Hola a todos y todas:
El día dos de febrero de 1860, tras dos meses de prueba en la Casa de Arrepentidas que el Padre Tejero había abierto con Rosario Muñoz Ortiz, Dolores Márquez determinó quedarse definitivamente, llevando para ello sus cosas a aquella casa de la calle Bustos Tavera de Sevilla.
No había sido fácil para ella tomar la decisión; pues todos le aconsejaban que lo dejase correr, que aquello era una locura de un cura joven que no sabía dónde se metía (el Padre Tejero tenía entonces más o menos treinta y cinco años).
Todos le decían que era una locura que una mujer de su categoría social viviera con prostitutas.
Y es que Dolores era hija de un juez, y eso, en la Sevilla del siglo XIX, pesaba mucho.
Le decían que la iban a tomar por una de tantas, que iba a perder su dignidad, que...
Y...
¡La verdad es que tenían razón!
Aquello era una verdadera locura.
Dos mujeres mayores (Dolores tenía 43 años y Rosario 49) viviendo con un grupo de jóvenes prostitutas. ¿Qué podía pensar la gente?
Una mujer elegante, educada, "con clase" viviendo con chicas que no tenían modales, que no sabían "ni cerrar una puerta sin dar golpe".
Una mujer que se había codeado con marquesas y duquesas, que era "buena cristiana" e incluso había pensado meterse a monja...
¿Qué le había pasado a Dolores?
Casa de la Calle Bustos Tavera, en la que entró M. Dolores Márquez.
Ella decía que lo que le movió fueron las palabras que le dijo el Padre Tejero: "que era para salvar almas".
En este comienzo de mes nos podemos preguntar: ¿qué es lo que me mueve a mí?
Lo que me mueve a levantarme cada día, a elegir qué me pongo, o qué desayuno, o las mil y una decisiones de cada día.
Hoy ya no es moda hablar de "almas", y menos de "salvarlas". ¡El mundo está salvado!, ¿cómo voy yo a pretender salvar una sola alma?
Pero las "almas" de las que ella hablaba son las personas que cada día nos rodean. Aquellas con las que elegimos estar o las que decidimos alejar de nuestras vidas.
Para Dolores "salvar almas" era sacarlas del infierno.
Y hoy... ¿Cuántas personas a nuestro lado viven un "infierno"?
No nos gusta hablar de "salvar", ni hablar de "almas"; pero los que nos rodean necesitan que les recordemos que tienen un alma, que hay un Dios que les ama y que les ama tanto que no va a dejar que "se pierdan" en ese "infierno" que les ha tocado vivir.
Como Filipenses nos podemos preguntar ¿estoy colaborando para que la vida de los que me rodean sea un cielo?, ¿quién, cerca de mí, vive un infierno?, ¿qué puedo hacer yo por él? (¿por ella?)
¿Es mejor "dejarlo correr"?, como le decían sus amigos a Dolores, o, más bien al contrario, ¿merece la pena ser tomado por tonto/a? (a ella le decían "por prostituta", pero bueno).
Vivir en clave Filipense es ir por la vida descubriendo las "almas" que esconden los "cuerpos" y demostrar a sus "dueños" que sus almas son hermosas, que son amadas de Dios y que merece la pena salir de los infiernos de esta vida.
Porque es muy sencillo salir del infierno cuando uno llega a descubrir que debajo de todos los "problemas", "agobios", dificultades e incluso "pecados", tenemos un alma, y que nuestra alma es el lugar en el que las cosas miden lo que de verdad miden, ni más, ni menos.
Y que nuestra alma es el lugar en que nadie nos juzga, porque Dios que es el único que nos puede juzgar, nos quiere más que la mejor madre, que el mejor padre; porque Dios nos perdona, nos ayuda a "sacar la pata" que nosotros "metemos".
"Salvar almas" hoy es ayudar a sus dueños, a sus dueñas, a descubrir que las tienen, y que son infinitas y queridas por Dios.
Durante este mes, ¡seamos Filipenses!: ¡Salvemos almas!
Que Dios os bendiga y salve vuestra alma y la nuestra.
Una vez más, os abrazamos con cariño,
M. Benilda, M. Celina y M. Inma
Casa de la calle Jamerdana, donde tuvo su origen la Casa de Arrepentidas.