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Uno de enero. ¡¡¡Muy feliz año nuevo!!!
Aquí estamos, de nuevo en clave filipense, y este día que celebramos la festividad de Santa María, Madre de Dios, vamos a recordar el nacimiento de Madre Dolores, nuestra fundadora, ocurrido en Sevilla, el 23 de diciembre de 1817.
Sus padres procedían de dos familias de terratenientes afincadas en Constantina, pueblo de la sierra norte de Sevilla. Sus propiedades se extendían hasta Extremadura.
Alonso, el padre, era juez, y había renunciado a su herencia en beneficio de sus hermanos, que no habían estudiado como él.
Había estado varios años en el seminario de Córdoba antes de enamorarse de Catalina, con la que se casó y tuvo cuatro hijas y un hijo que murió al nacer.
Durante su infancia, como era habitual en aquel tiempo, ella y sus hermanas jugaban a que una de ellas, Dolores por lo general, era monja, y recibía a sus hermanas en lo que imaginaban que era el locutorio del convento. Como niñas que eran, casi siempre terminaban regañando, unas veces por una cosa, otras por otra; como todos los niños y niñas del mundo.
Plaza de San Francisco, donde vivió M. Dolores sus primeros años. |
Catalina falleció cuando Dolores, que era la mayor, tenía 10 años.
Entonces le "tocó" hacerse mayor. Entonces Dolores empezó a ejercer de "Madre" para con sus hermanas.
Muchos años más tarde, Dios le pediría cambiar la vida de clausura, por la que se sentía atraída, por otra "Maternidad": Dios le llamó a ser "Madre de las Arrepentidas", madre de las jóvenes que conseguían escapar de las tupidas redes de la prostitución e intentaban comenzar una vida nueva.
Madre de las que no eran niñas inocentes, pero estaban tan desamparadas como un recién nacido.
Madre de las que traían un gran bagaje de dolor y sufrimiento y estaban rotas en mil pedazos que, pacientemente había que recomponer.
Madre de las que habían sido tratadas como objetos, como animales, y necesitaban saber que eran seres humanos, personas amadas por ellas mismas, no por sus cuerpos.
Madre de las que nadie había querido y que con ella empezaban a sentirse queridas y respetadas, a sentir que realmente eran hijas de un Dios que se preocupaba por ellas y que había ido a buscarlas como el pastor a su oveja perdida.
Hoy, que celebramos que María es Madre de Dios, queremos recordar la maternidad de Madre Dolores, y queremos que su maternidad sea modelo para todos los que nos sentimos Filipenses.
Como Filipenses estamos llamados y llamadas a relacionarnos con quienes nos rodean de un modo "materno". Si la Virgen fue Madre de Dios, no fue sólo por haber dado a luz a Jesús, el Hijo de Dios; sino porque durante su vida cuidó, veló, se preocupó, siguió y rezó por su Hijo.
Ese es el modo Filipense de ser "Madre": no nos desentendemos de los demás. Nos preocupa lo que les suceda, les escuchamos con paciencia y, aun conociendo sus defectos, les queremos tal y como son. Seguimos sus pasos con mirada atenta pero respetuosa, con corazón abierto y oración constante.
Queremos ser "Madres", y por eso no nos importa qué sea lo que hemos de hacer por nuestro prójimo; no nos importa desvelarnos, ni servirles, ni hacer cualquier cosa por su bien.
No consideramos degradante servirles, "lavarles los pies", porque una madre no considera degradante preparar la comida a sus hijos, ni lavarles, ni limpiar la casa para ellos, ni enseñarles a hacer las cosas.
Jesús tampoco lo consideró degradante; más bien nos dio ejemplo lavando los pies de los discípulos y nos dijo que hiciéramos lo mismo.
Como María fue madre, como Madre Dolores fue madre, seamos "Madres", seamos Filipenses.
Y así, como María, Madre de Dios, "endulcemos" a los que nos rodean sus amarguras en esta vida presente.
Así veremos cómo también para nosotros y nosotras, las amarguras de esta vida presente María nos las hace más dulces cada día.
¡¡¡Feliz año 2015!!!
Que Dios bendiga todos y cada uno de los días de este año que comienza.
Os abrazan,
M. Celina, M. Benilda y M. Inma
Madre Dolores Márquez |
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