sábado, 19 de marzo de 2022

GUERRA

Escucha este capítulo en nuestro Podcast "Enclave de FI"


Hola a todos.

Hay guerra, es el tema más actual. 

La verdad es que, por desgracia, siempre hay alguna guerra en el mundo, con miles de muertos y millones de desplazados.

Pero, esta vez, la tenemos en la puerta de atrás de casa. Y no sabemos si nos va a tocar sufrirla en nuestras carnes.

Bueno, sufrirla ya la estamos sufriendo, nos pilla en medio de una crisis económica y después de una pandemia. ¡¡¡Ufff!!!

Y estamos viendo que, al contrario que cuando nos pillan lejos, en esta guerra están sufriendo personas que hace menos de un mes vivían exactamente como nosotros. 

Bueno, exactamente no; porque ellos han tenido experiencias más cercanas y recientes. Y en cierto modo muchos temían cualquier cosa del país vecino, aunque imagino que nunca de estas características y rompiendo todos los convenios internacionales y acuerdos humanitarios sobre la protección debida a los civiles.

Porque, ¿quién está nunca preparado para una guerra?

Estoy convencida de que ni los soldados que participan en las guerras están preparados para el horror y la barbarie que eso supone. 

El otro día, comentaba en el grupo de catequesis de adultos esta misma pregunta, llegando más lejos. ¿Para qué están preparados vuestros hijos?, ¿para qué estamos preparados?, ¿cómo ha sido nuestra educación para afrontar las dificultades, los sufrimientos, las separaciones, el vacío?

Vivimos en una sociedad que lleva años ocultando la muerte y el sufrimiento, incluso durante la pandemia, -que los hemos vivido muy cerca-, nos han tapado la muerte maquillando cifras, censurando imágenes. 

Pero esta guerra la estamos viviendo en directo, viendo como una embarazada es herida en el ataque a un hospital infantil y cómo mueren, tras dar a luz, ella y su  hijo. Y estamos viendo cómo huyen y cómo tienen que pasar días en refugios o en el metro, viendo cómo se destruye todo lo que conocían. Y no nos atrevemos a hacer gran cosa, porque en cualquier momento nos llega a casa la destrucción.

Por suerte, también estamos viendo personas valientes y generosas que se recorren el continente para echar una mano y traerse a sus casas familias enteras que van a descolocar sus vidas y a cambiarlas radicalmente cuando todos estamos temiendo el desabastecimiento y la inflación.

Y, sobre todo, hemos visto cómo los corazones han empezado a mirar hacia arriba. 

Si Zelenski ha conseguido que Europa se una en la defensa de la democracia y la libertad, aunque no pueda hacer gran cosa para parar los pies a Putin (no vamos a decir a los rusos, que no saben ni lo que pasa); la guerra ha unido a todos en la oración. Conocemos y creemos en el poder de la oración y creemos en que Dios siempre nos escucha.

Pero, la verdad, es que seguimos sin estar preparados. El otro día una mujer ucraniana, con la que conectaba la TV regañaba a la presentadora y a su equipo por su falta de confianza, de esperanza y de fuerza. 

Estamos acostumbrados a tener todo enseguida, a la satisfacción inmediata de los deseos y a no tener que esperar para conseguir lo que queremos. No nos han preparado para la frustración, para la dificultad y para no poder hacer nuestra voluntad. Y eso nos convierte en pesimistas y da paso a la ansiedad y la depresión.

Pero ahora vienen malos tiempos. Tiempos en los que ya amenaza el desabastecimiento e incluso la pobreza para muchas familias (si es que no son ya pobres por la pandemia  y sus secuelas).

¿Quién nos ha preparado para eso? Nada ni nadie, por desgracia. 

La pregunta ahora es: ¿qué solución nos queda ahora? ¿cómo recuperar o sostener esa fortaleza de la que está dando muestras el pueblo ucraniano?

En general la sociedad ha perdido la fe. Como no necesitamos a Dios, lo hemos alejado de nuestras vidas.

Me decía un profesor el otro día, hablando de la presencia de Dios en nuestras vidas, que hasta que no llega un momento en que lo pasas realmente mal y no te queda nada a lo que agarrarte, no experimentas que Dios está arriba, que siempre está a tu lado, que te acompaña y que sólo Él es el que puede iluminarte en las decisiones, fortalecerte en las dificultades, acompañarte siempre.

Yo me preguntaba. ¿Por qué hoy la gente necesita que le rodee el mal para acordarse de Dios?

Sólo he encontrado una respuesta:  no hemos vivido a Dios en la familia. No hemos rezado en familia, no hemos practicado la presencia de Dios en la familia. Los mayores hemos querido ser "políticamente correctos" y hemos tenido miedo a manifestar públicamente nuestra fe. Y sólo, como me decía el profesor, nos hemos acordado de Dios como de Santa Rita: "cuando truena". Y los pequeños no han sido capaces de encontrarlo. En los colegios hemos rezado con los niños, los hemos sacramentalizado, pero no han tenido "experiencias de Dios" o si las han tenido han sido poco significativas. Y, para colmo vino la pandemia y ya ni siquiera podían ir a la iglesia.

Todo esto ha traído como resultado niños débiles interiormente, manejables, manipulables, con muy poca o nula capacidad de resiliencia, de superación. Niños que no han hablado con sus padres ni con personas que les pudieran orientar espiritualmente y han necesitado psicólogos y psiquiatras.

Porque, primeramente, hasta sus padres habían sido educados de la misma manera. 

Pero, si algo nos enseñaron Madre Dolores y el Padre Tejero fue que la salvación de las almas, aunque sea difícil no es imposible.


Hoy nuestros Fundadores nos invitan a salvar almas. Empezando por nuestras propias almas.

Nos invitan a acercarnos cada día a Dios, que sigue estando ahí. 

A hablar con Él, a contarle nuestras cosas, nuestras preocupaciones y dificultades; nuestras alegrías y satisfacciones. 

Nos invitan a sentir la presencia de Dios en nuestras vidas. Nos invitan (y más ahora en cuaresma), a mirar a Jesús.

Busquemos en el móvil una foto de Jesús, pongámosla en alguna carpeta a la que nos sea fácil acceder, o hagamos un acceso directo desde la pantalla de inicio de nuestro móvil, y miremos a Jesús.

Abramos su foto y mirémosle. Dejémosle que nos mire. Enseñemos a nuestros hijos a mirar a Jesús, a dejarse mirar por Él. 

Pongamos en sus manos todo, TODO. Y fiémonos de Él. 

Sólo en Jesús podemos ser interiormente fuertes. 

Sólo en Jesús podemos ser iluminados en nuestras decisiones.

Sólo en Jesús podemos superar los sufrimientos y dificultades.

¡Porque Él pasó por lo mismo! ¡Y lo superó! 

Unámonos a Él y enseñemos a nuestros niños a unirse a Él. 

Dejémonos amar por Jesús y enseñemos a nuestros hijos a dejarse amar por Él.

Sólo así recuperaremos la fuerza y la esperanza y nuestras oraciones, que habrán dejado de ser "interesadas", serán escuchadas.

Hoy os dejo el salmo 26 cantado por Athenas. Sintamos con el salmista que el Señor es nuestra luz y salvación, que está con nosotros y que estamos en Él.


EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN, ¿A QUIÉN VOY A TENERLE MIEDO? EL SEÑOR ES LA DEFENSA DE MI VIDA, ¿QUIÉN PODRÁ HACERME TEMBLAR?

OYE, SEÑOR, MI VOZ Y MIS CLAMORES EL CORAZÓN ME DICE QUE TE BUSQUE Y TENME COMPASIÓN. Y BUSCÁNDOTE ESTOY. NO RECHACES CON CÓLERA A TU SIERVO, TÚ ERES MI ÚNICO AUXILIO; NO ME ABANDONES NI ME DEJES SOLO, DIOS Y SALVADOR MÍO. LA BONDAD DEL SEÑOR ESPERO VER EN ESTA MISMA VIDA. ARMATE DE VALOR Y FORTALEZA Y EN EL SEÑOR CONFÍA.

Apoyémonos en Dios y vivamos con Él. Ahí está nuestra esperanza y confianza.


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