ama y sabemos que con Dios... todo va a ir bien.



Mientras haya un horizonte en esta tierra,
mientras no pierdas las ganas de reír,
mientras brille en nuestro cielo alguna estrella,
no te rindas, no te canses de vivir.

TODO VA A IR BIEN, TODO VA A IR BIEN
TODO, TODO, TODO TODO VA A IR BIEN

Mientras haya quien denuncie en las aceras
la injusticia, las promesas sin cumplir…
Mientras quede algún peldaño en tu escalera
no te pares, no lo dejes sin subir.

Mientras siga amaneciendo en cada aldea,
mientras falte una canción por escribir,
mientras sepas que aún te merece la pena
no te calles, no te quedes sin decir…

TODO VA A IR BIEN, TODO VA A IR BIEN
TODO, TODO, TODO TODO VA A IR BIEN

TODO VA A IR BIEN, TODO VA A IR BIEN
DE ALGÚN MODO SÉ QUE TODO, TODO VA A IR BIEN.

Hay ventanas en mitad de mi ciudad,
hay palabras en el aire, que nos hacen confiar.
Y certezas que nos dan la libertad,
que nos hablan de utopías, que contagian valentía,
que nos muestran un camino por andar.

TODO VA A IR BIEN…

DE ALGÚN MODO SÉ QUE TODO… TODO VA A IR BIEN.

Que tengáis un camino feliz sin bastón, sin alforja, sin pan o sin dinero... pero con Dios.


miércoles, 31 de julio de 2019

¿RESPETO O VENGANZA?

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Hola a todos.

Hace unos días me sorprendió el evangelio (una vez más).

Se trataba del texto de Lucas (9, 51 ss.) en que no reciben a Jesús al entrar en un pueblo de samaritanos, por el simple hecho de que se dirige a Jerusalén. Los apóstoles, que ya conocen el poder de Jesús, pero aún no conocen el corazón de Dios, le preguntan si quiere que manden caer fuego del cielo sobre aquel pueblo, en venganza.

Dice el evangelio de Lucas que Jesús se volvió hacia ellos, y les regañó; y que se fueron del pueblo.

Estuve meditando este texto un largo rato. Jesús se limita a volverse hacia ellos y decirles que no. Jesús no piensa como los apóstoles. No se trata de vengarse, de aplastar a todo el que no piensa como Él.

¡Qué respetuoso es Dios con nosotros! Él lo ve todo. Lleva millones de años viendo cómo los hombres reaccionamos casi siempre de manera agresiva. Y nos respeta.

Él puso las reglas del juego; es decir, cuando dio al ser humano la libertad, se la dio con todas las consecuencias. Cada uno era libre de pensar y actuar según mejor le pareciera. Y Dios nos ha respetado.

Me resultó impresionante la lección que, con pocas palabras, Jesús les da a los apóstoles: si no me quieren, tienen derecho a no quererme, yo no se lo voy a impedir.

Por eso, aunque yo he metido la pata tantas veces, aunque he llegado a negarle, a actuar en contra suya, Él me ha respetado siempre. Nunca ha mandado fuego del cielo, me ha dado una y otra vez nuevas oportunidades.

Esa fue la postura de San Felipe cuando estaba en san Jerónimo de la Caridad, y varios sacerdotes trataban de molestarle. Felipe podía haber protestado, pero no lo hizo. Sabía que las personas son libres y respetaba la libertad de los demás, aunque las acciones de la libertad de los otros supusieran para él un sacrificio.



Esa fue también la postura de Madre Dolores cuando sus propias hijas la pusieron en la peor habitación y la aislaron. Ellas lo habían elegido, ella lo respetaba. Nunca se opuso a las decisiones que, tras dejar de ser superiora general, tomó el nuevo gobierno, presidido por Madre Salud. Podía, como fundadora que era, haber impuesto su criterio en muchas cosas, incluido el cierre de algunas casas. Pero ella ya no era la responsable; nunca llevó la contraria a quienes habían de tomar las decisiones.

¡Qué difícil es respetar las acciones de los demás!, y qué fácil querer "mandar que caiga fuego del cielo para que los consuma".

No tiene por qué ser "fuego" literalmente hablando; a veces, con una palabra, yo podría influir, si no en la toma de decisiones de los demás, sí en la opinión de quienes me rodean sobre esa decisión que no me gusta.

¡Qué difícil tener dominada la lengua! y qué fácil la venganza, aunque sólo tenga para ella la palabra. ¡Qué daño puedo hacer con mis palabras!, con mi crítica, con la ofensa, o diciendo a los demás lo malísima que es tal persona.

El mismo día en que se leyó esta lectura en misa, las noticias hablaron de una de las múltiples (por desgracia) "manadas" que se aprovechan de su fuerza para violar a niñas y jóvenes. Decían que el juez tras escucharles declarar, los había dejado en libertad con cargos, hasta que el juicio finalizara. Y decían cómo el tío de la joven agredida les había a su vez agredido a ellos a su salida del juzgado.

Se comentaba que el tío había sido puesto a disposición judicial y se encontraba preso.

Y se daba en las redes sociales la razón a este hombre, porque la justicia no había hecho nada.

La cuestión y el problema es que yo estaba de acuerdo. Hubiera querido que bajara fuego del cielo para que no quedara ni uno de los integrantes de esa (ni de ninguna otra) "manada".

Imagino que Jesús se volvió y me miró y me regañó. Las personas podemos, en nuestra libertad, hacer las peores barbaridades del mundo, y yo también. Pero Jesús, que aceptó ser crucificado sin oponer resistencia, nos diría que no tomemos la justicia por nuestra mano. Eso es colocarnos a la altura de quien abusa de su fuerza o de su posición. Y esa "altura" no es la "altura" del Evangelio, no es lo que Dios quiere de nosotros.

Cierto que las leyes han de proteger a todos, especialmente a los más vulnerables, y que han de exigir que quienes las infringen tengan su castigo; tanto si se trata de aparcar en zona prohibida como si el asunto es más grave y se trata de atentar contra la integridad física de alguien.

Pero la venganza no nos hace mejores personas, es el perdón el que nos coloca por encima. Es el dominio de uno mismo el que nos hace más maduros, más humanos y, sobre todo, más cristianos.

Lo dicen las víctimas del terrorismo que han llegado a perdonar a sus atacantes: ahora son más libres, ya no dependen de quienes les causaron el daño.

Lo mismo nosotros aún sin llegar a esos extremos, cuando perdonamos, cuando aceptamos que los demás pueden pensar y actuar de forma diferente, e incluso en contra nuestra; nos liberamos de lo que nos ata. Si ellos pueden pensar diferente, y eso no va a condicionar mi actuación, entonces me libero, porque no dependo de lo que hagan los demás para obrar.

No me afecta si me tratan bien o mal, no me afecta si son educados conmigo o no. Yo he elegido tratar bien a los demás, ser educada, y no voy a cambiar porque ellos no hagan lo correcto, yo lo voy a hacer, porque elijo perdonar, elijo actuar educadamente, elijo ser agradable con los demás.

Elijo, en fin, lo que me hace mejor persona, lo que me asemeja más a Dios, y me diferencia más de los que actúan abusando de su fuerza o de su poder.

Así quiero elegir, como Jesús, como san Felipe, como Madre Dolores, como tantas víctimas que deciden no parecerse a sus agresores, como todos aquellos que luchan contra el mal con el bien.

¡Ojalá me parezca cada día más a ellos y menos a los agresores!

Hoy os dejo una canción que se titula "En mi debilidad te haces fuerte", para que nos ayude a meditar sobre esta realidad de que la debilidad no es débil cuando actúa según Dios y con Dios.



Os deseo que encontréis en Dios la fortaleza para colocaros por encima de aquellos hacen de la fuerza su única palabra, para que en el mundo haya más respeto y menos venganza; para que nos parezcamos más a Dios, a Jesús, a San Felipe y a Madre Dolores.

lunes, 27 de mayo de 2019

EL SÍNDROME DE EMAÚS

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Hola a todos.

Hace unos días escuché hablar del "Síndrome de Emaús", y quiero compartirlo con vosotros, pues Madre Dolores fue acusada, en una ocasión, de padecer este síndrome que podemos hoy estar padeciendo nosotros.


Me explico:


Decía el sacerdote que llamaba "síndrome de Emaús" a lo que nos pasa cuando actuamos como los dos discípulos que, según el evangelio de Lucas, huyeron de Jerusalén cuando Jesús fue crucificado, a pesar de que "algunas mujeres" habían dicho que encontraron la tumba vacía y un ángel les había dado la buena noticia de la resurrección.


Les mueve el temor a lo que va a suceder en Jerusalén, donde seguramente tratarán a los seguidores de Jesús del mismo modo que a Él: Crucificándolos.


Y no se creen el testimonio de las mujeres (aunque sean tres, número de testigos necesarios en aquel tiempo para que fueran fiables), porque son mujeres.


Así pues, cuando huimos de la realidad que nos rodea, porque no nos gusta, porque no nos fiamos de quien nos rodea, porque tememos el futuro inmediato, o simplemente porque nos resulta incómoda, estamos padeciendo el "Síndrome de Emaús".


Cuando Madre Dolores deja de ser superiora general de la Congregación, Madre Salud y el Padre Tejero la envían a Madrid para conseguir alguna subvención y fondos para cubrir los gastos de Santa Isabel, donde se estaban edificando unas clases para el colegio, y no se podían terminar por falta constante de dinero con que pagar.


Esta circunstancia nos sitúa, con Madre Dolores, en el Madrid de 1887, más concretamente en la  casa de las Religiosas de María Inmaculada, cuya Fundadora, Santa Vicenta María López Vicuña siempre la quiso y la recibió como a una hermana. La amistad entre estas dos fundadoras fue uno de esos rayos de luz que resisten toda oscuridad.


Aquí, mientras Madre Dolores iba de puerta en puerta, de despacho en despacho, buscando una subvención o una ayuda para la "Casa de Arrepentidas" y el "Colegio Santa Isabel", parece ser que llegaron rumores de que Madre Dolores padecía eso que llamamos "Síndrome de Emaús"; es decir, a las religiosas les dijeron las "malas lenguas" que su visitante se había ido a Madrid como huyendo de su congregación, de la que ya no era Superiora.


Pero, en el caso de nuestra Fundadora no era así, sino que tanto el Padre Tejero como Madre Salud (la nueva superiora general) la enviaron por ser ella la que mejor conocía el mundo de los despachos de los políticos a quienes había que mover para conseguir algo. Además ella, por su experiencia era la que conocía a las mujeres que siempre había detrás de los políticos, y que hacían mucho con sus palabras y sus cartas en favor o en detrimento de una obra. (En nuestro caso en favor.)



Colegio de las Religiosas de María Inmaculada en Madrid.

Por eso Madre Dolores no tuvo reparo en hablar con Santa Vicenta sobre este particular, imaginamos que pidiéndole que limpiara su nombre de toda sospecha antes de que sus religiosas creyeran lo que decían las "malas lenguas".

Qué fácil es el chismorreo y el juzgar a los demás cuando estamos cómodos y seguros. Por eso el Papa Francisco dice que el chismorreo nos convierte en terroristas que lanzan la bomba, esparcen el terror y luego se van tranquilamente.

Pero no hablábamos del chismorreo, eso lo dejaremos para otro día; hablábamos del "Síndrome de Emaús".

Es verdad que Madre Dolores no lo padeció, sino que fue solamente acusada de ello. Pero a nosotros a veces nos puede pasar.

¿Cuántas veces no hemos huido de las situaciones que nos resultan incómodas?


¿Cuántas veces hemos dejado de hablar un tiempo a una persona porque ha dicho o hecho algo que me molestaba, o porque he hecho caso de algún chisme sobre ella y no me atrevo a preguntarle directamente para que me lo aclare?


¿Cuántas no hemos ido relegando tareas difíciles?, ¿cuántas no hemos dejado de corregir a nuestros hijos porque gritan muy fuerte, o porque pensamos que los de fuera van a pensar que los "maltratamos"?


¿Cuántas veces hemos huido realmente, como los de Emaús, cuando nos tocaba dar testimonio de nuestra fe y eso en la sociedad globalizada y posmoderna en que vivimos no es "políticamente correcto"?


Aquí cada uno de nosotros tendrá que buscar sus propios "¿Cuántas veces?".


A veces, y sólo a veces, lo correcto es huir, como huyó el Padre Tejero de Cádiz, antes de que le volvieran a embarcar para el exilio en noviembre de 1868.


Pero muchas otras tan solo es el "síndrome de Emaús", ese miedo a lo desconocido que nos paraliza.


Si lo pensamos bien, este es el síndrome que está afectando a la mayoría de los países desarrollados, que les hace no comprometerse a fondo con la regeneración de la capa de ozono, o con el tema de las migraciones. Temen (tememos) que si pierden su modo de vida el futuro (para ellos) será peor.


Y, es que la huida siempre deja atrás a alguien. Los de Emaús dejaron a los hermanos de Jerusalén. Los gobiernos del primer mundo dejan atrás a los habitantes de "tercera categoría". Los padres que no se atreven a corregir a sus hijos, realmente están dejándolos abandonados a su suerte sin una escala de valores con la que puedan analizar sus vidas y aprendan a tomar decisiones conociendo que TODO, absolutamente TODO lo que hacemos tiene sus consecuencias.


Así podríamos poner un ejemplo para cada una de las "¿Cuántas veces?" que hemos dicho antes, y para cada una de las que se nos ocurran.


Cuando los cristianos padecemos el síndrome de Emaús, tenemos ventaja frente a los no cristianos. En nuestro camino de huida siempre podemos, si estamos atentos, descubrir a Jesús explicándonos qué nos ha pasado, por qué nos ha pasado, y qué tenemos que hacer.


Los de Emaús descubrieron que las palabras de aquel hombre que encontraron en el camino tenían algo que les hacía sentir por dentro algo nuevo y bueno.


Nosotros tenemos la Palabra de Dios que, a diario, nos permite descubrir la presencia de Dios a nuestro lado.


Los de Emaús descubrieron que la muerte no puede ganar la batalla final, cuando vieron a Jesús partir el pan en la cena.


Nosotros tenemos la Eucaristía que nos permite participar del milagro de tener a Dios en nosotros.


Los de Emaús volvieron a la comunidad de Jerusalén, donde, con la fuerza de la Palabra y de la Eucaristía ya podían hacer frente al futuro sin miedo.


Pero los de Emaús dejaron que ese desconocido se acercara a ellos, dejaron que interviniera en su conversación y se "metiera", de algún modo, en sus vidas, cuando le invitaron a cenar.


Muchas veces nos pasa eso que dijo Jesús: "Estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre entraré y cenaremos juntos".


¿Qué habría pasado a los de Emaús si no hubieran dejado a ese desconocido un espacio en su conversación?, ¿y si no le hubieran invitado a cenar?


Qué malo es el miedo, que muchas veces nos bloquea de tal modo que ni siquiera dejamos sitio a Jesús.


Hay una oración muy breve, tan solo de dos palabras, que nos puede servir para mucho en los momentos que suframos este "síndrome".


Es una oración tan sencilla y simple que llega directa al corazón de Dios, y abre la puerta de nuestro corazón a Jesús, para que entre a cenar con nosotros, nos explique cómo su Providencia pasa por todas nuestras dificultades y las hace resucitar; y para que parta el Pan con nosotros dándonos la fuerza necesaria para superar las adversidades por grandes que sean.


Se trata simplemente de decir: "Señor, ¡Ayúdame!".


En épocas de dificultad, de falta de motivación, de complicaciones, de enfermedad... digamos: "Señor, ¡Ayúdame!".


Y repitámoslo cuantas veces haga falta, no porque Dios no nos haya escuchado a la primera, sino porque nuestra puerta a veces tiene las bisagras tan oxidadas que nos cuesta abrirla de par en par para que el Señor pase y cene con nosotros.


Digámoslo siempre que haga falta: "Señor, ¡Ayúdame!".


Y, después, no olvidéis darle las gracias. Que es de bien nacidos ser agradecidos.


Hoy os dejo la canción "Señor a quién iremos", con letra de Paula Richard y música de Cristóbal Fones, cantada por el grupo Música Católica. Creo que merece la pena dejarse llevar por ella e invitar a cenar al Señor en nuestra casa.







Señor, a Quién iremos, si Tú eres nuestra vida. Señor, a Quién iremos, si Tú eres nuestro Amor, si Tú eres nuestro Amor. Quién como Tú conoce lo insondable de nuestro corazón. A Quién como a Ti le pesan nuestros dolores, nuestros errores. Quién podría amar como Tú nuestra carne débil, nuestro barro frágil. Señor, a Quién iremos, si Tú eres nuestra vida. Señor, a Quién iremos, si Tú eres nuestro Amor, si Tú eres nuestro Amor. Quién como Tú confía en la mecha que humea, en nuestro interior. Quién como Tú sostiene nuestra esperanza mal herida y nuestros anhelos insaciables. Quién como Tú espera nuestro Sí de amor. Señor, a Quién iremos, si Tú eres nuestra vida. Señor, a Quién iremos si Tú eres nuestro Amor, si Tú eres nuestro Amor.

Llamemos sin miedo al Señor, y dejémosle entrar y cenar con nosotros.

Que tengáis un tiempo feliz y cenéis a menudo con Jesús.