miércoles, 27 de julio de 2022

COMO SE LLEVA UN LUNAR

Escucha este capítulo en nuestro Podcast "Enclave de FI"


Hola a todos.

Hace unos días escuché una canción de Álvaro Carrillo, compositor y cantante mejicano, titulada como este episodio: "Como se lleva un lunar". Ciertamente me impresionó. Tanto, que en seguida, pensé en vosotros, no sólo por la temática, "el lunar", sino también porque aunque por fuera parece una canción de amor, nos recuerda de manera clara al libro del Cantar de los Cantares, en el Antiguo Testamento, que representa el amor entre Dios (el esposo) y el alma (la esposa).

La letra de este tema tiene claras resonancias bíblicas, pues aunque quiere pasar por una canción de amor humano, tiene claras imágenes de las parábolas y dichos de Jesús. 

Si tenemos en cuenta que se trata de una canción compuesta en el Méjico de la primera mitad del siglo XX, tiempo en que los católicos fueron duramente reprimidos por el gobierno laico de la nación, podemos tomarnos la libertad de analizarla desde Jesús y desde nuestros fundadores, poniendo las palabras del cantor en sus bocas, para enseñarnos un poco de lo que el Señor quiere de nosotros, como cristianos y, como Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa.

Veamos lo que dice:

Como se lleva un lunar
todos podemos una mancha llevar;
en este mundo tan profano,
quien muere limpio no ha sido humano.

¡Cómo sabía Jesús que quien muere limpio no ha sido humano cuando dijo aquello de "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra" !

Cómo lo sabía madre Dolores cuando escribe que las jóvenes acogidas le hacen ver lo que ella era con Dios. 

        Concibo grandes deseos de ser santa; formo mil resoluciones y llegada una ocasión en que el amor propio o el propio juicio se posesionan de sus derechos: todo vino por tierra. 

Y es que, es verdad, somos más capaces de desear ser buenos que de serlo, y llegada la ocasión... "todo se nos va por tierra".

El problema es que estamos, como el cantor, en un mundo muy profano, en un mundo que ha olvidado a Dios. Un mundo del que el padre Tejero escribe:

        Hoy, merced a los decantados adelantos de nuestro siglo, en el seno de nuestra engreída sociedad, especialmente en las ciudades opulentas, se agita una clase numerosa, infeliz, desheredada...

...de aquellos seres, a quienes, habiendo llegado, la infección de las malas ideas, viven y crían a sus hijos en escandalosa ignorancia y en un completo abandono de todo lo que a la religión pertenece. 

Una sociedad que vive y cría a sus hijos en la ignorancia de cuanto a Dios se refiere. Un mundo tan profano como al que hace referencia nuestra canción del Lunar, y en el que se hace imposible, si no muy difícil descubrir, cuando "todo se nos va por tierra" y nos sale el lunar, que hay que continuar la frase, como madre Dolores, preguntándonos:

        ¿Me tolera Dios?, ¿me da nuevos auxilios?

Y así es cómo podemos cargar con la "mancha" que nos ha tocado, como se lleva un lunar, es decir, sabiendo que hay alguien para quien es bonito, y que, incluso nos va a pedir que le enseñemos ese lunar que a sus ojos no nos afea, sino todo lo contrario. 




Dice, más tarde, la canción:

Vuelve conmigo, mi amor,
que tus errores no me causan temor,
pues mucho más que todos ellos
vale uno solo de tus cabellos.

Esto nos recuerda al Dios del Antiguo Testamento hablando con el pueblo infiel por medio del profeta Isaías:

Recuerda esto, 
Yo te he formado, no te olvidaré.
He disipado como una nube tus delitos
y como nublado tus pecados;
vuélvete a mí.

Pero es que el final nos recuerda a Jesús, al que escuchamos en su comparación:

Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.

Porque a Dios no le importa que su pueblo, que sus hijos, que cada uno de nosotros caigamos. No le dan miedo nuestros errores y pecados, pues los conoce desde que nos creó, desde que nos formó; y en su Providencia cuenta con ellos para salvarnos. 

Es verdad que no es bueno pecar, y que por nuestra parte debemos intentar evitarlo. 

Pero, al final, incluso esforzándonos, caemos una y otra vez; nos salen lunares y manchas como dijo Santiago: 

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.

Ahí tenemos el ejemplo de Jesús con Pedro, a quien incluso antes de su caída, le predice que le va a negar:

Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos.

Es decir, que lo importante no es el lunar, o la mancha, o el pecado; fijémonos que Jesús le dice a Pedro que ha pedido para que su fe no se apague. 

Y, ¿qué quiere decir esto?, que lo importante no es darnos cuenta de nuestros pecados, sino que no perdamos de nuestro horizonte lo que valemos para Dios. Lo mismo que continua diciendo la canción:

Como eres así, así yo te quiero,
por ya ves que al sentir tu mirada
doy espaldas al mundo
para adorar tu cara.

¿Caemos? Bien. Volvámonos hacia Jesús con esa fe que nos dice que nos quiere tanto que no tiene miedo a nuestros pecados, que se alegra por el hijo que regresa, por la oveja y la moneda encontradas. Que es capaz de morir por nosotros, de dar espaldas al mundo por llevarnos a su cielo.

Y esa era la imagen más usada por nuestros fundadores: las acogidas eran para ellos las ovejas que volvían al redil, ovejas que habían estado perdidas y que encontraban el camino. Y ya lo decía el padre Tejero, "hay más santas entre las tablitas (por el uniforme que llevaban las acogidas) que entre los piquitos (por el velo que llevaban las religiosas).

Y eso somos todos, ovejas que se pierden y que el pastor sale a buscar. Ovejas amadas y queridas que miramos a los que nos rodean como esas ovejas que también ellos son; personas con lunares a los que no tenemos que tener miedo, porque hasta los cabellos tienen contados por Dios.

Porque, si no miramos a los demás como Dios nos mira a nosotros, nos pasará lo que dice la segunda estrofa de la canción:

Si vieras qué terribles
resultan las gentes demasiado buenas;
como no comprenden, parece que perdonan,
pero en el fondo siempre nos condenan.

Qué terribles podemos resultar por querer ser tan buenos que no perdonemos una falta a nuestro alrededor. 

Tememos contagiarnos, como en un principio le pasó a madre Dolores, que pensaba que si se juntaba con las jóvenes que salían de las redes de prostitución se iba a volver como ellas. 

Pero fue valiente, no temió ir a la Casa de Arrepentidas con ellas. 

Ganaron las jóvenes con su presencia.

Y también ganó ella, como también ganamos nosotros cuando descubrimos el amor que pueden esconder los lunares. El amor de Dios que ama hasta nuestros lunares y el amor que vamos todos buscando, a veces comprendiendo y perdonando, y a veces, sin comprender y condenando.

Porque al final y en resumen, es lo que siempre vamos buscando: el Amor. Ese Amor con mayúsculas que nos llena de felicidad al sabernos queridos y que se expande hacia otros, haciéndoles sentir lo mismo: ¡Que los lunares como se llevan es con Amor!

Escuchemos la canción y disfrutemos de todo el amor que en ella hay, quedándonos con esa última estrofa en la que Dios nos repite una y otra vez:

Como eres, así yo te quiero.



Como se lleva un lunar
todos podemos una mancha llevar;
en este mundo tan profano,
quien muere limpio no ha sido humano.

Si vieras qué terribles
resultan las gentes demasiado buenas;
como no comprenden, parece que perdonan,
pero en el fondo siempre nos condenan.

Vuelve conmigo, mi amor,
que tus errores no me causan temor,
pues mucho más que todos ellos
vale uno solo de tus cabellos.

Como eres así, así yo te quiero,
por ya ves que al sentir tu mirada
doy espaldas al mundo
para adorar tu cara.

¡Dejaos mirar por Dios que os quiere como sois y ensanchad vuestra alma en su presencia!




sábado, 19 de marzo de 2022

GUERRA

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Hola a todos.

Hay guerra, es el tema más actual. 

La verdad es que, por desgracia, siempre hay alguna guerra en el mundo, con miles de muertos y millones de desplazados.

Pero, esta vez, la tenemos en la puerta de atrás de casa. Y no sabemos si nos va a tocar sufrirla en nuestras carnes.

Bueno, sufrirla ya la estamos sufriendo, nos pilla en medio de una crisis económica y después de una pandemia. ¡¡¡Ufff!!!

Y estamos viendo que, al contrario que cuando nos pillan lejos, en esta guerra están sufriendo personas que hace menos de un mes vivían exactamente como nosotros. 

Bueno, exactamente no; porque ellos han tenido experiencias más cercanas y recientes. Y en cierto modo muchos temían cualquier cosa del país vecino, aunque imagino que nunca de estas características y rompiendo todos los convenios internacionales y acuerdos humanitarios sobre la protección debida a los civiles.

Porque, ¿quién está nunca preparado para una guerra?

Estoy convencida de que ni los soldados que participan en las guerras están preparados para el horror y la barbarie que eso supone. 

El otro día, comentaba en el grupo de catequesis de adultos esta misma pregunta, llegando más lejos. ¿Para qué están preparados vuestros hijos?, ¿para qué estamos preparados?, ¿cómo ha sido nuestra educación para afrontar las dificultades, los sufrimientos, las separaciones, el vacío?

Vivimos en una sociedad que lleva años ocultando la muerte y el sufrimiento, incluso durante la pandemia, -que los hemos vivido muy cerca-, nos han tapado la muerte maquillando cifras, censurando imágenes. 

Pero esta guerra la estamos viviendo en directo, viendo como una embarazada es herida en el ataque a un hospital infantil y cómo mueren, tras dar a luz, ella y su  hijo. Y estamos viendo cómo huyen y cómo tienen que pasar días en refugios o en el metro, viendo cómo se destruye todo lo que conocían. Y no nos atrevemos a hacer gran cosa, porque en cualquier momento nos llega a casa la destrucción.

Por suerte, también estamos viendo personas valientes y generosas que se recorren el continente para echar una mano y traerse a sus casas familias enteras que van a descolocar sus vidas y a cambiarlas radicalmente cuando todos estamos temiendo el desabastecimiento y la inflación.

Y, sobre todo, hemos visto cómo los corazones han empezado a mirar hacia arriba. 

Si Zelenski ha conseguido que Europa se una en la defensa de la democracia y la libertad, aunque no pueda hacer gran cosa para parar los pies a Putin (no vamos a decir a los rusos, que no saben ni lo que pasa); la guerra ha unido a todos en la oración. Conocemos y creemos en el poder de la oración y creemos en que Dios siempre nos escucha.

Pero, la verdad, es que seguimos sin estar preparados. El otro día una mujer ucraniana, con la que conectaba la TV regañaba a la presentadora y a su equipo por su falta de confianza, de esperanza y de fuerza. 

Estamos acostumbrados a tener todo enseguida, a la satisfacción inmediata de los deseos y a no tener que esperar para conseguir lo que queremos. No nos han preparado para la frustración, para la dificultad y para no poder hacer nuestra voluntad. Y eso nos convierte en pesimistas y da paso a la ansiedad y la depresión.

Pero ahora vienen malos tiempos. Tiempos en los que ya amenaza el desabastecimiento e incluso la pobreza para muchas familias (si es que no son ya pobres por la pandemia  y sus secuelas).

¿Quién nos ha preparado para eso? Nada ni nadie, por desgracia. 

La pregunta ahora es: ¿qué solución nos queda ahora? ¿cómo recuperar o sostener esa fortaleza de la que está dando muestras el pueblo ucraniano?

En general la sociedad ha perdido la fe. Como no necesitamos a Dios, lo hemos alejado de nuestras vidas.

Me decía un profesor el otro día, hablando de la presencia de Dios en nuestras vidas, que hasta que no llega un momento en que lo pasas realmente mal y no te queda nada a lo que agarrarte, no experimentas que Dios está arriba, que siempre está a tu lado, que te acompaña y que sólo Él es el que puede iluminarte en las decisiones, fortalecerte en las dificultades, acompañarte siempre.

Yo me preguntaba. ¿Por qué hoy la gente necesita que le rodee el mal para acordarse de Dios?

Sólo he encontrado una respuesta:  no hemos vivido a Dios en la familia. No hemos rezado en familia, no hemos practicado la presencia de Dios en la familia. Los mayores hemos querido ser "políticamente correctos" y hemos tenido miedo a manifestar públicamente nuestra fe. Y sólo, como me decía el profesor, nos hemos acordado de Dios como de Santa Rita: "cuando truena". Y los pequeños no han sido capaces de encontrarlo. En los colegios hemos rezado con los niños, los hemos sacramentalizado, pero no han tenido "experiencias de Dios" o si las han tenido han sido poco significativas. Y, para colmo vino la pandemia y ya ni siquiera podían ir a la iglesia.

Todo esto ha traído como resultado niños débiles interiormente, manejables, manipulables, con muy poca o nula capacidad de resiliencia, de superación. Niños que no han hablado con sus padres ni con personas que les pudieran orientar espiritualmente y han necesitado psicólogos y psiquiatras.

Porque, primeramente, hasta sus padres habían sido educados de la misma manera. 

Pero, si algo nos enseñaron Madre Dolores y el Padre Tejero fue que la salvación de las almas, aunque sea difícil no es imposible.


Hoy nuestros Fundadores nos invitan a salvar almas. Empezando por nuestras propias almas.

Nos invitan a acercarnos cada día a Dios, que sigue estando ahí. 

A hablar con Él, a contarle nuestras cosas, nuestras preocupaciones y dificultades; nuestras alegrías y satisfacciones. 

Nos invitan a sentir la presencia de Dios en nuestras vidas. Nos invitan (y más ahora en cuaresma), a mirar a Jesús.

Busquemos en el móvil una foto de Jesús, pongámosla en alguna carpeta a la que nos sea fácil acceder, o hagamos un acceso directo desde la pantalla de inicio de nuestro móvil, y miremos a Jesús.

Abramos su foto y mirémosle. Dejémosle que nos mire. Enseñemos a nuestros hijos a mirar a Jesús, a dejarse mirar por Él. 

Pongamos en sus manos todo, TODO. Y fiémonos de Él. 

Sólo en Jesús podemos ser interiormente fuertes. 

Sólo en Jesús podemos ser iluminados en nuestras decisiones.

Sólo en Jesús podemos superar los sufrimientos y dificultades.

¡Porque Él pasó por lo mismo! ¡Y lo superó! 

Unámonos a Él y enseñemos a nuestros niños a unirse a Él. 

Dejémonos amar por Jesús y enseñemos a nuestros hijos a dejarse amar por Él.

Sólo así recuperaremos la fuerza y la esperanza y nuestras oraciones, que habrán dejado de ser "interesadas", serán escuchadas.

Hoy os dejo el salmo 26 cantado por Athenas. Sintamos con el salmista que el Señor es nuestra luz y salvación, que está con nosotros y que estamos en Él.


EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN, ¿A QUIÉN VOY A TENERLE MIEDO? EL SEÑOR ES LA DEFENSA DE MI VIDA, ¿QUIÉN PODRÁ HACERME TEMBLAR?

OYE, SEÑOR, MI VOZ Y MIS CLAMORES EL CORAZÓN ME DICE QUE TE BUSQUE Y TENME COMPASIÓN. Y BUSCÁNDOTE ESTOY. NO RECHACES CON CÓLERA A TU SIERVO, TÚ ERES MI ÚNICO AUXILIO; NO ME ABANDONES NI ME DEJES SOLO, DIOS Y SALVADOR MÍO. LA BONDAD DEL SEÑOR ESPERO VER EN ESTA MISMA VIDA. ARMATE DE VALOR Y FORTALEZA Y EN EL SEÑOR CONFÍA.

Apoyémonos en Dios y vivamos con Él. Ahí está nuestra esperanza y confianza.


miércoles, 9 de febrero de 2022

GENTE DEL "PORLA"

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Hola a todos:

Últimamente varias circunstancias vividas con los niños cuando van a la iglesia o a misa, me ha hecho recordar y meditar en lo que, de pequeños llamábamos el "Porla".

Bueno, de pequeños los que pasamos ya de los cincuenta, no creo que a los menores de esa edad les suene.

Para ellos me explico:

El llamado "Porla" por nosotros era el signo que hacemos los católicos cuando el sacerdote comienza a leer el evangelio en misa. Oficialmente se llama "Persignarse", traducción del latín del gesto que decía "Per signum crucis" en latín, que traducido al castellano sería "Por la señal de la cruz", más breve "Por la señal", y para nosotros los niños de aquella época el "Porla".

Bien. 

El "Porla" consiste en hacer tres cruces diciendo:

"Por la señal de la santa cruz

de nuestros enemigos

líbranos, Señor".

La primera cruz se hace en la frente con la primera frase: "Por la señal de la santa cruz".

La segunda se hace en la boca diciendo la segunda: "de nuestros enemigos".

Y, por último, la tercera se hace en el pecho terminando la oración: "líbranos, Señor".

Y, después hay quién se santigua, como conocemos: "En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo".

El caso es que, hablando de estas cosas con las mujeres que se preparan para la confirmación, les pregunté si sabían lo que se decía y por qué; así que se lo expliqué tal y como recuerdo de memoria desde mi infancia.

La primera en la frente para que nos libre de los malos pensamientos.

La segunda en la boca para que nos libre de las malas palabras y...

La tercera en el pecho para que nos libre de los malos deseos y acciones.

Qué oración tan sencilla, tan bella y tan olvidada. ¡Qué pena!

Por otra parte, comentando con otro grupo de personas, en este caso profesores y maestros, hablábamos de cómo se puede echar de menos comenzar la mañana con una oración, aunque la hagas más tarde; como nos ha ocurrido con las clases que, a primera hora a causa del COVID y las consiguientes medidas de seguridad que obligan a un protocolo que deja las primeras horas convertidas en medias, nos ha obligado a dejar la oración de la mañana relegada a la entrada después del recreo.

Nos planteábamos que es raro no empezar la mañana encomendando el día al Señor, porque no se podían perder otros cinco o diez minutos más.

En el diálogo terminamos dándonos cuenta de que ya no es sólo que la oración de la mañana sea más o menos larga, más o menos profunda, dedicándole más o menos tiempo; que la cuestión es hacerse una pregunta como cristianos: 

¿De qué forma afronto mi tarea diaria?, ¿dónde pongo a Dios?, ¿cuántas veces le recuerdo a lo largo del día?

O también, como con el "Porla": ¿pido ayuda a Dios para no sólo no caer, sino para que me acompañe y me ayude en cada cosa que hago?

Decimos que somos cristianos, pero ¿en qué lugar hemos puesto a Dios?

¿Lo hemos dejado relegado a la misa de los domingos?, o ¿ni siquiera a eso?

Con los profesores y maestros, comentaba que es muy, pero que muy sencillo, llegar a clase y hacer la señal de la cruz. A lo mejor al principio la hago yo sola, o a lo mejor me acompañan los niños. Y es muy cortito hacer la señal de la cruz y después decir algo así como "Acompáñame (acompáñanos), Señor en esta clase, en este trabajo que voy (vamos) a hacer ahora".

Me hizo gracia que uno, sólo uno, (ya rondando esos cincuenta que dije al principio) recordó que cuando él era pequeño, eso se hacía. Que todos se ponían de pie y hacían la señal de la cruz al empezar las clases en su colegio.



Y, es que nos creemos que como tenemos mucho que hacer (a mí también me pasa) no podemos dejar esas cosas para rezar, aunque sea algo tan breve como santiguarse y pedir al Señor que nos mande su Espíritu que nos ayude.

Después de todo esto, llegó el quinto domingo del tiempo ordinario, en el ciclo C en que estamos. 

Y en el evangelio leímos la primera pesca milagrosa que narran los evangelios. No sé si lo recordáis...

Jesús llega por la mañana a la orilla del lago y los pescadores están lavando las redes después de toda una noche trabajando sin resultado ninguno. Están cansados, mejor dicho: reventados, física y mentalmente. Ese día no tendrán nada que llevar a casa. También están deseando poder echarse un rato y descansar.

Pero Jesús le dice a Simón (que aún no era Pedro), que separe un poco la barca de la orilla porque quiere predicar y que todos puedan verlo y oírlo. 

Ya se había juntado mucha gente en la orilla al enterarse de que Jesús andaba por allí.

Y el cansado Simón y su hermano separan la barca y dejan que Jesús predique. Y, cuando piensan que ya ha acabado y que pueden volver a casa a descansar, resulta que les dice que vuelvan lago adentro y echen de nuevo las redes al agua.

¡Madre mía! ¿¡Otra vez!? -debieron pensar Simón y su hermano- ¿¡Pero si nos hemos pasado la noche entera y no hemos conseguido nada!?

Simón, ya casi Pedro, le dice lo que piensan, pero luego añade:

- Bueno, de todos modos, "POR TU PALABRA" echaré las redes.

Y tuvieron que llamar a los de la otra barca, porque no podían con los peces, y se llenaron las dos barcas.

"Por tu palabra", en tu nombre, "Porla"...

¿Cuántas veces trabajamos para nada?, ¿cuántas horas nos pasamos en la tienda, en el ordenador, en el puesto de trabajo, hablando con nuestros hijos, amigos, alumnos, intentando que comprendan algo, o con nuestros conyuges intentando decidir (discernir), sin llegar a ninguna conclusión, sin lograr ningún objetivo o tan sólo pequeñas cosas que apenas nos sirven?

Preguntémonos cuál es la razón.

¿No será que hemos dejado de situarnos al lado de Dios?, ¿que ya no hacemos las cosas "por su palabra"?, ¿qué hemos olvidado que toda la sabiduría, la capacidad de trabajo y de discernimiento están en Dios, en su Espíritu?

Hay una tradición en la Congregación, que comenzaron nuestros padres fundadores, que es comenzar todas las reuniones con una oración. Una oración que es más o menos larga, más o menos libre, pero que nos recuerda que sólo Él es quien puede orientarnos, ayudarnos a discernir y acompañarnos para que nuestro trabajo dé su fruto.

El P. Tejero, en una ocasión, le escribió a M. Dolores:

Nosotros somos los débiles instrumentos que Dios ha elegido para  su Santa obra, y solo quiere que hagamos lo que está de nuestra parte y lo demás dejémoslo a su paternal cuidado.

Pero, creo que muchas veces nos creemos que nuestro trabajo y nuestras obras y diálogos son nuestros, y que sólo nosotros estamos a cargo de nuestras vidas, de nuestras obras y de quienes dependen de nosotros.

¡Qué errados estamos! ¡Qué equivocación tan grande!

¿Quién es el más interesado en que todo termine bien, para nosotros y para los que nos rodean?, ¿quién es el que más nos quiere, el que más se preocupa por nosotros?

Entonces...

¿Por qué le apartamos de esa manera de nuestras vidas?

¡Dejemos a Dios entrar en nuestras vidas!

¡Hagamos las cosas "Porla"! (Por la señal de la santa cruz)

¡Abramos las puertas a la luz, a la sabiduría, al discernimiento y a la fuerza del Espíritu Santo de Dios!

Entonces experimentaremos (os lo puedo prometer) que, cuando hacemos oración antes de comenzar nuestra tarea, algo cambia: vemos más claras las cosas, nos vienen a los labios las palabras convenientes, cunde más nuestro trabajo y nos sentimos mejor; porque, además, como habremos puesto el resultado en sus manos, viviremos menos estresados y con más paz, lo que repercutirá también en nuestras relaciones familiares, en nuestras amistades y, de rebote, en el mundo.

Hoy os invito a meditar, o mejor, a dejaros llevar por esta canción de Salomé Arricibita llamada "Padre, Hijo y Espíritu". 


 
En el Nombre del Padre, aprender a esperar
en el Nombre del Padre, perdonar y sanar
en el Nombre del Padre, celebrar y abrazar
en el Nombre del Padre, ofrecer un hogar

En el Nombre del Hijo, vivir para amar
en el Nombre del Hijo, amar sin mirar
en el Nombre del Hijo, mirar sin juzgar
en el Nombre del Hijo, sembrar siempre paz

EN EL NOMBRE DEL PADRE, EN EL NOMBRE DEL HIJO
QUE EL ESPÍRITU SOPLE PARA ESTAR SIEMPRE VIVOS
EN EL NOMBRE DEL PADRE, EN EL NOMBRE DEL HIJO
QUE EL ESPÍRITU SOPLE PARA VIVIR UNIDOS

Que el Espíritu sople y renueve cada alma
que el Espíritu sople y abramos las alas
que el Espíritu sople y nos puedan las ganas
de dejar que entre dentro y ventile la casa

EN EL NOMBRE DEL PADRE...

Seamos personas del "Porla"; dejemos a Dios acompañarnos y unámonos fuertemente a Él en todo momento.

Un abrazo en Él.