jueves, 29 de septiembre de 2016

RENOVARSE O MORIR

(Escucha esta entrada en nuestro podcast)

Hola a todos y todas:

El 24 de septiembre celebra la Iglesia la festividad de Nuestra Señora de las Mercedes. 

La palabra merced quiere decir: misericordia, ayuda, caridad.



Una antigua tradición narra que en el año de 1218 la Virgen se le apareció a san Pedro Nolasco recomendándole que fundara una comunidad religiosa que se dedicara a socorrer a los que eran llevados cautivos a sitios lejanos.
San Pedro Nolasco, apoyado por el rey Jaime el Conquistador fundó la Orden religiosa de Nuestra Señora de la Merced. 
Esta comunidad religiosa lleva muchos siglos ayudando a los prisioneros y ha tenido mártires y santos. Sus religiosos rescataron muchísimos cautivos que estaban presos en manos de los sarracenos.
Desde entonces, en su advocación de las Mercedes, Nuestra Señora es signo de redención de cautivos.
Nuestros fundadores eligieron esta fiesta para que las Hermanas realizaran sus primeros votos perpetuos, ya que nuestro carisma también es de redención de cautivos; pues, aunque no se trate de presos físicamente encarcelados, el ayudar a la mujer a salir de la opresión y la marginación es una forma de liberarla.

Este es el motivo por el cual cada año, en esta fecha, celebramos la renovación de nuestros votos religiosos.

Y es curioso que el primer convento en el que estuvo la Congregación fuera de los padres Mercedarios. Allí nos encontramos con el Cristo de la Misericordia, patrono de las arrepentidas.


Iglesia del Señor San José, Sevilla.

Esta vocación de merced y misericordia la llevamos todos los que nos llamamos Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa, y todos estamos, como dijo Madre Dolores poco antes de su primera profesión, "llamados a entrar en la renovación de nuestro llamamiento".

Ella se sintió llamada a entrar en la renovación de su llamamiento al ver cómo se comportaban las religiosas y las jóvenes que antes habían sido prostitutas durante unos ejercicios espirituales que todas compartieron. 


Fueron las personas de su alrededor las que renovaron en ella su llamada. 


Y hoy, son también las personas que están a nuestro alrededor las que nos impulsan a renovar nuestras motivaciones, nuestros esquemas de vida; a dar un giro a nuestros pasos que se han vuelto cómodos y dirigirlos hacia los márgenes de la sociedad.


Dice el Papa Francisco que los cristianos hemos de salir, de ir a las periferias de la sociedad; que los pastores tienen que "oler a oveja". 


¿Y yo?, nos podemos preguntar. 


¿Estoy cómodamente sentado en mi rutina? 


¿Ya me he convencido ya de que las cosas no van a cambiar por mí?


¿Me he dado por vencido en mi lucha contra el mal en mí mismo, en mi comunidad, en mi familia, en la parroquia, en la sociedad, en el mundo?


Pero ya sabéis que sólo hay dos alternativas, ya lo dice el refrán: "Renovarse o morir". Porque el que se estanca, muere.


Renovar significa hacer nuevo otra vez, es decir, volver a estrenar cada día ese llamamiento que un día (o más) recibimos del Señor. Significa recuperar las ganas de luchar a favor del ser humano. Significa recuperar las fuerzas que me ayudan a sonreír en la mañana, a hacer un favor de buena gana, sin esperar recompensa; a hacer mi trabajo con ilusión, con gana nueva.

Pero, ¡claro!, me diréis, M. Dolores vio el ejemplo de quienes la rodeaban, y yo estoy muchas veces obcecado en lo malo que me rodea que no soy capaz de ver lo bueno;  no veo más que egoísmo y trampa en el mundo. Cada uno va a lo suyo, los políticos nos engañan, en las tiendas nos engañan, la televisión nos engaña. Y así, una lista interminable que me lleva a acomodarme en mi situación sin romper con esas cadenas que cada día engordan más. ¡Qué lejos quedan aquellos años de mi juventud en que no me importaba si iba a lograr mucho o poco!, aquellos días en que cada mañana era una nueva oportunidad para el compromiso, costara lo que costase.


Es que hoy, decimos, hoy todo es más complicado. Hoy somos más conscientes de que lo que hacemos está envenenando el aire, contaminando el planeta. Y, para más inri, es un problema que escapa de mis manos. 


Entonces surge la pregunta: ¿Es posible renovarme? ¿Cómo podré hacerlo? ¿Cómo se renovó Madre Dolores?


Es cierto que lo que podemos hacer por el planeta es realmente limitado, y que casi todos lo intentamos cuidar en nuestra vida diaria. Pero, ¿es limitado lo que podemos hacer para que esta sociedad sea más justa?, ¿no está en mis manos cambiar mi actitud?



Cristo de la Misericordia (Convento Santa Isabel)

Si miramos al Cristo de la Misericordia nos habla de Sufrimiento, de Agonía. Eso es cierto, pero también nos habla de bondad, de Amor absoluto, de Salvación. A veces nos sentimos como los judíos cuando eran picados por las serpientes en el desierto, con la muerte cerca. Y para ellos Yahvé dijo a Moisés que hiciera  una serpiente de bronce y la pusiera traspasada en un poste, y así, el que mirara a la serpiente de bronce se curaría.


Lo mismo nos pasa cuando miramos la cara del Cristo de la Misericordia, lo nuestro empequeñece, retoma su medida, y nos damos cuenta de todo el Amor que podemos, con su ayuda, poner en nuestras pequeñas obras de cada día.

Porque, es gracioso, pero cuando más hizo el Señor por nosotros fue cuando, clavado en la cruz, no podía hacer nada.

A lo mejor es que pretendemos hacer muchas cosas, y nos olvidamos de la importancia de ir cada día con el amor por delante, forjando una nueva relación entre las personas, una relación basada en el Amor que todos recibimos del crucificado.


Pero, para eso, debemos pasar tiempo mirando al crucificado. Pongamos en nuestro bolsillo, en nuestro ordenador, en nuestro teléfono móvil una foto del Señor, puede ser como pantalla de inicio, pero también puede ser en la "galería" como otra foto más que nunca borremos y de vez en cuando miremos, como se mira la foto de los amigos, de los familiares, de los hijos; como esa foto que cuando tenemos que liberar espacio decimos, ¡No, esta no la puedo borrar! 


Miremos al que traspasaron por nuestro amor, renovemos en Él nuestra vocación al amor y seamos consecuentes en nuestra vida diaria. Sin hacer nada especial, sólo poniendo un poquito más de amor en las pequeñas cosas que cada día hacemos.


Así veremos como, imperceptiblemente, nuestra vocación al amor, que recibimos en el bautismo, se va renovando y encuentra fuerzas día a día, para caminar por el camino que lleva a la vida.




La canción que hoy os invito a escuchar es de Ruth Ríos: Tomando de la fuente. Nos recuerda la importancia que tiene beber de nuestras fuentes: la Palabra de Dios y nuestro carisma, las palabras del Padre Tejero y Madre Dolores, para renovar nuestra vida y cambiar la rutina en ese "algo nuevo" que necesita "odres nuevos".


Tomando de la fuente,
estoy tomando de la fuente que no cesará.
Bebiendo agua viva,
provista por el Padre,
estoy tomando de la fuente que no cesará.

Esa fuente de que estoy hablando

vida eterna que ya está brotando
lava todas tus penas y dolor
Estoy parado en la corriente 
que atraviesa toda mi alma
y brota para vida eterna en mi ser.

Estoy tomando de la fuente...


Oh! ¡Cómo llena mi ser!

¡Estoy seguro que nunca jamás tendré sed!
¡Oh, Como llena mi vida!
Este gozo que yo sentí cuando lo conocí.

Estoy tomando de la fuente...


Miremos a nuestro alrededor, percibamos las señales que nos invitan a forjar un mundo nuevo; agradezcamos el esfuerzo que muchos hermanos hacen para renovarse y no morir.


Amemos mucho y miremos al crucificado para poder descubrir la llamada a la renovación escondida en lo que pasa a nuestro alrededor y en los que nos rodean.

¡Feliz mes de octubre!

















lunes, 25 de julio de 2016

Cuando lo que parece no es

(Escucha esta entrada en nuestro podcast)

Hola a todos y todas,

El día treinta y uno de julio celebramos, como todos sabéis, el fallecimiento de Madre Dolores, ocurrido hace ciento doce años.

Cuando hablamos de Madre Dolores solemos recordar dos momentos de su vida, el primero, cuando eligió quedarse para siempre en la casa de Arrepentidas -que en aquellos momentos estaba en la calle Bustos Tavera de Sevilla- y el segundo cuando, los años anteriores a su muerte, padeció el martirio de ser abandonada por sus más queridas hijas.

En ambos momentos podemos decir que lo que parecía, no lo era.

Cuando el Padre Tejero le habló de la Casa de Arrepentidas, ella consultó con su familia, con sus conocidos y con algún sacerdote; y todos le dijeron que aquello de irse a vivir con jóvenes que habían sido prostitutas era una auténtica locura.

A vista de todos aquello parecía un sinsentido, porque las que habían caído no iban a poder levantarse, al contrario, harían caer a aquellas dos mujeres: "Dos locas" que se habían juntado con el Padre Tejero.

Casa de la Calle San Felipe (Sevilla) donde estuvo la Congregación.


En la Calle San Felipe lo que era una casa de salvación parecía, para algunos vecinos, un prostíbulo al que acudir como clientes; y para otros, un lugar indigno de aquel barrio tan decente y luchaban contra él tirando piedras a las ventanas, esperando que aquellas mujeres se fueran a otro sitio. (Hoy habría habido una manifestación con pancartas y la televisión, para defender la "seguridad de nuestros hijos")

En ambos casos podemos decir que se equivocaban. Lo que parecía una locura resultó ser una inspiración de Dios que ha hecho el bien a miles de niñas, niños, jóvenes y mujeres durante 157 años; y lo que parecía una casa de prostitución era la salvación para aquellas jóvenes que habían sido esclavizadas y deseaban recuperar su dignidad.

También parecía lo que no era cuando Madre Dolores fue apartada del gobierno de la Congregación, cuando la pusieron a dormir en el rincón más apartado de la casa.

El grupo de Hermanas que la apartó del cargo de superiora general lo hizo porque veía claramente que Madre Dolores estaba siendo un "obstáculo" para el buen desarrollo de la Congregación; porque creían que la Congregación merecía algo mejor que lo que ella estaba haciendo. Ella permitía que todas las religiosas fueran iguales, que las acogidas fueran dirigidas por Hermanas competentes; y eso quitaba fuerza a los colegios, que ellas pensaban que daban "prestigio" y buen nombre al Instituto, mientras que las Casas de Acogida eran para ellas algo secundario, a lo que había que destinar pocos recursos materiales y humanos.

Ese error en su análisis les llevó a cometer una grave equivocación con Madre Dolores.
Pero, aunque parezca paradójico, en este caso, lo que parecía debilidad en Madre Dolores: "dejarse hacer", era el mayor signo de virtud, pues amó por encima de todo y, ejercitó así todas las virtudes: la humildad en su grado máximo, la paciencia, la caridad...

Nuevamente habríamos juzgado mal si nos limitáramos a las apariencias y dijéramos que las Hermanas que la trataban así (como los judíos al crucificar a Jesús) lo hacían con deseo de mal; más bien al contrario, creían que hacían bien en quitarle el control de la Congregación, pues pensaban que había "perdido el norte" y ya no era capaz de gobernarla como se debía.

Lo mismo que los sumos sacerdotes judíos, ellas creían que Dios le había quitado su gracia y se había convertido en un estorbo para el Instituto. ¡No sabían lo que hacían!

Sala de visitas del convento de Santa Isabel de Sevilla.


Por eso no podemos dejarnos llevar por las apariencias. Casi nunca las cosas, las personas, las situaciones son lo que parecen. Y no es tan fácil ver la realidad como Dios la ve.

¡Cuán fácilmente juzgamos por primeras impresiones!

Lo bueno es que, generalmente no juzgamos a las personas, sino los hechos. Ya vamos aprendiendo aquello de que hay que condenar el pecado pero no al pecador. ¡Menos mal! Ya vamos siendo más comprensivos y nos damos cuenta de aquello de "¡No saben lo que hacen!". Ya vamos comprendiendo mejor la debilidad humana y aceptando que nosotros mismos somos los primeros que "metemos la pata" siete veces al día.

Intentamos, creo, no juzgar a las personas, pero juzgamos el mundo, los gobiernos, las acciones de nuestros amigos y conocidos, lo que ocurre en nuestro trabajo o en la comunidad de vecinos, y, por supuesto, en nuestra familia o en nuestras comunidades.

Y lo hacemos, ¡claro!, porque tenemos toda la razón y todas las razones. Pero, ¡qué fácil es equivocarnos incluso cuando llevamos la razón!

Porque, como la vida de Madre Dolores nos enseña, no es suficiente con tener la "razón" humana; que hay que contemplar la vida y los acontecimientos algo más en profundidad; no es suficiente quedarse en las apariencias. Lo que parecía una casa de mala vida era un refugio de salvación; y lo que parecía maltrato era, por una parte, un intento de hacer lo mejor para la Congregación; era una visión equivocada de la Voluntad de Dios; y, por otra, un medio santificación bien aprovechado.

¿Cómo analizo lo que me rodea?, ¿me dejo llevar de la primera impresión?, ¿cuántas veces me equivoco?, y lo que es más importante, ¿cuántas veces me doy cuenta de que he fallado en mi análisis?

Yo muchas. Y lo malo es que a la vez siguiente vuelvo a caer, y a criticar, y a equivocarme.

¡Qué pocas veces me callo!, ¡qué pocas veces pongo delante de Dios los acontecimientos que me rodean y espero a ver si hay algo escondido en ellos. ¡Pero qué experiencia más bonita cuando lo hago! En varias ocasiones (por desgracia no muchas porque juzgo muy rápidamente), he descubierto lo que Dios tenía escondida, detrás de aquello que me aparecía como malo, o al menos como debilidad ajena- una perla preciosa que sirve para hacer el bien a otras personas, o para llevar adelante una obra importante.

En esta fiesta de Madre Dolores, Dios nos invita a mirar en profundidad, a buscar a Dios detrás de los acontecimientos, a buscar su benevolencia en lo que no entendemos. A buscar lo bueno en los que nos rodean, en nuestras familias, comunidades, trabajo, etc.

Pero para poder hacerlo necesitamos la mirada de Dios, y sólo conseguiremos tener la mirada de Dios si nos ponemos en su presencia; si ponemos delante de Él las cosas que nos pasan todos los días y a las personas que nos rodean. Por eso, nuevamente os invito deteneros durante un rato y hacer silencio en vuestro interior, para poder pasar nuestras vidas por el filtro de Dios.

Aunque pueda parecer una pérdida de tiempo hacerlo, esto es otra cosa que parece lo que no es: cuando llevéis tiempo haciéndolo descubriréis que todo lo demás encaja mejor, tiene más sentido. Que vuestro trabajo y vuestro descanso "cunden más". La presencia de Dios nos hace más productivos cuando trabajamos (ya que nos ilumina su Espíritu), y nos relaja más en menos tiempo, pues sólo Él es la paz que puede llenar nuestros corazones.

La canción que hoy os traigo es del disco "Busca mi rostro", de Ain Karem, y nos recuerda la llamada constante que nos hace el Señor a mirar más allá de las apariencias:



Oigo en mi corazón: "busca mi rostro"
búscame en la noche
busca en el silencio
búscame en tu hermano
contigo estoy

Te buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro
tu rostro buscaré.

Oigo en mi corazón: "busca mi rostro"

Amemos mucho y convirtamos los acontecimientos en oración para poder descubrir las perlas escondidas que se esconde en lo que pasa a nuestro alrededor y en los que nos rodean.

¡Feliz celebración de Madre Dolores!

domingo, 10 de julio de 2016

Siete demonios

(Escucha este episodio en nuestro Podcast "En clave de Fi")

Hola a todos y todas:

El día 22 de julio celebramos la festividad de Santa María Magdalena, que ya es fiesta para toda la Iglesia por decisión del Papa Francisco, ya que ella fue la primera anunciadora de la resurrección del Señor.

El 22 de julio tuvo su origen nuestra familia en una pequeñísima casa del barrio de Santa Cruz, en el centro de Sevilla. Allí llevó el Padre Tejero la primera joven que Rosario Muñoz Ortíz iba a acoger, como una madre, para que pudiera salir de las redes de la prostitución.

Casa de la calle Jamerdana donde se inició nuestra Congregación.
Eligieron esta fecha porque María Magdalena es modelo de arrepentimiento y de cambio de vida después de que el Señor echara de ella siete demonios, según nos cuentan los evangelios.

Y, ¿qué significa que Jesús expulsó siete demonios? Ya sabéis que siete es el número que simboliza la totalidad en la biblia. Siete demonios son todos los demonios. A María Magdalena no le quedó ningún demonio dentro. Por eso no aparece casi en los evangelios, sólo para decir que seguía a Jesús, que le atendía con sus bienes, que estaba al lado de María al pie de la Cruz, que fue la primera en acudir al sepulcro en cuanto se pudo (el domingo por la mañana) para limpiar y amortajar en condiciones el cuerpo del Señor, que fue la primera a la que se le apareció el Señor y la primera encargada de anunciar la buena noticia de la resurrección a los mismos apóstoles.

Siete demonios. No le quedó ninguno, y ella eligió el partido del Señor para siempre.

No como Pedro, que a cada rato volvía a meter la pata y tenía que pedir perdón al Señor.

María Magdalena fue lo más parecido a María la Virgen. Se convirtió y no volvió a pecar porque no quedaba en ella ningún demonio.

Nosotros nos parecemos un poco más a Pedro, el Señor nos da la gracia una y otra vez, y nosotros volvemos a fallarle una y otra vez. Porque siempre nos queda algún "demonio" dentro.

¿Cuántos demonios me quedan a mí?, ¿cuántos he conseguido expulsar con la gracia?

"Se me llevan los demonios" reza una frase que decimos a menudo. "Se me llevan los demonios".

¡Cuántas veces se me llevan los demonios!, cuántas veces no soy capaz de seguir a Jesús, cuántas veces, como Pedro, saco mi espada para herir al criado, al que está por debajo de mí, porque al que está por encima no me atrevo...

Pero María Magdalena no, ella se convirtió de una vez para siempre, ¡qué envidia!


María Magdalena de Guido Reni

Por eso el Padre Tejero la eligió como protectora de nuestra primera Casa, para que las jóvenes pudieran agarrarse a ella cuando se sintieran incapaces, débiles. Para que los y las que participamos de la obra de acogida a los más débiles la tengamos cerca cuando nos sintamos desfallecer y pensamos que la obra de educación, la obra de reeducación, la obra de ser buenos cristianos es imposible. ¡Si ella pudo...!, si ella se dejó convertir, si ella se dejó amar, si ella se dejó perdonar, ¡si ella pudo...!
Nosotros también podremos, nuestros niños, niñas y jóvenes también podrán. Y si no como ella, como San Pedro, día a día, caída a caída, demonio a demonio iremos convirtiéndonos, acercándonos y pareciéndonos cada vez más al Padre misericordioso al que Jesús nos invita a imitar.

Si María de Nazaret en su concepción inmaculada es la prueba de que la salvación de Dios puede ser real en el ser humano, María Magdalena es la demostración de que siempre hay esperanza para nosotros. Ella tenía siete demonios, estaba completamente endemoniada, y Jesús la salvó. Nosotros, por lo general, no tenemos demonios grandes, sólo demonios pequeñitos, pero muy pesados; así que podemos confiar en que Jesús puede echarlos de nosotros.

Pidámosle a Jesús, como las jóvenes que entraban en la primera Casa de la calle Jamerdana, que eche de nosotros todos los "diablos que se nos llevan", para que podamos ir ganando la batalla día a día, caída a caída, demonio a demonio.

Para ello contamos con una gran protectora, que sabe de pecados y de demonios, y que quiere que todos los discípulos escuchen la buena noticia de la Resurrección del Señor. Ella nos dice: "Si yo pude, tú también puedes, ten ánimo, sé valiente, confía en el Señor".

Confiemos en la intercesión de María Magdalena, patrona de arrepentidos, y amemos mucho, porque al que mucho ama... ¡Mucho se le perdona!

Miremos hacia ella cuando nos sintamos débiles, y apoyémonos en su brazo.

La canción de hoy se llama "Sin tu misericordia" de Fran en su disco "Con cuerdas de cariño", y puede proporcionarnos un buen momento de meditación en nuestra debilidad y la misericordia de Dios, ya que su letra es muy sencilla nos puede servir como si de una jaculatoria se tratara.

Sin tu misericordia nada puedo.
Sin tu misericordia nada soy.
Señor, sin tu misericordia
nada puedo,
nada soy.



Amad mucho y celebrad con alegría la presencia de Santa María Magdalena en nuestras vidas.


jueves, 9 de junio de 2016

PERSEVERANTES

(Escucha este episodio en nuestro Podcast "En clave de Fi"

Hola a todos y todas.

En un mundo cambiante como el que vivimos casi nadie habla de perseverancia. Hay que cambiar, hay que ir en nuevas direcciones, porque los tiempos cambian, la ciencia avanza, la historia no se detiene.

Todo eso es cierto, pero incluso para hacer posibles los cambios, debe haber personas perseverantes.

Para ganar una competición deportiva, los equipos deben continuar adelante a pesar de todas las dificultades que encuentran en su camino. Para conseguir un logro científico, los estudiosos deben trabajar durante años sin abatirse por los fracasos. Para alcanzar el éxito en cualquier aspecto de la vida, bien sea en los estudios, en aprender un idioma, bailar o tocar un instrumento musical, o bien en conseguir y mantener un puesto de trabajo, hay que hacer un gran esfuerzo. Y, además, un esfuerzo prolongado en el tiempo; y esto es perseverancia: mantenerse en el esfuerzo sin desfallecer durante un largo período de tiempo.

Perseveran los deportistas, perseveran los políticos, perseveran los estudiantes, perseveran los científicos, perseveran los matrimonios. Pero, claro, no todos los deportistas, ni todos los políticos, ni todos los estudiantes, ni todos los científicos, ni todos los casados. En proporción a los aproximadamente siete mil millones de personas que hay en el mundo, los que perseveran son relativamente pocos.

La gota de agua no tiene fuerza para hacer un agujero en la piedra, pero si perseverancia.
Todos, a comienzos de año hacemos el propósito de hacer deporte, o dejar de fumar, o leer más, o aprender un idioma, etc. Pero la gran mayoría abandonamos en las primeras tres semanas. Dicen los psicólogos que cuando alguien hace algo durante 21 días, hay muchas posibilidades de que pueda continuar haciéndolo, que la mayoría abandonamos en este período de tres semanas.

Por otra parte, la velocidad de cambio, los logros tecnológicos, nos han abocado a un mundo que lo relativiza prácticamente todo. Da igual no cuidar las cosas, porque nos sale más barato comprar una nueva que reparar la vieja, ¡y no vieja!, que no les da tiempo, pues la vida util de las cosas se ha reducido considerablemente, y lo que antes era "para toda la vida", hoy no dura más de quince años. Y, si hablamos de tecnologías, máquinas y aparatos, tenemos que reducir aún más este número. Un ordenador dura como mucho cinco, un móvil tres años, y así casi todos los aparatos eléctricos o electrónicos.

Hemos pasado de mirar las cosas como algo permanente a verlas con "fecha de caducidad cierta". Y eso también ha influido en nuestro modo de ver el mundo. Con el aumento de nuestra expectativa de vida, de nuestras posibilidades de viajar, y con los constantes avances científicos nos hemos dado cuenta de que lo que hace cien o cincuenta años nos parecía una verdad absoluta, ya no lo es. Hemos sido capaces descubrir que lo que antes parecían endemoniados, eran simplemente enfermos de epilepsia; que los genes influyen no sólo en las enfermedades físicas y mentales, sino incluso en la orientación sexual de las personas; que la genética nos condiciona en muchos aspectos de nuestra vida...

Todo esto nos ha aumentado nuestra capacidad de tolerancia a lo diverso, lo cual es no sólo bueno sino muy bueno. Pero, por otro lado, la relatividad de las cosas nos ha llevado a que esa tolerancia se convierta en un cierto permitivismo que nos lleva a pensar que ya todo vale, y si no vale ahora mismo, dentro de dos días, como quien dice, va a valer.

También nos encontramos con el hecho de que se ha convertido en habitual el pensar que, aunque algo no sea correcto, "mientras no te pillen", como lo hacen muchos, lo puedes hacer. Y, si otros lo hacen a gran escala, ¿por qué no lo voy a poder hacer yo en la pequeñita escala de mi vida diaria? Porque, no son cosas malas, es "picaresca", por ejemplo, coger más bolsitas de mayonesa o ketchup del que necesito para mi hamburguesa no es robar, evidentemente, es ahorrar. Pero habría que preguntarse ¿es correcto hacerlo?, o ¿al final, pasado un año, voy a tener que tirar aquellas bolsitas que cogí y que después, ni siquiera he utilizado?

Esta perseverancia en el bien hacer es la más difícil. En ella decía san Felipe que estaba una de las claves de la vida cristiana. Porque todos somos buenos a la hora de hacer propósitos, a la hora de empezar, incluso, a exigirnos a nosotros mismos más de lo imprescindible; pero, en cuanto vemos que otros viven tan bien haciendo lo que no es correcto, pensamos que ¡qué más da!

El Padre Tejero decía que la perseverancia había que proponérsela a uno mismo, y que había que pedírsela a Dios. Que ni la cuarta parte de cuantos hacían buenos propósitos perseveraban en ellos.

Buscar un rato para estar con Dios, y perseverar en ello.
¿Cuántas veces hemos hecho buenos propósitos? Pidamos a Dios ayuda para perseverar en ellos. Porque, si son "buenos", nos vendrá bien perseverar, ya sea hacer más ejercicio, dejar de fumar, o resistir la tentación de ser como los demás en esas pequeñas corrupciones de la vida diaria en las que no hay ni tan siquiera delito, pero que no nos ayudan a crecer como personas.

La clave está en preguntarnos a nosotros mismos, y a Dios, ¿dónde hay más amor? ¿dónde hay más respeto por mi mismo, por los demás, por el mundo?

El Padre Tejero también decía que pidamos a Dios el don de la perseverancia, que es el que corona todas nuestras buenas obras. ¿De qué me sirve hacer dos días de régimen, si al tercero vuelvo a las andadas?, ¿de qué pararme cinco minutos para estar a solas con Dios durante dos días, si al tercero ya no encuentro tiempo?

Me diréis... "¡De algo servirá!", y es cierto, siempre es mejor dos que nada, pero ¿no sería mejor perseverar en el encuentro con Dios cada día?, ¿no sería mejor para cada uno de nosotros, para nuestras familias, para cuantos tenemos cerca, e incluso para los que tenemos lejos, que perseveráramos en lo que conocemos que es bueno, que es sano, que nos ayuda a ser mejor personas, que nos ayuda a hacer del mundo un lugar mejor donde vivir?

Porque, al final, siempre llega un final, y entonces, cuando recorramos el arco de nuestra vida, ¿qué encontraremos?, ¿podremos estar satisfechos con nosotros mismos?, o nos encontraremos con que hemos desperdiciado un montón de tiempo haciendo cosas que ya estaban hechas, o que no había necesidad de hacer y nos hemos olvidado de hacer las cosas que eran imprescindibles?

La perseverancia es una virtud muy filipense. Las religiosas, incluso pedimos dos veces cada día al Señor, que nos conceda la perseverancia, no sólo en la vocación, que también, sino en el bien, en las buenas obras, en los buenos propósitos.

Pidamos al Señor que nos dé la perseverancia.

Hoy os invito a escuchar la canción "La Certeza", de Cecilia Rivero; porque para perseverar no hay que ser un gran héroe, no hay que tener todo a favor, sino que hay que dar un pequeño paso cada día, sin dejar de darlo.

Y eso podemos hacerlo todos con la ayuda de Dios.

Disfrutad de la canción.


La certeza no está tanto en las penas que quebrantan,
sino en soles que nos llegan
y calientan la esperanza.
La certeza no está tanto en la actitud que no se alcanza
sino en pasos que en la vida 
nos mantienen en la danza.
La certeza no está en ver lo que duele la distancia
cuando queda en evidencia que estás lejos,
que hay nostalgia.
El gozo está en saber que apareces en mis horas
y tu voz, de vez en vez,
se entrevera en mis mañanas.

La certeza no está tanto en las ausentes libertades
o que estalle en un quebranto 
la muerte en sus andares.
Lo cierto es que tu aliento nos inspira en la trinchera,
en el tinte colectivo
que ya cimbra las aceras.
La certeza no está tanto en constatar las soledades
que sorprenden nuestro espacio
cosechando austeridades.
Lo cierto es la memoria que perdura en cada brasa,
al tocar que nuestro espacio
es profundo y habitado.
La certeza es esa gracia de sentir que, encaminada,
soy amada, soy fecunda,
soy proyecto, soy humana.
Y la única razón, la razón de mi existencia,
es ser amante, ser fecunda, 
ser proyecto, ser humana.

Si nos sabemos amados, nos sentiremos seguros y caminaremos perseverantes. No olvidéis, que después del mes de mayo, el mes de María viene el mes de junio, el mes del Sagrado Corazón, que nos recuerda que el amor que Dios nos tiene nos apoya en todo lo que hacemos y nos ayuda a levantarnos cada vez que caemos.

¡Feliz mes del Sagrado Corazón!

lunes, 23 de mayo de 2016

EN TRES DEDOS




Hola a todos:

"En tres dedos", decía san Felipe, "está la santidad". 

Y, debe estarlo, cuando después de quinientos años nuestro patrón sigue siendo considerado como uno de los grandes santos de la Iglesia, y su pensamiento sigue siendo actual.

Con la fiesta del 26 de mayo daremos por concluido el año de celebraciones por el quinto centenario del nacimiento de San Felipe, y a todos quiero felicitaros por tan gran día.

Pero, ¿quién fue Pippo Buono?, ¿qué cosas especiales hizo?

Mucho se ha hablado y escrito sobre él, y podéis acudir a infinidad de libros y multitud de artículos que hay en internet para informaros.

Porque nosotros aquí hoy nos vamos a limitar a esos tres dedos...

La santidad está en tres dedos decía San Felipe poniendo tres dedos sobre la frente. La santidad no está en los dedos, por supuesto, sino en lo que hay debajo de la frente, en el espacio de esos tres dedos.

Y, ¿qué hay en ese espacio para que ahí radique la santidad?

Ahí podemos decir que están las emociones, los sentimientos, la inteligencia, la comprensión de las cosas, la sabiduría y, por supuesto, ahí deben radicar nuestras decisiones.

A través de nuestros sentidos el mundo que nos rodea entra en nosotros, y eso, casi que no podemos evitarlo. Una vez dentro, inmediatamente, sin que podamos hacer nada para impedirlo, surgen las emociones, los sentimientos. Y, después, con nuestra inteligencia, con nuestros conocimientos, con nuestros deseos o aspiraciones, tomamos el control de la situación y de nosotros mismos, eligiendo nuestra reacción.
San Felipe Neri

No somos animales que obran por instinto, Dios nos ha dado recursos para elegir en cada momento cómo reaccionar ante los impulsos que nos llegan del exterior, a lo que vemos, a lo que escuchamos, a lo que nos dicen, a lo que sucede. Y, siempre, al menos tenemos dos opciones entre las que elegir.

Por eso hablaba nuestro patrón de esos tres dedos en relación con la santidad. Pero, entonces, ¿en qué consistía la santidad para él?, ¿sólo en esa capacidad de elegir? Sí y no. Sí, porque ser humano no se elige, pero ser santo es una invitación.

Cuando Dios crea al hombre en el paraíso, dice "Creemos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Por eso, la mayor aspiración del ser humano es ser como Dios. Que lo creó libre para elegir. Pero el hombre (el ser humano) elige seguir el consejo de la serpiente para ser "como Dios".

Porque nuestra capacidad de elegir no nos asegura una buena elección. Lo malo de la elección de Adán y Eva no estuvo en querer ser como Dios, sino en la forma en que quisieron ser como Dios: quisieron tener "el conocimiento de Dios", lo que les llevó a la soberbia.

 Por eso tuvo que venir Jesús a corregir nuestra visión equivocada de cómo ser como Dios. Porque sí, tenemos que ser como Dios, estamos llamados a ser como Dios. El mismo Jesús lo dijo: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto". Y añade: "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso". Esa es la perfección de Dios que estamos llamados a imitar: el Amor, lo que nos llevará a la humildad.

Así, San Felipe, que era sabio en la sabiduría del amor, quería que sus discípulos se mortificaran, pero no físicamente (porque eso sólo o casi sólo lleva a la soberbia), sino mentalmente, porque ser dueños de nuestras decisiones y buscar, como decía también San Felipe, "sed humildes y estad abajo", es lo que nos va a permitir amar a todos con el amor de misericordia de Jesús, que "se humilló y se rebajó hasta morir en la cruz".

Tres dedos... Tres dedos que nos darán el control sobre nosotros mismos y nos abrirán la mente a la bondad, a la belleza, al amor y a lo bueno, y nos ayudarán a huir de lo que nos encierra en nosotros mismos, del egoísmo, de lo que nos hace daño a nosotros, a los que nos rodea y al mundo.

Tres dedos de los que somos dueños, ¿somos dueños o nos dejamos dominar por la reacción instintiva?

Tres dedos que tenemos que llegar a conocer, a dominar, a controlar para que nos dirijan en la dirección correcta, la de Dios, la del amor misericordioso.

Pero, ¿cómo conseguirlo, si estamos siendo constantemente invadidos por imágenes, por sensaciones que nos llaman a dejarnos llevar, a seguir a la multitud sin pensar?

San Felipe, con su ejemplo, enseñó a los suyos varias cosas que hoy nos pueden servir:

1. La primera la oración. Importantísimo pedirle ayuda a Quien conoce perfectamente nuestro ser hasta el más pequeño de los genes, y que nos puede dar la gracia, la fuerza, la sabiduría, el amor para que elijamos bien.

ORAR

2. La segunda la práctica. San Felipe quería que sus seguidores, como hacía él mismo, practicasen lo que entonces se llamaba "mortificación interior", y que hoy llamamos "dominio de uno mismo". Y para practicarlo, qué mejor que las pequeñísimas ocasiones que cada día tenemos de elegir. Pero, ¿cómo elegir lo correcto? Muy fácil, una simple pregunta, ¿qué haría Jesús en una situación similar?, ¿qué hizo cuando querían alabarlo?, ¿qué hizo cuando había que ayudar a alguien?, ¿qué hizo ante el sufrimiento?, ¿qué habría hecho aquí y ahora?, ¿en esta situación concreta?

3. La tercera la huida. Es impresionante la importancia que da San Felipe a huir. Huir de las tentaciones, huir de todo aquello que puede llegar a ser una tentación para él mismo. Y aconseja siempre huir. No lo considera de cobardes, porque la experiencia es que el que huye acepta que el enemigo (el mal, la tentación en este caso) es más fuerte que uno mismo. Porque en nuestra batalla contra el mal, decía San Felipe, vence el que huye.

4. La cuarta, pedir consejo. Esto que entonces se hacía en la confesión, y que más tarde se llamó "dirección espiritual", es muy importante. Pero no es bueno buscar consejo en quien es igual que yo, o en alguien que busque su interés. Es importante buscar a alguna persona que sepamos que tiene la sabiduría de Dios, y no andar de acá para allá preguntando a unos y a otros, porque eso puede servir para desahogarse, pero no es bueno para caminar por la senda estrecha que lleva a la Vida y por la que Jesús nos invitó a caminar.


5. Y, por último, buscar la gracia de Dios. San Felipe daba mucha importancia a que se tuviera un confesor, pero no sólo en el sentido de consejero o acompañante en el camino del espíritu. Invitaba a confesarse a menudo, porque en la confesión no sólo reconocemos la cantidad de veces que no somos capaces de decidir y actuar al modo de Dios. La confesión fomenta en nosotros esa humildad de reconocer nuestra debilidad y pedir la ayuda de Dios, pero no sólo eso. Lo mejor de la confesión no es lo que yo hago, lo que yo reconozco, lo que yo pido; sino que en el sacramento recibimos el abrazo de Dios como el padre del hijo pródigo; en el sacramento recibimos la fuerza del Espíritu Santo para no quedarnos en la caída, para no autocastigarnos en la soberbia como Judas, para llorar la metedura de pata y volver a empezar como San Pedro.

¡Uff!, me diréis que es mucho. Pero, reduzcámoslo a "tres dedos": "¡Ayúdame, Señor!", "Jesús, ¿tú que harías?", "En la batalla contra la tentación gana el que huye", "Busco un /una compañero/a de camino que me aconseje por dónde" y "Recibo la fuerza de Dios en los sacramentos".

Ya veis, no es para tanto, la santidad se reduce a tres dedos.

Hoy os traigo una canción de Martín Valverde que se llama "Cuando soy débil soy fuerte", que nos invita a apoyarnos en el Señor.


Cuando soy débil,
yo soy testigo de tu fuerza en mí,
cuando soy débil
es cuando triunfa tu poder en mí, Señor.

Cuando soy débil,
tú muestras plenamente en mí tu amor
y hoy me glorío,
y hoy me alegro en mi debilidad.

Y me basta tu amor,
tu gracia me das,
cuando débil soy... fuerte soy.


Tu amor se muestra pleno en mí
cuando más débil me encuentro, Señor,
y hoy me alegro
en medio de toda dificultad.

Y me basta tu amor...


¡Felicidades a todos en la celebración de San Felipe Neri!