jueves, 19 de noviembre de 2015

VIDA PARA VIVIR EN LIBERTAD


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Hola a todos y todas:

Estamos estrenando el mes de noviembre, mes de los santos y mes de los difuntos.
Mes de los que ya no están con nosotros, de los que han pasado de la vida a la muerte y de la muerte a la vida en el Amor de Dios.
Porque, como dice san Pablo: "En la vida y en la muerte, somos del Señor".
Mes de los que han pasado haciendo el bien y ya disfrutan de la paz; de los que ya viven en el Reino que Jesús anunció.
El día siete murió nuestra Hermana Madre María de los Ángeles, que tras varios años ejerciendo el apostolado de la acogida en los hogares, estuvo, durante muchísimo tiempo en la comunidad de Sevilla, dedicada a pedir de puerta en puerta para la manutención de nuestras acogidas. Ella vivió lo que dijo nuestro Padre Fundador en la puerta del hospital Central: "Aunque tenga que mendigar de puerta en puerta por toda la vida, lo haré gustoso buscando pan estas infelices, con tal que no se pierdan".
Este apostolado que exige una gran humildad y paciencia, pues cada puerta a la que llamaba era un misterio, y lo mismo la podían recibir bien que con una ofensa.
Tres cosas caracterizaban a Madre María de los Ángeles: su exquisita sensibilidad, sus detalles y su espíritu de libertad.
Tres características que vivieron San Felipe, el Padre Tejero y Madre Dolores.
En este mes, la Iglesia nos invita a meditar en la muerte. Pero pensar en la muerte no es para ponerse tristes, sino para que miremos un poco nuestra vida sabiendo que llegará el día en que tengamos que volver la vista atrás y ver, como en un espejo, todo lo que hicimos y todo lo que dejamos de hacer; todas nuestras elecciones con sus consecuencias. Como ese momento nos llegará, pues mejor que nos vayamos entrenando ahora, para no llevarnos sorpresas. ¿No os parece?
La Iglesia nos recuerda que es bueno mirar a los santos, cómo vivieron, cuáles fueron sus elecciones y las consecuencias que aquellas elecciones tuvieron, no sólo para ellos, sino para las personas que les rodearon.
Miremos a los santos. Miremos a San Felipe, a nuestros Fundadores. ¿Qué cosas les caracterizaron?
San Felipe fue el hombre libre que eligió a Dios, que le pidió a Dios que le diera su Espíritu, que se lo pidió con tanta insistencia que el Amor de Dios le llenó; fue el hombre que invitaba a todos a ser libres, a elegir en libertad, es decir, sin dejarse condicionar por la sociedad, sino desde el interior del corazón.
El Padre Tejero fue el hombre sensible a la realidad que le rodeaba, sensible a las necesidades de las mujeres esclavas; que le pidió a Dios la fuerza necesaria para ayudarles. Que se lo pidió con tanta insistencia que Dios le concedió fundar una Congregación dedicada a ellas.
Madre Dolores fue la mujer detallista, que sabía todas y cada una de las necesidades de las Hermanas y las acogidas; que le pidió a Dios que todas sintieran su amor. Que se lo pidió con tanta insistencia, que el Señor le concedió ser como Jesús y entregar su vida en una cruz de Amor.
Miremos, durante este mes de noviembre nuestra vida, miremos hacia atrás y hacia adelante.
¿Cuáles son las tres cosas que me caracterizan?, ¿me gustan?
Si me gustan, ¿cómo puedo potenciarlas?, ¿le pido a Dios que potencie en mí esas cualidades que me ha dado?
Si lo que veo no me gusta, ¿por qué no pedir ayuda a Dios para cambiarlo?
Todos tenemos cosas buenas. En nuestra vida tenemos dos macetas: una con flores y otra con malas hierbas. Si le dedicamos toda nuestra atención a la maceta de las malas hierbas, crecerán y se harán más fuertes. Si dejamos esa maceta a un lado y prestamos atención a las cosas buenas que Dios nos ha dado, las regaremos y crecerán y florecerán.
Y, de paso, como nos olvidaremos de "cuidar" la otra maceta, nuestras cosas desagradables se irán secando y encogiendo (aunque seguirán ahí, que ya lo dijo Jesús cuando habló del trigo y la cizaña); pero no nos preocuparán, porque le pediremos a Dios con insistencia que nos ayude a descubrir, como lo hicieron los santos, cuales son los talentos que nos ha dado, y qué quiere que hagamos con ellos.
Cada uno en nuestra condición, pero siempre desde la libertad, sensibilidad y cuidando de que quienes nos rodean se sientan amados y cuidados por nosotros.
Hoy os traemos una canción de Cecilia Ribero, titulada Somos, y que nos recuerda que nuestra vida está hecha de luces y sombras. Dice así:

Somos humo que se esfuma con el viento
somos niebla con semblante de silencios
tierra seca que clama temporales
somos piedra pulida a contratiempo
Somos duda y confusión somos tormenta
turbulencia que de paz vive sedienta
somos balsa que desea llegar a puerto
somos casa y hoguera, somos huerto.


Somos penas que culminan con el llanto
somos roca endurecida con el tiempo
el sutil prejuicio que traiciona
retroceso en caminada de cangrejo.
Y... ¡de nuevo somos danza y movimiento!
vida fértil, noche clara y firmamento,
osadías que nunca viven riesgos
caridad que desemboca en sueños nuevos.

El silencio que exigen las palabras
para hacer desde el fondo el argumento
el acento que pide la tonada
para ser del corazón el alimento
Fortaleza inquebrantable de la hormiga
el plural que nos convoca y nos hermana.
Libertad como único legado
el regalo de un amor ilimitado.

Osadías que nunca viven riesgos
caridad que desemboca en sueños nuevos.

Y recordad que san Pablo también nos dijo que todos somos santos, porque a todos nos quiere el Señor, y al hacernos hijos suyos, nos ha hecho participantes de su naturaleza santa.
¡Potenciemos nuestra santidad!
¡Feliz mes de los santos!

domingo, 11 de octubre de 2015

EL QUE ES FIEL EN LAS COSAS PEQUEÑAS LO SERÁ TAMBIÉN EN LAS GRANDES

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Hola a todos y todas:
Este mes de septiembre ha estado lleno de entrañables acontecimientos para todos nosotros.
Y todos ellos relacionados con la fidelidad, la fidelidad de Dios para con nosotros y nuestra fidelidad para con Él.
Porque una cosa pequeña llega a ser grande cuando se mantiene en el tiempo, que es lo más difícil.
Ya san Felipe decía que entre las gracias que hemos de pedir a Dios está la perseverancia; y que es muy fácil comenzar a hacer el bien, pero difícil mantenerse en él.
Y si así era en el siglo XVI, ¡cómo no ha de ser en nuestro siglo XXI!, en el que todo cambia a grandísima velocidad, en el que todos los compromisos son temporales.
Pero, cuando las cosas se mantienen en el tiempo siempre es una alegría para quienes forman parte de ellas.
Este mes, el día de los Dolores Gloriosos de María, se abrió el año jubilar de celebración de los cincuenta años de presencia Filipense en América.
Fidelidad es una palabra clave en esta celebración. M. Rosario Ruiz Pedraza, superiora general de la Congregación cuando se nos solicitó acudir a una misión en Colombia, fue fiel a lo que creyó ser voluntad de Dios, aunque suponía romper unos con esquemas que habían marcado los rumbos de la Congregación durante muchísimos años.
Fidelidad de cada una de las Hermanas que desde España han ido a aquellas tierras y de las Hermanas Colombianas, que hoy están no sólo en su país, sino también en Ecuador, Perú y Kenia.
En este mes en que los jóvenes religiosos se han reunido en Roma con el Papa Francisco, le han preguntado qué pensaba él acerca de que la vida religiosa fuera también temporal, ya que el mundo es tan transitorio actualmente. Y el Papa les ha respondido que es cierto culturalmente hablando, que vivimos en un tiempo muy, muy inestable, tan inestable que parece "un pedazo de tiempo". Pero, les ha dicho, que el cristianismo es la cultura de "lo permanente", porque Dios envió a su Hijo ¡para siempre!, no temporalmente; no para una generación, o para un país, sino para todos y para siempre.
Y les dijo que, incluso en la cultura de lo interino, hay que tomar compromisos definitivos; porque si no se corre el riesgo de desintegrarse como persona.
Dice que este es un criterio de discernimiento vocacional importante.
Y definitivo han sido los compromisos de muchas de las Hermanas que han pasado por la Congregación, aunque es cierto que también hay salidas; han salido jóvenes y no tan jóvenes tanto en España como en Colombia; por eso, tan alegre como la celebración de las bodas de oro de la Congregación es la celebración de las bodas de plata, de oro, de diamantes de las Hermanas que hoy, con nuestras virtudes y nuestros defectos, estamos en el Instituto.
Y, gracias a Dios, también contamos con muchas Hermanas que han llegado a la celebración de las Bodas definitivas con sus lámparas encendidas, y que hoy son el sostén de nuestra Familia Filipense desde el cielo.
Podemos preguntarnos, en un mundo tan cambiante como el nuestro, ¿qué sentido tienen la perseverancia, la fidelidad, la paciencia, el aguante en muchas ocasiones? ¿No es mejor abandonar y empezar otra cosa?
Hay un cuento que dice que un joven vio cómo una mariposa se esforzaba por salir del capullo en que había pasado de gusano a mariposa. Vio lo difícil que le resultaba cada uno de los movimientos para salir por un pequeño agujero que había hecho en lo alto del capullo, por lo que decidió ayudarle y rompió el capullo para que la mariposa quedara libre. Lo que sucedió fue que la mariposa, libre de pronto de su "cárcel", quiso emprender vuelo, pero sus alas carecían de la fuerza necesaria para hacerlo, pues no se habían ejercitado saliendo del capullo.
El resultado fue que la mariposa terminó los días de su vida con unas alas muy hermosas pero sin poder volar.
La paciencia diaria en las pequeñas cosas, la perseverancia en las adversidades y en los sufrimientos es lo que da valor a nuestras vidas y lo que nos permite ser cada día mejor personas.
Madre Dolores nos decía que a nosotras Dios nos nos lleva por los caminos de lo extraordinario, de las grandes cosas. Los y las filipenses estamos llamados a una fidelidad de pequeñas cosas, que casi siempre es más pesada que una fidelidad de grandes cosas; porque lo extraordinario nos parece que es más valorado, pero lo pequeño de cada día es lo que nos cuesta.
Encontrarnos el periódico fuera de su sitio, que no hay leche en la nevera cuando voy a buscarla, o que no me gusta el programa que se está viendo en casa, tener que colaborar con las limpiezas o la preparación de la comida o de la mesa... que cuando me he esforzado en hacer la comida de un modo especial nadie se dé cuenta, o que sólo se fijen en un pequeño detalle que está mal, sin mirar todo lo demás que está perfecto.
Que el jefe nos encargue más trabajo del habitual, porque algún compañero o compañera se consigue escabullir siempre de hacer el trabajo pesado...
Todos estos pequeños detalles de la vida son los que exigen de nosotros esa paciencia, fidelidad y perseverancia que, con el tiempo, harán que volemos alto, y que nuestras "alas" nos lleven más allá, mucho más allá en la felicidad, de lo que jamás hubiéramos podido imaginar.
Sí, como filipenses estamos llamados a la perseverancia en las pequeñas y pesadas cargas de cada día, para poder "volar alto", y no como la mariposa del cuento; como san Felipe, como las Hermanas que han celebrado sus bodas de plata, oro o diamantes, como la Congregación en América.
Durante este mes os invito a mirar no el capullo del que nos cuesta salir, sino las alas que nos harán volar.
Y, durante el mes del Rosario, recordemos que María de Nazaret no hizo grandes cosas, sino que hizo grandes las pequeñas cosas de cada día poniendo amor en ellas.
Os abrazan,
Vuestras Hermanas del equipo de Fundadores.


jueves, 27 de agosto de 2015

EL CRISTO DE LA MISERICORDIA

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Hola a todos y todas:

Desde hace tiempo tengo pendiente esta "entrada" en el blog, pero por unas cosas u otras, se me ha ido haciendo imposible.

El pasado mes de mayo, en nuestra iglesia de Sevilla tuvimos el triduo al Santísimo Cristo de la Misericordia. Preparado por un grupo de laicos que se sienten muy Filipenses, consistió en una conferencia sobre la historia de los Crucificados de Juan de Mesa; un Vía Crucis y una representación de la Pasión en forma de teatro leído acompañado de música de cámara. Finalmente, el domingo de pasión estuvo todo el día abierta nuestra iglesia para el besapie del Santísimo Cristo, finalizando con una sencilla eucaristía de acción de gracias.

Para mí fue experiencia de fraternidad con este grupo de jóvenes comprometidos con nuestra congregación de una forma tan generosa. Además experimenté un modo nuevo para mí de hacer apostolado: Estar junto a Jesús crucificado acompañando a las personas que acudían, bien por ver de cerca una talla tan hermosa, bien por orar al pie de la cruz y experimentar cómo la misericordia del Señor está cerca de nosotros.

Fueron mil instantes de intenso pero breve diálogo con las más de doscientas personas que pasaron por nuestra iglesia. Los jóvenes se reían de mí, porque le decía a la gente: "Si necesitáis misericordia, poneos a los pies del Señor; pero si necesitáis un milagro, aquí detrás está nuestra Madre Fundadora, que está en vías de ser beatificada, y es muy buena intercesora antes nuestro Señor".

Los jóvenes se reían, y creo que me he quedado con el apodo de la de "Si necesitáis misericordia acudid a Cristo; si un milagro, a Madre Dolores". La verdad es que no sé por qué empecé a decirlo, pero así lo sentía, y creo que muchas personas se sentían "tocadas" por mis palabras.

Había quien se arrodillaba delante del Señor, y en silencio estaba con Él un rato, antes de besar sus pies o su costado reverentemente. Otros se asomaban al coro, donde está enterrada Madre Dolores y allí pasaban un rato con ella, imagino que contándole sus cuitas.

Por qué motivo cada uno elegía imagino que es algo que quedará para siempre entre el Señor, Madre Dolores y las personas que acudieron. Pero lo que yo sí veía era cómo los rostros salían serenos de nuestra iglesia, algunos con huellas de llanto, otros sin rastro de esas muecas de temor o dolor que yo había visto a su entrada.

Ya digo que fue una experiencia preciosa para mí. Es cierto que muchos venían tan sólo a ver el arte de un crucificado, de un gran escultor, pero todos salían admirados, unos imagino que por la belleza del rostro de Cristo, por su serenidad y el brillo de sus ojos que te miran dejando traslucir una ternura que impresiona.

Cristo de la Misericordia el domingo de Pasión de 2015
Pero no sólo impresiona por el valor de la escultura, o por lo bien que lo hizo Juan de Mesa, sino también porque para los Filipenses Hijos e Hijas de María Dolorosa el Cristo de la Misericordia es algo "especial". Voy a intentar contaros brevemente su interesante historia.

El 3 de enero de 1622 (curiosamente el año en que fue canonizado nuestro patrón, san Felipe Neri), Juan de Mesa y Velasco, escultor imaginero, recibió de Fray Domingo de Santos (Mercedario del convento de San José de Sevilla), el encargo de hacer una Cristo muerto de talla natural para el convento de estos frailes. Pero durante el tiempo en que Juan de Mesa estaba tallando el Cristo, a Fray Domingo le nombraron director de un patronato de mujeres que aportaba la dote para que jóvenes prostitutas pudieran contraer matrimonio.

Entonces Fray Domingo que quería que el Cristo fuera tallado muerto, le dijo a Juan de Mesa que deseaba que fuera un Cristo vivo, un Cristo de Misericordia para estas mujeres. Así pues, el fabuloso escultor cerró la llaga del costado y, con un golpe de gubia, abrió los ojos al Señor, que pasó así de muerto a vivo.

Es verdad que no es que el Cristo de Juan de Mesa resucitara, pero sí es cierto que pasó de muerto a vivo, y con su mirada misericordiosa, desde el año 1622 ha sido testigo y ha fortalecido a muchas mujeres que han pasado, a imitación de su imagen, de "muertas" a "vivas".

Pero no sólo es curioso cómo la imagen pasó de muerte a vida. Cuando el Padre Tejero y Madre Dolores buscaban una casa más grande para su obra de acogida a jóvenes que lograban salir de las redes de prostitución y para su congregación naciente, alquilaron un antiguo convento, que por la desamortización había pasado a manos particulares. Era un convento grande que tenía su iglesia, la iglesia de San José, nuestra primera iglesia. Y allí estaba el Cristo, especialmente tallado para nuestras muchachas hacía 240 años.

Con él se consolidó la obra de acogida y creció la congregación. Por eso, cuando la Junta Revolucionaria de Sevilla, en septiembre de 1868 nos quitó la Casa que Isabel II nos había cedido (el convento del Ángel en una perpendicular de la calle Sierpes), cuando nos quitó todas las subvenciones y nos ahogó hasta no tener recursos para pagar el alquiler. Cuando nos iba a cerrar la iglesia y llevarse todas las imágenes que el obispo nos había cedido; trasladamos esta al interior de la casa, con lo que se libró de ser saqueada.

Y, cuando el gobierno de Madrid nos cedió en abril de 1869, el convento de Santa Isabel, pedimos permiso al obispo para llevarnos no nuestra imagen, sino la imagen que pertenecía y pertenece a nuestras acogidas, la imagen en la que encuentran hoy, como encontraron en los siglos anteriores, la misericordia de un Dios que las ama, que las anima, que las fortalece cuando comienzan una vida nueva.

Por eso, cuando con este grupo de jóvenes que viven nuestro espíritu, celebramos el triduo en honor al Santísimo Cristo de la Misericordia, los donativos van destinados al proyecto de acogida a niñas-madre que la congregación tiene en Kenia. A construirles un hogar, a darles una nueva familia a las que han sido violadas, a veces con la idea que corre por aquellas tierras de que un hombre con sida que mantiene relaciones sexuales con una niña virgen le transmite la enfermedad a ella y se libra él. Terrible esclavitud de las mentiras que esclaviza a niñas y las priva de su vida.

Pero el Cristo tiene misericordia, de ellas y de ellos. Y nosotras, nosotros, oramos por ellas para que se sientan amadas y valoradas. Y oramos por ellos, para que reciban información correcta y pongan a su enfermedad los medios profilácticos y médicos necesarios sin tener que convertir a personas en objetos.

Hoy también os invitamos a escuchar una canción, que podría ser nuestra oración de hoy. Se trata de la canción Danos entrañas de misericordia del disco Canto Interior II, del grupo "Amigos de Orar". Dice lo siguiente:

Danos entrañas de misericordia
ante toda miseria humana
que todos encuentren en nosotros
un motivo para seguir esperando

Así que, mi invitación para este mes:

"Si necesitáis misericordia, acercaos al Señor; y si un milagro, encomendádselo a Madre Dolores".

Y, nunca os olvidéis de orar por los demás.

Os abrazan con cariño vuestras Hermanas del Equipo de Fundadores.

viernes, 31 de julio de 2015

SI NO MUERO POR TI

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Hola a todos y todas:
El 31 de julio es un día grande para cuantos somos Filipenses Hijos e Hijas de María Dolorosa, porque un día como hoy murió Madre Dolores Márquez, nuestra Fundadora.

La vida está llega de días grandes, días de vida y días de muerte, días de risas y días de llanto; porque, como dice el libro del Eclesiastés en su capítulo 3, hay un tiempo para cada cosa.

En 1904 el 31 de julio fue día de llanto, porque era día de muerte. Hoy, después de más de un siglo (ciento once años exactamente), es día de gozo, porque Madre Dolores sigue viva.

Viva en la Congregación, en las religiosas que la formamos, en nuestras niñas y niños, en nuestros alumnos y alumnas, en nuestras mujeres y en sus hijos; en nuestros educadores, trabajadores, colaboradores. Viva en los cientos de mujeres y hombres que, después de muchos años o de pocos, aún se sienten parte de nuestra familia.

Imágenes de la Eucaristía de acción de gracias nuestra capilla
de Puente Genil (31 de julio de 2015).
Pero hoy, día de gozo, también es día de tristeza, porque hoy, con una sencilla misa de acción de gracias, hemos dicho adiós a Puente Genil después de más de medio siglo. 

Hacía ya años que nos vimos obligadas a cerrar el hogar de acogida, y tras tener nuestros locales al servicio de varias asociaciones de caridad del pueblo, el único apostolado que ya realizaba la comunidad era el de ser testimonio de fidelidad y perseverancia en la oración y en el amor, pese a la avanzada edad de todas ellas.

Como en la vida de las personas, en la vida de las congregaciones también hay llegadas y salidas, saludos y despedidas; y hoy nos tocaba despedirnos de un pueblo (ya ciudad) al que hemos querido y por el que nos hemos sentido queridas.

Nos tocaba decir adiós a una etapa en la vida de nuestra familia, nos tocaba "morir".

Pero no nos importa morir, porque como cristianas, como filipenses, estamos convencidas de que no nos quitan la vida, la damos. Y la damos con gusto porque sabemos que somos como el grano de trigo enterrado, que se rompe y se desgarra para dar vida en forma de nueva espiga.

Es una lección que ya nos enseñó Madre Dolores, que aceptó perder la vida mucho antes de morir;  y siendo anciana voló alto encerrada en la pequeña habitación del "de profundis". 

Ella supo lo que es cerrar casas, como la de Jerez, la primera después de Sevilla, como la de Santa Victoria en Córdoba y la de Almería; 

y también tuvo experiencia de llegadas y salidas, de jóvenes que se recuperaban y jóvenes que volvían a la prostitución; de Hermanas que entraban y también se iban, como Madre Rosario, que murió dejando un gran ejemplo en la Congregación, o como otras que abandonaron el Instituto.

Aprendamos que el vivir encierra un morir, que el morir no es malo, es un paso, es avanzar hacia Dios, que sabe "por dónde y cómo hemos de seguir adelante".

Hoy he encontrado una canción que habla de esto. Se encuentra en el disco "Tierra", y su autora se llama Almudena. Creo que ella lo explica mejor que yo, por eso os invito a escucharla.

Dice:
Si no muero por ti
no creceré en tus campos
No habrá frutos que arrancar
ni semillas que sembrar
en esta tierra.
Si no muero por ti
no habrá hombres que aprendan
a amar sin esperar
a luchar sin descansar
adentrándose en tus sendas
si no salgo de mi
si no voy hacia ti,
daré vueltas y vueltas
quedando en mi.
Si no muero por ti
daré vueltas y vueltas...

Y, la verdad, creo que no merece la pena dar vueltas y vueltas, aunque también es cierto que lo hacemos muchas veces, quizás demasiadas.



Que tengáis todos un feliz mes de agosto.
Os abrazan con cariño vuestras hermanas del Equipo de Fundadores.

martes, 30 de junio de 2015

LAZOS DE CARIDAD

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Hola a todos y todas:

Hace unos días falleció en Sevilla nuestra hermana Madre Ana María Laffón, que próximamente cumpliría los cien años.

Madre Ana María Laffón en su 99 cumpleaños.


Sabemos que ya se encuentra en el cielo, en la congregación de los santos y los ángeles que siempre alaban a Dios.

Como diría Madre Dolores, hablando de la muerte de Madre Rosario Muñoz, la primera religiosa de nuestro Instituto, acaecida en el año 1875, "La muerte ocurrida nos avisa de lo indisolubles que son los lazos de la caridad que nos ha unido."

En las primeras constituciones de la Congregación, aprobadas en el año 1865, ya se hablaba de estos lazos de caridad, pues en el capítulo dedicado a las separación de las Congregantes dice:

No porque pueda romperse el lazo que une a las congregantes con la congregación se ha de suponer menos consistente, ni ha de creerse que baste cualquier motivo para separar lo que unió la caridad, que es fuerte, como la misma muerte.

A continuación dice:

Así es que ni aún por la muerte debe creerse roto este dulce vínculo por parte de la Congregación.

Y, un poco  más adelante, leemos:

Permanecerá la unión de las congregantes con la congregación tan íntima e inalterable que ni aún por la muerte deben considerarse rotos los lazos de caridad que las unen.

La pregunta que nos surge es si los lazos que nos unen a cuantos nos sentimos Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa son de verdadera caridad. 

Cuando se hila y se teje la seda se hace con muchísimo cuidado, para no romper los hilos, y que todos, cada uno en su color y dibujo, permanezcan unidos formando esas maravillas que podemos encontrar.

¿Ponemos nosotros el mismo cuidado en nuestras relaciones con quienes nos rodean?, o ¿nos dejamos llevar por este mundo corrupto, y sólo buscamos nuestro interés personal?

Miramos a nuestra sociedad, a nuestras naciones y al mundo globalizado en que vivimos, nos parece que ese cuidado ya no se ve, sólo encontramos división y rupturas, cada persona, cada grupo, cada sociedad cree que la suya es la única verdad, el único modo correcto de hacer las cosas, y que hay que imponerlos a costa de lo que sea.

Muchos se sienten "salvadores", otros muchos creen que sólo aniquilando a los que no son como ellos el mundo será mejor.

¿Qué pensamos nosotros?, ¿qué motor nos mueve en nuestras relaciones?, ¿qué lazos nos unen entre nosotros y con cuantos están cerca de nosotros?

Parece que el sacrificio de Cristo ha sido inútil, que los sacrificios de nuestros fundadores y de tantas hermanas y hermanos que han trabajado para construir la paz y la justicia al modo filipense han sido en vano.

Esto nos abate, y nos llama a abandonar el camino comenzado. A veces se nos hace muy duro seguir la senda del Evangelio con la alegría, sencillez, afabilidad y amor que san Felipe, el Padre Tejero y Madre Dolores vivieron hasta entregar totalmente sus vidas como Jesús, como María, como los Apóstoles y mártires.


La canción Prefiero el paraíso cantada por los alumnos
de nuestro colegio de Antequera

Cada día vemos en las noticias más cristianos masacrados, y tememos. Pero no perdamos de vista que somos seguidores de un crucificado, de San Felipe, tan atacado y perseguido en la Roma del renacimiento, de una mujer, Madre Dolores, que vivió martirizada por sus propias hermanas de congregación durante casi veinte años, del Padre Tejero un hombre que fue perseguido y maltratado durante la revolución y que recibió tantos ataques como alabanzas.

La fuerza de Cristo está en que no le quitaron su vida, sino que Él la entregó. La fuerza de Dios se hace presente cuando, pese a todo lo que nos rodea, seguimos tratando con amor a quien no nos lo devuelve. 

Esa es la salvación, convertir todas nuestras relaciones humanas en actos de amor, en lazos de caridad que nos unen con quienes piensan y hacen de un modo diferente al nuestro.
Ese es el espíritu de San Felipe, de Madre Dolores, del Padre Tejero; el amor que guió durante su vida a Madre Ana María Laffón. 

Sólo pidiéndole a Dios que nos ayude a amar, colaboraremos, al estilo Filipense, en la salvación del mundo, ya realizada en Jesús, pero sin terminar aún por los que deseamos seguirle.

No olvidemos que la muerte ocurrida nos avisa de lo indisolubles que son los lazos de la caridad que nos ha unido.

¡Madre Ana María Laffón, ruega por nosotros!

Os abrazan con cariño vuestras hermanas del equipo de Fundadores,





miércoles, 27 de mayo de 2015

SAN FELIPE NERI: SER Y NO PARECER

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Hola a todos y todas:

El pasado 26 de mayo, con la Iglesia, celebramos la festividad de San Felipe Neri, nuestro patrón.

Este año hace quinientos del nacimiento de este gran santo que vivió entre el 21 de julio de 1515 y el 26 de mayo de 1595.

Coetáneo de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola y otros grandes santos fue llamado "Apóstol de Roma" por su incansable trabajo pastoral de evangelización y ejemplo de vida cristiana.

Vivió muchísimas virtudes, pero entre ellas destaca su grandísima humildad. Daba importancia al ser, no al parecer. Sus biógrafos nos cuentan que:

Un día, en el acto de recreo después de la comida, se entabló conversación entre Felipe y monseñor Sauli, hombre de vasta ciencia y gran piedad, sobre un punto de teología.

Que:

De repente san Felipe se da cuenta de que traspasa los límites de su habitual reserva y que la plática toma un tono algo vivo y animado, 

y que:

Al instante, retirándose suavemente del debate, con aquella delicadeza de formas y maneras habituales en él, declaró conformarse con el parecer de los allí presentes, que tenían mucho mejor estudiada la materia.

También nos cuentan que con aquellas personas a las que no conocía íntimamente, se portaba de tal manera que daba pie a juzgarlo falto de instrucción.

Cuando, en una ocasión, el papa Clemente VIII aconsejó a unos nobles polacos que le visitaran y hablaran con él, a fin de que por su propia experiencia se dieran cuenta de sus virtudes, san Felipe (no sabemos cómo), se enteró, y cuando oyó que entraban y subían la escalera que daba a su cuarto, pidió a un padre que estaba con él, que tomara una novela y se pusiera a leerlo en voz alta hasta que él le dijera que parara.

Cuando entraron los aristócratas, San Felipe, sin otras palabras o ceremonias, les rogó que aguardaran a que terminase la lectura, y mientras seguía la lectura el decía con mucha gravedad: "Ya veis que también tengo libros buenos y que nutro mi espíritu con asuntos importantes.

Y no tuvo con ellos otra clase de conversación, ni una sola palabra espiritual.

Los visitantes se miraban extrañados por lo que estaban viendo y oyendo; y, al poco rato se fueron, sin entender nada.

Una vez que se habían ido, san Felipe pidió al padre que había estado leyendo que volviera a guardar el libro, y le dijo: Hemos hecho lo que teníamos que hacer.


San Felipe Neri
San Felipe Neri, obra de Pedro Duque Cornejo 
(convento Santa Isabel - Sevilla)

Eso de "Ser y no parecer" es lo que pretendía siempre San Felipe.

Ser santo y no parecerlo, ser culto y no parecerlo, ser orante y no parecerlo. Porque decía que la perfección exterior sin el amor de Dios es como un árbol cargado de hojas pero sin fuerza, sin savia suficiente.

Qué distinto de nosotros, que pretendemos llevar la razón, quedar por encima del de al lado, que buscamos el reconocimiento de nuestras obras, la aprobación social.

Muchas veces hemos escuchado las palabras de Santa Teresa: Humildad es andar en verdad. Así que buscamos que reconozcan nuestra verdad, que es nuestro conocimiento, nuestra cultura, nuestra razón, nuestro "bolsillo", sin dejar lugar a que el de al lado también tiene su verdad, su conocimiento, su cultura, su razón...

Nos parece difícil conjugar el "andar en verdad" de Santa Teresa y el "ser y no parecer" de San Felipe.

¿Cómo va a ser posible?

Nos parece algo que es, como poco, complicado.

Pero es muy, muy sencillo. Preguntémonos dónde está el punto de referencia para Santa Teresa y San Felipe. Y, ¿dónde está el mío?, ¿el nuestro?

Mirado así, el asunto se va aclarando.

Para Teresa y Felipe es claro que el punto de referencia es Dios. Por tanto, "andar en verdad" es reconocer quién y cómo somos delante de Dios, comparados con Dios. Y "ser" es ser ante Dios y no ante los demás.

Por desgracia, nuestra sociedad nos ha cambiado el punto de referencia, adoctrinándonos en que lo importante es la comparación con el vecino de casa, con el compañero o compañera de trabajo. Nos han dicho miles de veces que tenemos que ser el primero de la promoción, tener mejor trabajo y ser más importante a los ojos del mundo.

Alabamos a las artistas por su apariencia, a los futbolistas por su potencia y su estado físico, a los magnates por los ceros de sus cuentas bancarias. Eso, más o menos, también pasaba en tiempos de Santa Teresa y San Felipe. Pero ellos, como los miles de mártires de los siglos XX y XXI, nos enseñan que hay que poner a Jesús (crucificado, humillado, despreciado, ...) en el centro; y sólo con Él hacer nuestras comparaciones.

Así nuestra verdad se centrará en lo importante y, sin importarnos la apariencia, seremos.

Os abraza,

El equipo de Fundadores.

martes, 12 de mayo de 2015

ALEGRAOS UNA Y MIL VECES

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Hola a todos y todas,

Mayo siempre ha sido el mes de las flores, flores en las macetas, flores en los jardines, flores para las madres, flores para María, la Madre de todos,…

Mayo es, casi siempre, el mes de Pascua, el mes de Jesús resucitado, el mes en que la Iglesia se alegra una y mil veces. Se alegra por saber que el Amor de Dios es más fuerte que la muerte, se alegra por la venida y presencia del Espíritu Santo en el mundo, en la Iglesia, en cada uno de nosotros y nosotras.

En el mes de mayo los Filipenses celebramos dos acontecimientos muy importantes para nosotros: el nacimiento de nuestro Fundador, el Padre Tejero el once de mayo de 1825 en Garray (Soria), y la fiesta (en el día de su muerte) de San Felipe Neri, nuestro patrón (o como decimos a veces, de nuestro “abuelo”), por ser el fundador de las Congregaciones del Oratorio, a las que perteneció el Padre Tejero, y por ser el inspirador y modelo de nuestra espiritualidad.

¡Un mes bonito el de mayo!

Por eso, con nuestro fundador, y con san Pablo en su carta a los Filipenses (que parece escrita para nosotros) os digo: ¡Alegraos!, ¡Alegraos una y mil veces!


Alegraos porque la vida ha vencido a la muerte, alegraos porque nuestras pequeñas (o grandes) muertes de cada día son al mismo tiempo resurrecciones, avances hacia la meta de nuestro camino, que es la identificación con Cristo.

Alegraos porque en nuestro mundo de hoy no sólo hay corrupción y guerras y muerte y genocidios y catástrofes.

Alegraos porque cada acto de amor, de superación, de justicia y aceptación de la voluntad de Dios hace presente el Reino de Dios venciendo a la oscuridad y la muerte.

Alegraos por el testimonio que nos dan tantos mártires que, frente al dolor y la muerte siguen fieles al mensaje de amor infinito e incondicional de Cristo. Y sufren y mueren como Cristo, diciendo “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.

Alegraos porque toda la Iglesia les acompaña, y su sangre, como la de los apóstoles y los primeros cristianos es fuente de vida para la Iglesia.

Alegraos porque, aunque nuestra fe se haya adormecido, aunque nuestra fe sea débil y sigamos eligiendo la comodidad y huyendo de la dificultad, los mártires son una gran fuente de fuerza y Amor para toda la Iglesia, y en ella nosotros.

¡Alegraos! e intentad vivir vuestra vida como ese camino de fe iniciado por Jesucristo, seguido por María y por San Felipe, continuado por el P. Tejero y M. Dolores, y vivido ahora por todos los que nos sentimos Filipenses Hijos e Hijas de María Dolorosa.

En la Congregación, como en la Iglesia, celebramos en Mayo el mes de María, nuestra Madre. Y a ella, como buenos hijos e hijas, le llevamos nuestros ramos de flores, que si algunas veces son de rosas, muchas más son esfuerzo, sacrificio y superación.

Madre Dolores, cuando ya no era Superiora General, tuvo que viajar desde Málaga a Granada, y allí recibió la propuesta de una nueva fundación. Al recibir la negativa de Sevilla, ofreció sus lágrimas a María como un pequeño ramito de Violetas.



Imitemos a nuestros fundadores, ofrezcamos nuestras dificultades y penas a María, como pequeños ramitos de violetas, y podremos alegrarnos viendo cómo florecen y crecen esas pequeñitas flores de nuestros sacrificios.

Que tengáis un muy buen mes de mayo y no se os olvide lo que nos recomiendan a los Filipenses:

¡Alegraos una y mil veces!

Os abraza,

El equipo de Fundadores.

lunes, 9 de febrero de 2015

SALVAR ALMAS

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Hola a todos y todas:

El día dos de febrero de 1860, tras dos meses de prueba en la Casa de Arrepentidas que el Padre Tejero había abierto con Rosario Muñoz Ortiz, Dolores Márquez determinó quedarse definitivamente, llevando para ello sus cosas a aquella casa de la calle Bustos Tavera de Sevilla.

No había sido fácil para ella tomar la decisión; pues todos le aconsejaban que lo dejase correr, que aquello era una locura de un cura joven que no sabía dónde se metía (el Padre Tejero tenía entonces más o menos treinta y cinco años).

Todos le decían que era una locura que una mujer de su categoría social viviera con prostitutas.

Y es que Dolores era hija de un juez, y eso, en la Sevilla del siglo XIX, pesaba mucho.

Le decían que la iban a tomar por una de tantas, que iba a perder su dignidad, que...
Y...

¡La verdad es que tenían razón!

Aquello era una verdadera locura.

Dos mujeres mayores (Dolores tenía 43 años y Rosario 49) viviendo con un grupo de jóvenes prostitutas. ¿Qué podía pensar la gente?

Una mujer elegante, educada, "con clase" viviendo con chicas que no tenían modales, que no sabían "ni cerrar una puerta sin dar golpe".

Una mujer que se había codeado con marquesas y duquesas, que era "buena cristiana" e incluso había pensado meterse a monja...

¿Qué le había pasado a Dolores?

Casa de la Calle Bustos Tavera, en la que entró M. Dolores Márquez.


Ella decía que lo que le movió fueron las palabras que le dijo el Padre Tejero: "que era para salvar almas".

En este comienzo de mes nos podemos preguntar: ¿qué es lo que me mueve a mí?

Lo que me mueve a levantarme cada día, a elegir qué me pongo, o qué desayuno, o las mil y una decisiones de cada día.

Hoy ya no es moda hablar de "almas", y menos de "salvarlas". ¡El mundo está salvado!, ¿cómo voy yo a pretender salvar una sola alma?

Pero las "almas" de las que ella hablaba son las personas que cada día nos rodean. Aquellas con las que elegimos estar o las que decidimos alejar de nuestras vidas.

Para Dolores "salvar almas" era sacarlas del infierno.

Y hoy... ¿Cuántas personas a nuestro lado viven un "infierno"?

No nos gusta hablar de "salvar", ni hablar de "almas"; pero los que nos rodean necesitan que les recordemos que tienen un alma, que hay un Dios que les ama y que les ama tanto que no va a dejar que "se pierdan" en ese "infierno" que les ha tocado vivir.

Como Filipenses nos podemos preguntar ¿estoy colaborando para que la vida de los que me rodean sea un cielo?, ¿quién, cerca de mí, vive un infierno?, ¿qué puedo hacer yo por él? (¿por ella?)

¿Es mejor "dejarlo correr"?, como le decían sus amigos a Dolores, o, más bien al contrario, ¿merece la pena ser tomado por tonto/a? (a ella le decían "por prostituta", pero bueno).

Vivir en clave Filipense es ir por la vida descubriendo las "almas" que esconden los "cuerpos" y demostrar a sus "dueños" que sus almas son hermosas, que son amadas de Dios y que merece la pena salir de los infiernos de esta vida.

Porque es muy sencillo salir del infierno cuando uno llega a descubrir que debajo de todos los "problemas", "agobios", dificultades e incluso "pecados", tenemos un alma, y que nuestra alma es el lugar en el que las cosas miden lo que de verdad miden, ni más, ni menos.

Y que nuestra alma es el lugar en que nadie nos juzga, porque Dios que es el único que nos puede juzgar, nos quiere más que la mejor madre, que el mejor padre; porque Dios nos perdona, nos ayuda a "sacar la pata" que nosotros "metemos".

"Salvar almas" hoy es ayudar a sus dueños, a sus dueñas, a descubrir que las tienen, y que son infinitas y queridas por Dios.

Durante este mes, ¡seamos Filipenses!: ¡Salvemos almas!

Que Dios os bendiga y salve vuestra alma y la nuestra.

Una vez más, os abrazamos con cariño,

M. Benilda, M. Celina y M. Inma
Casa de la calle Jamerdana, donde tuvo su origen la Casa de Arrepentidas.

jueves, 1 de enero de 2015

Que María endulce todas las amarguras que la vida presente nos ofrece.

"María endulce todas las amarguras que la vida presente nos ofrece." (Madre Dolores)

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Uno de enero. ¡¡¡Muy feliz año nuevo!!!

Aquí estamos, de nuevo en clave filipense, y este día que celebramos la festividad de Santa María, Madre de Dios, vamos a recordar el nacimiento de Madre Dolores, nuestra fundadora, ocurrido en Sevilla, el 23 de diciembre de 1817.

Sus padres procedían de dos familias de terratenientes afincadas en Constantina, pueblo de la sierra norte de Sevilla. Sus propiedades se extendían hasta Extremadura.

Alonso, el padre, era juez, y había renunciado a su herencia en beneficio de sus hermanos, que no habían estudiado como él.

Había estado varios años en el seminario de Córdoba antes de enamorarse de Catalina, con la que se casó y tuvo cuatro hijas y un hijo que murió al nacer.

Durante su infancia, como era habitual en aquel tiempo, ella y sus hermanas jugaban a que una de ellas, Dolores por lo general, era monja, y recibía a sus hermanas en lo que imaginaban que era el locutorio del convento. Como niñas que eran, casi siempre terminaban regañando, unas veces por una cosa, otras por otra; como todos los niños y niñas del mundo.

Plaza de San Francisco, donde vivió M. Dolores sus primeros años.

Catalina falleció cuando Dolores, que era la mayor, tenía 10 años.

Entonces le "tocó" hacerse mayor. Entonces Dolores empezó a ejercer de "Madre" para con sus hermanas.
Muchos años más tarde, Dios le pediría cambiar la vida de clausura, por la que se sentía atraída, por otra "Maternidad": Dios le llamó a ser "Madre de las Arrepentidas", madre de las jóvenes que conseguían escapar de las tupidas redes de la prostitución e intentaban comenzar una vida nueva.

Madre de las que no eran niñas inocentes, pero estaban tan desamparadas como un recién nacido.

Madre de las que traían un gran bagaje de dolor y sufrimiento y estaban rotas en mil pedazos que, pacientemente había que recomponer.

Madre de las que habían sido tratadas como objetos, como animales, y necesitaban saber que eran seres humanos, personas amadas por ellas mismas, no por sus cuerpos.

Madre de las que nadie había querido y que con ella empezaban a sentirse queridas y respetadas, a sentir que realmente eran hijas de un Dios que se preocupaba por ellas y que había ido a buscarlas como el pastor a su oveja perdida.

Hoy, que celebramos que María es Madre de Dios, queremos recordar la maternidad de Madre Dolores, y queremos que su maternidad sea modelo para todos los que nos sentimos Filipenses.

Como Filipenses estamos llamados y llamadas a relacionarnos con quienes nos rodean de un modo "materno". Si la Virgen fue Madre de Dios, no fue sólo por haber dado a luz a Jesús, el Hijo de Dios; sino porque durante su vida cuidó, veló, se preocupó, siguió y rezó por su Hijo.

Ese es el modo Filipense de ser "Madre": no nos desentendemos de los demás. Nos preocupa lo que les suceda, les escuchamos con paciencia y, aun conociendo sus defectos, les queremos tal y como son. Seguimos sus pasos con mirada atenta pero respetuosa, con corazón abierto y oración constante.

Queremos ser "Madres", y por eso no nos importa qué sea lo que hemos de hacer por nuestro prójimo; no nos importa desvelarnos, ni servirles, ni hacer cualquier cosa por su bien.
No consideramos degradante servirles, "lavarles los pies", porque una madre no considera degradante preparar la comida a sus hijos, ni lavarles, ni limpiar la casa para ellos, ni enseñarles a hacer las cosas.

Jesús tampoco lo consideró degradante; más bien nos dio ejemplo lavando los pies de los discípulos y nos dijo que hiciéramos lo mismo.

Como María fue madre, como Madre Dolores fue madre, seamos "Madres", seamos Filipenses.

Y así, como María, Madre de Dios, "endulcemos" a los que nos rodean sus amarguras en esta vida presente.

Así veremos cómo también para nosotros y nosotras, las amarguras de esta vida presente María nos las hace más dulces cada día.

¡¡¡Feliz año 2015!!!

Que Dios bendiga todos y cada uno de los días de este año que comienza.

Os abrazan,
M. Celina, M. Benilda y M. Inma
Madre Dolores Márquez

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