miércoles, 9 de febrero de 2022

GENTE DEL "PORLA"

 Escucha este capítulo en nuestro Podcast "Enclave de FI"

Hola a todos:

Últimamente varias circunstancias vividas con los niños cuando van a la iglesia o a misa, me ha hecho recordar y meditar en lo que, de pequeños llamábamos el "Porla".

Bueno, de pequeños los que pasamos ya de los cincuenta, no creo que a los menores de esa edad les suene.

Para ellos me explico:

El llamado "Porla" por nosotros era el signo que hacemos los católicos cuando el sacerdote comienza a leer el evangelio en misa. Oficialmente se llama "Persignarse", traducción del latín del gesto que decía "Per signum crucis" en latín, que traducido al castellano sería "Por la señal de la cruz", más breve "Por la señal", y para nosotros los niños de aquella época el "Porla".

Bien. 

El "Porla" consiste en hacer tres cruces diciendo:

"Por la señal de la santa cruz

de nuestros enemigos

líbranos, Señor".

La primera cruz se hace en la frente con la primera frase: "Por la señal de la santa cruz".

La segunda se hace en la boca diciendo la segunda: "de nuestros enemigos".

Y, por último, la tercera se hace en el pecho terminando la oración: "líbranos, Señor".

Y, después hay quién se santigua, como conocemos: "En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo".

El caso es que, hablando de estas cosas con las mujeres que se preparan para la confirmación, les pregunté si sabían lo que se decía y por qué; así que se lo expliqué tal y como recuerdo de memoria desde mi infancia.

La primera en la frente para que nos libre de los malos pensamientos.

La segunda en la boca para que nos libre de las malas palabras y...

La tercera en el pecho para que nos libre de los malos deseos y acciones.

Qué oración tan sencilla, tan bella y tan olvidada. ¡Qué pena!

Por otra parte, comentando con otro grupo de personas, en este caso profesores y maestros, hablábamos de cómo se puede echar de menos comenzar la mañana con una oración, aunque la hagas más tarde; como nos ha ocurrido con las clases que, a primera hora a causa del COVID y las consiguientes medidas de seguridad que obligan a un protocolo que deja las primeras horas convertidas en medias, nos ha obligado a dejar la oración de la mañana relegada a la entrada después del recreo.

Nos planteábamos que es raro no empezar la mañana encomendando el día al Señor, porque no se podían perder otros cinco o diez minutos más.

En el diálogo terminamos dándonos cuenta de que ya no es sólo que la oración de la mañana sea más o menos larga, más o menos profunda, dedicándole más o menos tiempo; que la cuestión es hacerse una pregunta como cristianos: 

¿De qué forma afronto mi tarea diaria?, ¿dónde pongo a Dios?, ¿cuántas veces le recuerdo a lo largo del día?

O también, como con el "Porla": ¿pido ayuda a Dios para no sólo no caer, sino para que me acompañe y me ayude en cada cosa que hago?

Decimos que somos cristianos, pero ¿en qué lugar hemos puesto a Dios?

¿Lo hemos dejado relegado a la misa de los domingos?, o ¿ni siquiera a eso?

Con los profesores y maestros, comentaba que es muy, pero que muy sencillo, llegar a clase y hacer la señal de la cruz. A lo mejor al principio la hago yo sola, o a lo mejor me acompañan los niños. Y es muy cortito hacer la señal de la cruz y después decir algo así como "Acompáñame (acompáñanos), Señor en esta clase, en este trabajo que voy (vamos) a hacer ahora".

Me hizo gracia que uno, sólo uno, (ya rondando esos cincuenta que dije al principio) recordó que cuando él era pequeño, eso se hacía. Que todos se ponían de pie y hacían la señal de la cruz al empezar las clases en su colegio.



Y, es que nos creemos que como tenemos mucho que hacer (a mí también me pasa) no podemos dejar esas cosas para rezar, aunque sea algo tan breve como santiguarse y pedir al Señor que nos mande su Espíritu que nos ayude.

Después de todo esto, llegó el quinto domingo del tiempo ordinario, en el ciclo C en que estamos. 

Y en el evangelio leímos la primera pesca milagrosa que narran los evangelios. No sé si lo recordáis...

Jesús llega por la mañana a la orilla del lago y los pescadores están lavando las redes después de toda una noche trabajando sin resultado ninguno. Están cansados, mejor dicho: reventados, física y mentalmente. Ese día no tendrán nada que llevar a casa. También están deseando poder echarse un rato y descansar.

Pero Jesús le dice a Simón (que aún no era Pedro), que separe un poco la barca de la orilla porque quiere predicar y que todos puedan verlo y oírlo. 

Ya se había juntado mucha gente en la orilla al enterarse de que Jesús andaba por allí.

Y el cansado Simón y su hermano separan la barca y dejan que Jesús predique. Y, cuando piensan que ya ha acabado y que pueden volver a casa a descansar, resulta que les dice que vuelvan lago adentro y echen de nuevo las redes al agua.

¡Madre mía! ¿¡Otra vez!? -debieron pensar Simón y su hermano- ¿¡Pero si nos hemos pasado la noche entera y no hemos conseguido nada!?

Simón, ya casi Pedro, le dice lo que piensan, pero luego añade:

- Bueno, de todos modos, "POR TU PALABRA" echaré las redes.

Y tuvieron que llamar a los de la otra barca, porque no podían con los peces, y se llenaron las dos barcas.

"Por tu palabra", en tu nombre, "Porla"...

¿Cuántas veces trabajamos para nada?, ¿cuántas horas nos pasamos en la tienda, en el ordenador, en el puesto de trabajo, hablando con nuestros hijos, amigos, alumnos, intentando que comprendan algo, o con nuestros conyuges intentando decidir (discernir), sin llegar a ninguna conclusión, sin lograr ningún objetivo o tan sólo pequeñas cosas que apenas nos sirven?

Preguntémonos cuál es la razón.

¿No será que hemos dejado de situarnos al lado de Dios?, ¿que ya no hacemos las cosas "por su palabra"?, ¿qué hemos olvidado que toda la sabiduría, la capacidad de trabajo y de discernimiento están en Dios, en su Espíritu?

Hay una tradición en la Congregación, que comenzaron nuestros padres fundadores, que es comenzar todas las reuniones con una oración. Una oración que es más o menos larga, más o menos libre, pero que nos recuerda que sólo Él es quien puede orientarnos, ayudarnos a discernir y acompañarnos para que nuestro trabajo dé su fruto.

El P. Tejero, en una ocasión, le escribió a M. Dolores:

Nosotros somos los débiles instrumentos que Dios ha elegido para  su Santa obra, y solo quiere que hagamos lo que está de nuestra parte y lo demás dejémoslo a su paternal cuidado.

Pero, creo que muchas veces nos creemos que nuestro trabajo y nuestras obras y diálogos son nuestros, y que sólo nosotros estamos a cargo de nuestras vidas, de nuestras obras y de quienes dependen de nosotros.

¡Qué errados estamos! ¡Qué equivocación tan grande!

¿Quién es el más interesado en que todo termine bien, para nosotros y para los que nos rodean?, ¿quién es el que más nos quiere, el que más se preocupa por nosotros?

Entonces...

¿Por qué le apartamos de esa manera de nuestras vidas?

¡Dejemos a Dios entrar en nuestras vidas!

¡Hagamos las cosas "Porla"! (Por la señal de la santa cruz)

¡Abramos las puertas a la luz, a la sabiduría, al discernimiento y a la fuerza del Espíritu Santo de Dios!

Entonces experimentaremos (os lo puedo prometer) que, cuando hacemos oración antes de comenzar nuestra tarea, algo cambia: vemos más claras las cosas, nos vienen a los labios las palabras convenientes, cunde más nuestro trabajo y nos sentimos mejor; porque, además, como habremos puesto el resultado en sus manos, viviremos menos estresados y con más paz, lo que repercutirá también en nuestras relaciones familiares, en nuestras amistades y, de rebote, en el mundo.

Hoy os invito a meditar, o mejor, a dejaros llevar por esta canción de Salomé Arricibita llamada "Padre, Hijo y Espíritu". 


 
En el Nombre del Padre, aprender a esperar
en el Nombre del Padre, perdonar y sanar
en el Nombre del Padre, celebrar y abrazar
en el Nombre del Padre, ofrecer un hogar

En el Nombre del Hijo, vivir para amar
en el Nombre del Hijo, amar sin mirar
en el Nombre del Hijo, mirar sin juzgar
en el Nombre del Hijo, sembrar siempre paz

EN EL NOMBRE DEL PADRE, EN EL NOMBRE DEL HIJO
QUE EL ESPÍRITU SOPLE PARA ESTAR SIEMPRE VIVOS
EN EL NOMBRE DEL PADRE, EN EL NOMBRE DEL HIJO
QUE EL ESPÍRITU SOPLE PARA VIVIR UNIDOS

Que el Espíritu sople y renueve cada alma
que el Espíritu sople y abramos las alas
que el Espíritu sople y nos puedan las ganas
de dejar que entre dentro y ventile la casa

EN EL NOMBRE DEL PADRE...

Seamos personas del "Porla"; dejemos a Dios acompañarnos y unámonos fuertemente a Él en todo momento.

Un abrazo en Él.