Hola a todos:
"En tres dedos", decía san Felipe, "está la santidad".
Y, debe estarlo, cuando después de quinientos años nuestro patrón sigue siendo considerado como uno de los grandes santos de la Iglesia, y su pensamiento sigue siendo actual.
Con la fiesta del 26 de mayo daremos por concluido el año de celebraciones por el quinto centenario del nacimiento de San Felipe, y a todos quiero felicitaros por tan gran día.
Pero, ¿quién fue Pippo Buono?, ¿qué cosas especiales hizo?
Mucho se ha hablado y escrito sobre él, y podéis acudir a infinidad de libros y multitud de artículos que hay en internet para informaros.
Porque nosotros aquí hoy nos vamos a limitar a esos tres dedos...
La santidad está en tres dedos decía San Felipe poniendo tres dedos sobre la frente. La santidad no está en los dedos, por supuesto, sino en lo que hay debajo de la frente, en el espacio de esos tres dedos.
Y, ¿qué hay en ese espacio para que ahí radique la santidad?
Ahí podemos decir que están las emociones, los sentimientos, la inteligencia, la comprensión de las cosas, la sabiduría y, por supuesto, ahí deben radicar nuestras decisiones.
A través de nuestros sentidos el mundo que nos rodea entra en nosotros, y eso, casi que no podemos evitarlo. Una vez dentro, inmediatamente, sin que podamos hacer nada para impedirlo, surgen las emociones, los sentimientos. Y, después, con nuestra inteligencia, con nuestros conocimientos, con nuestros deseos o aspiraciones, tomamos el control de la situación y de nosotros mismos, eligiendo nuestra reacción.
San Felipe Neri |
Por eso hablaba nuestro patrón de esos tres dedos en relación con la santidad. Pero, entonces, ¿en qué consistía la santidad para él?, ¿sólo en esa capacidad de elegir? Sí y no. Sí, porque ser humano no se elige, pero ser santo es una invitación.
Cuando Dios crea al hombre en el paraíso, dice "Creemos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Por eso, la mayor aspiración del ser humano es ser como Dios. Que lo creó libre para elegir. Pero el hombre (el ser humano) elige seguir el consejo de la serpiente para ser "como Dios".
Porque nuestra capacidad de elegir no nos asegura una buena elección. Lo malo de la elección de Adán y Eva no estuvo en querer ser como Dios, sino en la forma en que quisieron ser como Dios: quisieron tener "el conocimiento de Dios", lo que les llevó a la soberbia.
Por eso tuvo que venir Jesús a corregir nuestra visión equivocada de cómo ser como Dios. Porque sí, tenemos que ser como Dios, estamos llamados a ser como Dios. El mismo Jesús lo dijo: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto". Y añade: "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso". Esa es la perfección de Dios que estamos llamados a imitar: el Amor, lo que nos llevará a la humildad.
Así, San Felipe, que era sabio en la sabiduría del amor, quería que sus discípulos se mortificaran, pero no físicamente (porque eso sólo o casi sólo lleva a la soberbia), sino mentalmente, porque ser dueños de nuestras decisiones y buscar, como decía también San Felipe, "sed humildes y estad abajo", es lo que nos va a permitir amar a todos con el amor de misericordia de Jesús, que "se humilló y se rebajó hasta morir en la cruz".
Tres dedos... Tres dedos que nos darán el control sobre nosotros mismos y nos abrirán la mente a la bondad, a la belleza, al amor y a lo bueno, y nos ayudarán a huir de lo que nos encierra en nosotros mismos, del egoísmo, de lo que nos hace daño a nosotros, a los que nos rodea y al mundo.
Tres dedos de los que somos dueños, ¿somos dueños o nos dejamos dominar por la reacción instintiva?
Tres dedos que tenemos que llegar a conocer, a dominar, a controlar para que nos dirijan en la dirección correcta, la de Dios, la del amor misericordioso.
Pero, ¿cómo conseguirlo, si estamos siendo constantemente invadidos por imágenes, por sensaciones que nos llaman a dejarnos llevar, a seguir a la multitud sin pensar?
San Felipe, con su ejemplo, enseñó a los suyos varias cosas que hoy nos pueden servir:
1. La primera la oración. Importantísimo pedirle ayuda a Quien conoce perfectamente nuestro ser hasta el más pequeño de los genes, y que nos puede dar la gracia, la fuerza, la sabiduría, el amor para que elijamos bien.
2. La segunda la práctica. San Felipe quería que sus seguidores, como hacía él mismo, practicasen lo que entonces se llamaba "mortificación interior", y que hoy llamamos "dominio de uno mismo". Y para practicarlo, qué mejor que las pequeñísimas ocasiones que cada día tenemos de elegir. Pero, ¿cómo elegir lo correcto? Muy fácil, una simple pregunta, ¿qué haría Jesús en una situación similar?, ¿qué hizo cuando querían alabarlo?, ¿qué hizo cuando había que ayudar a alguien?, ¿qué hizo ante el sufrimiento?, ¿qué habría hecho aquí y ahora?, ¿en esta situación concreta?
3. La tercera la huida. Es impresionante la importancia que da San Felipe a huir. Huir de las tentaciones, huir de todo aquello que puede llegar a ser una tentación para él mismo. Y aconseja siempre huir. No lo considera de cobardes, porque la experiencia es que el que huye acepta que el enemigo (el mal, la tentación en este caso) es más fuerte que uno mismo. Porque en nuestra batalla contra el mal, decía San Felipe, vence el que huye.
4. La cuarta, pedir consejo. Esto que entonces se hacía en la confesión, y que más tarde se llamó "dirección espiritual", es muy importante. Pero no es bueno buscar consejo en quien es igual que yo, o en alguien que busque su interés. Es importante buscar a alguna persona que sepamos que tiene la sabiduría de Dios, y no andar de acá para allá preguntando a unos y a otros, porque eso puede servir para desahogarse, pero no es bueno para caminar por la senda estrecha que lleva a la Vida y por la que Jesús nos invitó a caminar.
5. Y, por último, buscar la gracia de Dios. San Felipe daba mucha importancia a que se tuviera un confesor, pero no sólo en el sentido de consejero o acompañante en el camino del espíritu. Invitaba a confesarse a menudo, porque en la confesión no sólo reconocemos la cantidad de veces que no somos capaces de decidir y actuar al modo de Dios. La confesión fomenta en nosotros esa humildad de reconocer nuestra debilidad y pedir la ayuda de Dios, pero no sólo eso. Lo mejor de la confesión no es lo que yo hago, lo que yo reconozco, lo que yo pido; sino que en el sacramento recibimos el abrazo de Dios como el padre del hijo pródigo; en el sacramento recibimos la fuerza del Espíritu Santo para no quedarnos en la caída, para no autocastigarnos en la soberbia como Judas, para llorar la metedura de pata y volver a empezar como San Pedro.
¡Uff!, me diréis que es mucho. Pero, reduzcámoslo a "tres dedos": "¡Ayúdame, Señor!", "Jesús, ¿tú que harías?", "En la batalla contra la tentación gana el que huye", "Busco un /una compañero/a de camino que me aconseje por dónde" y "Recibo la fuerza de Dios en los sacramentos".
Ya veis, no es para tanto, la santidad se reduce a tres dedos.
Hoy os traigo una canción de Martín Valverde que se llama "Cuando soy débil soy fuerte", que nos invita a apoyarnos en el Señor.
Cuando soy débil,
yo soy testigo de tu fuerza en mí,
cuando soy débil
es cuando triunfa tu poder en mí, Señor.
Cuando soy débil,
tú muestras plenamente en mí tu amor
y hoy me glorío,
y hoy me alegro en mi debilidad.
Y me basta tu amor,
tu gracia me das,
cuando débil soy... fuerte soy.
Tu amor se muestra pleno en mí
cuando más débil me encuentro, Señor,
y hoy me alegro
en medio de toda dificultad.
Y me basta tu amor...
¡Felicidades a todos en la celebración de San Felipe Neri!
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