Escucha este capítulo en nuestro Podcast "Enclave de FI"
Hola a todos.
Hace unos días escuché una canción de Álvaro Carrillo, compositor y cantante mejicano, titulada como este episodio: "Como se lleva un lunar". Ciertamente me impresionó. Tanto, que en seguida, pensé en vosotros, no sólo por la temática, "el lunar", sino también porque aunque por fuera parece una canción de amor, nos recuerda de manera clara al libro del Cantar de los Cantares, en el Antiguo Testamento, que representa el amor entre Dios (el esposo) y el alma (la esposa).
La letra de este tema tiene claras resonancias bíblicas, pues aunque quiere pasar por una canción de amor humano, tiene claras imágenes de las parábolas y dichos de Jesús.
Si tenemos en cuenta que se trata de una canción compuesta en el Méjico de la primera mitad del siglo XX, tiempo en que los católicos fueron duramente reprimidos por el gobierno laico de la nación, podemos tomarnos la libertad de analizarla desde Jesús y desde nuestros fundadores, poniendo las palabras del cantor en sus bocas, para enseñarnos un poco de lo que el Señor quiere de nosotros, como cristianos y, como Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa.
Veamos lo que dice:
Como se lleva un lunar
todos podemos una mancha llevar;
en este mundo tan profano,
quien muere limpio no ha sido humano.
¡Cómo sabía Jesús que quien muere limpio no ha sido humano cuando dijo aquello de "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra" !
Cómo lo sabía madre Dolores cuando escribe que las jóvenes acogidas le hacen ver lo que ella era con Dios.
Concibo grandes deseos de ser santa; formo mil resoluciones y llegada una ocasión en que el amor propio o el propio juicio se posesionan de sus derechos: todo vino por tierra.
Y es que, es verdad, somos más capaces de desear ser buenos que de serlo, y llegada la ocasión... "todo se nos va por tierra".
El problema es que estamos, como el cantor, en un mundo muy profano, en un mundo que ha olvidado a Dios. Un mundo del que el padre Tejero escribe:
Hoy, merced a los decantados adelantos de nuestro siglo, en el seno de nuestra engreída sociedad, especialmente en las ciudades opulentas, se agita una clase numerosa, infeliz, desheredada...
...de aquellos seres, a quienes, habiendo llegado, la infección de las malas ideas, viven y crían a sus hijos en escandalosa ignorancia y en un completo abandono de todo lo que a la religión pertenece.
Una sociedad que vive y cría a sus hijos en la ignorancia de cuanto a Dios se refiere. Un mundo tan profano como al que hace referencia nuestra canción del Lunar, y en el que se hace imposible, si no muy difícil descubrir, cuando "todo se nos va por tierra" y nos sale el lunar, que hay que continuar la frase, como madre Dolores, preguntándonos:
¿Me tolera Dios?, ¿me da nuevos auxilios?
Y así es cómo podemos cargar con la "mancha" que nos ha tocado, como se lleva un lunar, es decir, sabiendo que hay alguien para quien es bonito, y que, incluso nos va a pedir que le enseñemos ese lunar que a sus ojos no nos afea, sino todo lo contrario.
Dice, más tarde, la canción:
Vuelve conmigo, mi amor,
que tus errores no me causan temor,
pues mucho más que todos ellos
vale uno solo de tus cabellos.
Esto nos recuerda al Dios del Antiguo Testamento hablando con el pueblo infiel por medio del profeta Isaías:
Recuerda esto,
Yo te he formado, no te olvidaré.
He disipado como
una nube tus delitos
y como nublado tus pecados;
vuélvete a mí.
Pero es que el final nos recuerda a Jesús, al que escuchamos en su comparación:
Pues
vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis
miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
Porque a Dios no le importa que su pueblo, que sus hijos, que cada uno de nosotros caigamos. No le dan miedo nuestros errores y pecados, pues los conoce desde que nos creó, desde que nos formó; y en su Providencia cuenta con ellos para salvarnos.
Es verdad que no es bueno pecar, y que por nuestra parte debemos intentar evitarlo.
Pero, al final, incluso esforzándonos, caemos una y otra vez; nos salen lunares y manchas como dijo Santiago:
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
Ahí tenemos el ejemplo de Jesús con Pedro, a quien incluso antes de su caída, le predice que le va a negar:
Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos.
Es decir, que lo importante no es el lunar, o la mancha, o el pecado; fijémonos que Jesús le dice a Pedro que ha pedido para que su fe no se apague.
Y, ¿qué quiere decir esto?, que lo importante no es darnos cuenta de nuestros pecados, sino que no perdamos de nuestro horizonte lo que valemos para Dios. Lo mismo que continua diciendo la canción:
Como
eres así, así yo te quiero,
por ya ves que al sentir tu mirada
doy espaldas al mundo
para adorar tu cara.
¿Caemos? Bien. Volvámonos hacia Jesús con esa fe que nos dice que nos quiere tanto que no tiene miedo a nuestros pecados, que se alegra por el hijo que regresa, por la oveja y la moneda encontradas. Que es capaz de morir por nosotros, de dar espaldas al mundo por llevarnos a su cielo.
Y esa era la imagen más usada por nuestros fundadores: las acogidas eran para ellos las ovejas que volvían al redil, ovejas que habían estado perdidas y que encontraban el camino. Y ya lo decía el padre Tejero, "hay más santas entre las tablitas (por el uniforme que llevaban las acogidas) que entre los piquitos (por el velo que llevaban las religiosas).
Y eso somos todos, ovejas que se pierden y que el pastor sale a buscar. Ovejas amadas y queridas que miramos a los que nos rodean como esas ovejas que también ellos son; personas con lunares a los que no tenemos que tener miedo, porque hasta los cabellos tienen contados por Dios.
Porque, si no miramos a los demás como Dios nos mira a nosotros, nos pasará lo que dice la segunda estrofa de la canción:
Si vieras qué terribles
resultan las gentes demasiado buenas;
como no comprenden, parece que perdonan,
pero en el fondo siempre nos condenan.
Qué terribles podemos resultar por querer ser tan buenos que no perdonemos una falta a nuestro alrededor.
Tememos contagiarnos, como en un principio le pasó a madre Dolores, que pensaba que si se juntaba con las jóvenes que salían de las redes de prostitución se iba a volver como ellas.
Pero fue valiente, no temió ir a la Casa de Arrepentidas con ellas.
Ganaron las jóvenes con su presencia.
Y también ganó ella, como también ganamos nosotros cuando descubrimos el amor que pueden esconder los lunares. El amor de Dios que ama hasta nuestros lunares y el amor que vamos todos buscando, a veces comprendiendo y perdonando, y a veces, sin comprender y condenando.
Porque al final y en resumen, es lo que siempre vamos buscando: el Amor. Ese Amor con mayúsculas que nos llena de felicidad al sabernos queridos y que se expande hacia otros, haciéndoles sentir lo mismo: ¡Que los lunares como se llevan es con Amor!
Escuchemos la canción y disfrutemos de todo el amor que en ella hay, quedándonos con esa última estrofa en la que Dios nos repite una y otra vez:
Como eres, así yo te quiero.
Como
se lleva un lunar
todos podemos una mancha llevar;
en este mundo tan profano,
quien muere limpio no ha sido humano.
Si vieras qué terribles
resultan las gentes demasiado buenas;
como no comprenden, parece que perdonan,
pero en el fondo siempre nos condenan.
Vuelve conmigo, mi amor,
que tus errores no me causan temor,
pues mucho más que todos ellos
vale uno solo de tus cabellos.
Como eres así, así yo te quiero,
por ya ves que al sentir tu mirada
doy espaldas al mundo
para adorar tu cara.
¡Dejaos mirar por Dios que os quiere como sois y ensanchad vuestra alma en su presencia!