Escucha este capítulo en nuestro Podcast "Enclave de FI"
Hola a todos.
El otro día, viendo los anuncios de la tele, sentí mucha pena. Se habla de Navidad pero no del nacimiento de Jesús, no de Dios.
Por Navidad hay que hacer bien las cosas, y todo tiene que tener mucha luz, pero lo que nos convence para ir a casa de alguien es que nos den cupones para sorteos; los niños ahora resulta que son "elfos", porque hacen magia, pero no porque hagan cosas buenas o visiten al Niño en el portal, sino porque sus padres eran elfos el año pasado y les regalaban cosas, y este año parece que les toca a ellos.
La Navidad, según la tele es recibir muchos, pero que muchos regalos; y también hacerlos. Y, si ya no sabes qué regalar, pues una colonia, que por anuncios no será.
Por otro lado, están los que viven con miedo (bueno, lo dicen con otra palabra que no voy a repetir ahora), y los que están dispuestos a pasar de todo y nos dicen no nos importen los contagios ni nada, sino sólo volver a lo que había antes. Y el número de contagiados creciendo, y los políticos sin ponerse de acuerdo, que parece que nunca vamos a saber qué hacer, ni qué es bueno ni qué malo.
Además, es gracioso, pero este año la Navidad empezó en octubre, incluso antes del Adviento. Lo importante es divertirse y pasárselo bien. Incluso si hay que hacerlo antes de tiempo.
Las reuniones familiares son para cumplir un guión; un guión que lleva años y años siendo el mismo, por lo que dicen, pero que ha perdido su sentido y hay que cambiar, porque ya no vale, ahora dicen que hay que ser espontáneos, como si muchas veces el problema no fuera que somos tan espontáneos que perdemos el respeto. Pero al final, ese problema de las reuniones nos ha dejado sin tests Covid, y a muchos sin reunirse por haberse contagiado.
La verdad: es un lío de Navidad.
La buena Navidad es, según nos dicen subliminarmente, la Americana, imagino que será porque, como no dicen Navidad, sino Christmas...
Y, como los Reyes Magos resulta que sólo vienen a España..., pues ahora hay que cambiarse a Santa Claus, imagino que para darle más trabajo, porque es el que visita más países.
Después de varios días meditando sobre esto, el pasado fin de semana por la tarde llegué a la capilla diciendo: ¡Vaya!, ¡Señor!, le están quitando el sentido a la Navidad para que nuestros niños no lleguen a reconocerla.
Estaba realmente preocupada, de verdad.
Pero mirando al Señor en la Custodia que reserva el Cuerpo de Jesús, volví la mirada al Portal de Belén, y parece que el Señor me decía: ¿Te preocupas porque haya muchos que no creen en mí?, mira cómo nací, ¿cuántos se enteraron de mi nacimiento?, sólo los pastores. Y mira que incluso hubo señales en el cielo que las vieron hasta en la corte de Herodes. Pero sólo unos cuantos se enteraron y vinieron a verme. Y allí estaba yo: el Dios que había creado el cielo, el Dios que había hecho habitable la tierra para seres que fueran semejantes a mí, para amarles y permitirles unirse a mí.
Parecía que el Señor me quería dar a entender que Él ya sabe que siempre van a ser pocos los que se enteren de su mensaje, de los deseos de Dios.
Después, en la misa del Gallo (o del pollito, pues fue a las siete y media de la tarde), vi que aún hay quien acude a celebrar la Navidad con Jesús.
Nuestra congregación y familia Filipense Hijas de María Dolorosa es una familia pequeñísima dentro de la Iglesia, y podemos hacer muy poquito en nuestro apostolado. Pero, sin aceptar esta llamada de Dios a la humildad, el otro día yo quería levantar la voz por encima de las televisiones y gritar: ¡Que no os enteráis!, ¡que no es así!, ¡que los niños no son elfos!, que son niños inocentes, pequeños pastores que pueden descubrir al Señor en el portal y adorarlo; ¡que las fiestas de Navidad son para ir a ver a Jesús y dejarle entrar en nuestro corazón!
Que es por Jesús, Dios hecho débil Niños, por lo que nos reunimos. Para adorarle juntos en un Belén, porque Jesús no se subió a un árbol para nacer (aunque imagino que se subiría algunos años después, como todos los niños hemos hecho alguna vez); sino que nació pobre, fuera de la ciudad, como tantos emigrantes a los que ahora no dejamos pasar, ni a nuestras casas, ni siquiera a nuestras televisiones, para que no puedan entrar en nuestros corazones y les dejemos sitio, como han hecho tantas familias polacas con las luces verdes en sus ventanas.
Sabíamos que la pandemia cambiaría el mundo; y, de hecho, lo ha cambiado. Pero no dejemos que cambie nuestros corazones, no dejemos que nos vuelva ciegos a las señales de Dios.
Cuando desde las instituciones no se promueve la fe, las familias cristianas cobran un papel más importante.
¡Dios hace su labor!
Creo en Dios, luego me fío de lo que hace y de lo que permite. Él sólo sabe todo, y es el más interesado en que la historia de la Salvación termine bien. Y, si aún no está bien, es porque aún no ha terminado.
El día 26 celebrábamos el día de la Sagrada familia, y recordaba entonces cómo en todos los tiempos de persecución de la Iglesia, -o sea en todos los tiempos, porque la Iglesia siempre ha sido perseguida por unos o por otros en todo el mundo-, han sido las familias cristianas las que han mantenido la fe. Han sido los matrimonios cristianos (muchos o pocos) y los creyentes (muchos o pocos) los que han ido dando testimonio auténtico de lo que es ser cristiano, como decía el catecismo: "Ser discípulo de Cristo".
Han dado testimonio ante sus hijos, han dado testimonio ante las autoridades, han dado testimonio ante sus vecinos increyentes. Y, poco a poco, han conseguido con sus vidas y hasta con su sangre en muchos casos, que la presencia del Reino de Dios, que comenzó en un pobre portal con dos creyentes (María y José), haya ido creciendo, como la semilla de mostaza, en el mundo.
¿Que no todos son creyentes? Yo sí.
¿Que quieren que los niños sean elfos y no pastores? Yo no.
¿Que quieren que la Navidad sean sólo regalos y luces? Yo quiero, y eso enseño a mis hijos, o a mis vecinos, o a mis compañeros, etc., que sea amor, generosidad y paz.
¿Que no saben que Navidad significa Natividad, nacimiento; y que lo que no sólo recordamos, sino revivimos cada año es el nacimiento de Dios como ser humano? Yo sí lo sé, y no voy a celebrar las luces o los regalos, voy a adorar al Niño que es Dios, que cada año renueva su nacimiento para salvarnos, para unirse completamente con nosotros.
Y, para adorar a Jesús necesito poca cosa: preparar mi corazón y abrirlo a su llegada. Dejarle entrar en la celebración eucarística y unirme directamente con Él.
¡¡¡Habrá algo más grande!!!
¡¡¡Unirme completa y directamente con Dios!!!, verle en un niño recién nacido y agradecerle su generosidad, su amor por mí y por todos.
¡¡¡Dejarme amar por Dios!!!
Eso hará que esta Navidad, aunque hayamos tenido cena o no la hayamos tenido, aunque recibamos visitas o no las recibamos, aunque nos hagan regalos o no nos los hagan, sintamos la alegría del Nacimiento de Dios en nuestros corazones.
Eso nos hará más capaces de amar a quienes no piensan como nosotros, a quienes aún no han reconocido a Dios en el Niño de Belén, a quienes tienen tristes y amargados sus corazones porque todavía no saben todo lo que Dios les ama.
Eso nos hará más capaces de vivir la alegría de las luces, dando gracias a Dios porque están encendidas cuando Él nace como pequeño niño en oscuro portal.
Más abiertos a la felicidad que contagia la Natividad y a repartirla.
Con elfos o sin elfos, Dios nace.
¡Demos gracias a Dios!
Hoy os dejo el villancico llamado "En los brazos de un carpintero", que este año han hecho en el colegio Tajamar, con la colaboración del colegio de Educación Especial Cambrils y del grupo Los Secretos. Espero que lo disfrutéis.
¡Dios nace un año más!
¡Muy feliz Navidad a todos!