jueves, 10 de junio de 2021

INSEGUROS

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 Vivimos un mundo sujeto a cambios vertiginosos.

La inseguridad nos rodea. Lo que ahora es, dentro de dos horas cambia. La tranquilidad con que, hace poco más de un año, contemplábamos nuestras vidas y el mundo, ha desaparecido. Nos resulta difícil, si no imposible, hacer planes a largo plazo.

Nos encontramos cansados, inquietos, temerosos en muchos casos y muy preocupados cuando la situación nos ha llegado a afectar en nuestro trabajo, medio de vida, salud, familia...

La ansiedad, la depresión y la tristeza se han colado en nuestras vidas.

¿Cómo es posible que un simple virus nos haya afectado tanto?

Pero estoy convencida de que, si nos ponemos a pensar, no se trata sólo del virus. Si fuera sólo eso, la llegada de las vacunas y su distribución, habrían calmado las cosas. 

Es algo más profundo, más doloroso y que está afectando, no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo, a la estructura misma de la sociedad globalizada.

Hace ya más de cuarenta años, tuve una conversación con mi padre en la que él decía que estaba comenzando un cambio de Era. 

Según el diccionario de la Real Academia, "Era" es un extenso período histórico caracterizado por una gran innovación en las formas de vida y de cultura.

Me explicaba que el paso de una Era a la siguiente no era rápido, sino que duraba entre cincuenta y cien años, así que estábamos en el surgir de nuevas formas de vida y cambios en las costumbres.

Imagino que los historiadores nos sabrían decir más cosas analizando la decadencia de las distintas culturas que han sido predominantes en la historia de la humanidad, y que comparten una serie de características, así como la disolución de los límites de lo aceptado socialmente y la, por desgracia, normalización de la violencia en todos los aspectos de la vida.

Estos cambios se están dando en nuestra sociedad, y de forma más acelerada desde el comienzo de la pandemia del Covid-19, que lleva tiempo diciéndose ha podido ser provocada deliberadamente para intervenir en el juego global de poderes dominantes.

Pero el cambio ya había comenzado antes, mucho antes. Al menos hace cuarenta y cinco años. Un cambio que ha venido con adelantos en las máquinas, en las comunicaciones, en la medicina, etc. y que nos ha hecho (como a todos los pueblos de la historia), creernos poderosos, superiores a la naturaleza que habíamos empezado a controlar; y que ha tenido como consecuencia que olvidáramos nuestra fragilidad, nuestra condición de criaturas.

Inseguridad es una de las palabras más utilizadas últimamente, incluso en la predicción meteorológica. Una inseguridad que invade todos los aspectos de la vida personal, familiar, social y política; una inseguridad que, en muchos casos, se convierte en temor. 

Y es que no estábamos acostumbrados a temer. 


Pero, ante la inseguridad, ante los cambios, ante el temor, también vivieron nuestros Fundadores: 

Madre Dolores supo lo que era la pérdida de la fortuna por causas políticas y por causas físicas: lo vivió en el exilio y la enfermedad y muerte de sus padres; lo vivió cuando la revolución le hizo sentir cómo cruzaban las balas por encima de su cabeza...

El Padre Tejero también experimentó pérdidas importantes desde muy temprana edad: su madre muere cuando tiene tres años, su padre lo manda con su tío al otro "extremo del mundo" (más de veinte días de viaje). Después vivió el exilio y la enfermedad hasta sentir muy próxima la muerte...

Pero ellos tenían su fe arraigada sobre roca. Estaban anclados en Dios. Confiaban en el amor incondicional de Dios, y en Él ponían sus esperanzas, pasara lo que pasase.

Eso les permitió vivir los avatares de la vida con paz, con una paz que sobrepasa todo temor. Porque habían llegado a la conclusión de que nada es tan importante como estar anclados en Dios, a quien sentían que pertenecían y por quién se sabían protegidos, sobre todo en esos 21 gramos que van a abandonarnos en el momento de la muerte y que van a ser lo único que quede de nosotros.

El alma, esos 21 gramos que dicen los científicos que abandonan el cuerpo a la hora de la muerte, es lo que hay que cuidar, por lo que hay que preocuparse.

Y eso está en manos de Dios. 

Madre Dolores y el Padre Tejero lo tenían claro: "Estamos en manos de Dios". 

Y, como diría san Pablo: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?... En todo esto vencemos por aquel que nos ha amado".

Creo que son suficientemente claras las palabras de san Pablo: "En todo vencemos por aquel que nos ha amado."

El problema hoy sería saber si alguien se siente en manos de Dios.


Decimos que estamos en manos del gobierno de turno, o de las multinacionales, o de las empresas farmacéuticas, de las eléctricas, del Covid... pero nos olvidamos de Dios. 

Y, si nos sintiéramos realmente en manos de Dios, nos importaría poco estar en manos de quién fuera;  aunque fuese nuestro peor enemigo, aunque sufriéramos hambre, enfermedad, desnudez, peligro, espada, nos importaría poco realmente, pues sentiríamos siempre a Dios con nosotros, y tendríamos su consuelo, su fortaleza, su luz, su sabiduría y todos sus dones para mirar de frente la vida y saber que este mundo pasa, que sólo Él permanece y que sólo en Él permanecemos nosotros.

Arraiguemos nuestras almas en Dios. Hablemos con Él con confianza. Meditemos en su grandeza y en el infinito amor con que nos mira a pesar de nuestra pequeñez, a pesar de ser menos que pequeños puntitos en el inmenso universo.

Vivamos desde el espíritu, dejemos que el Espíritu Santo nos invada, oremos, leamos la Palabra, acudamos confiadamente a los sacramentos. Recuperemos la vida espiritual y, poco a poco, la paz, la confianza y la tranquilidad irán llenándonos, quitando sitio a la angustia, a las tensiones y el miedo.

Dediquemos a Dios al menos el mismo tiempo que dedicamos a ver o leer noticias, a las redes sociales, a las series; y veremos cómo nuestra visión del mundo se hace más clara, más optimista, porque sabremos que al final, la última palabra la tendrá Dios.

Hoy os invito a escuchar una canción del grupo Cordobés IXCIS, que se titula "Arraigados en ti". Dejaos llevar por ella.


Arraigados en ti,
edificados en ti, Señor,
firmes en la fe. 

Si vamos contigo
nada hay que temer.

Tú mi agua,
Tú mi Dios.
Tú mi roca.
Tú: ¡Señor!

No lo dudéis, a medida que aumentéis vuestro tiempo con Dios disminuirá vuestra preocupación y la inseguridad os irá dejando. Porque ya lo decía Jesús cuando saludaba:

¡Paz a vosotros! ¡No temáis!

Y así me quiero despedir yo también:

¡Paz a todos!, ¡no temamos!