Hola a todos y todas:
El 24 de septiembre celebra la Iglesia la festividad de Nuestra Señora de las Mercedes.
La palabra merced quiere decir: misericordia, ayuda, caridad.
Una antigua tradición narra que en el año de 1218 la Virgen se le apareció a san Pedro Nolasco recomendándole que fundara una comunidad religiosa que se dedicara a socorrer a los que eran llevados cautivos a sitios lejanos.
San Pedro Nolasco, apoyado por el rey Jaime el Conquistador fundó la Orden religiosa de Nuestra Señora de la Merced.
Esta comunidad religiosa lleva muchos siglos ayudando a los prisioneros y ha tenido mártires y santos. Sus religiosos rescataron muchísimos cautivos que estaban presos en manos de los sarracenos.
Desde entonces, en su advocación de las Mercedes, Nuestra Señora es signo de redención de cautivos.
Nuestros fundadores eligieron esta fiesta para que las Hermanas realizaran sus primeros votos perpetuos, ya que nuestro carisma también es de redención de cautivos; pues, aunque no se trate de presos físicamente encarcelados, el ayudar a la mujer a salir de la opresión y la marginación es una forma de liberarla.
Este es el motivo por el cual cada año, en esta fecha, celebramos la renovación de nuestros votos religiosos.
Y es curioso que el primer convento en el que estuvo la Congregación fuera de los padres Mercedarios. Allí nos encontramos con el Cristo de la Misericordia, patrono de las arrepentidas.
Esta vocación de merced y misericordia la llevamos todos los que nos llamamos Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa, y todos estamos, como dijo Madre Dolores poco antes de su primera profesión, "llamados a entrar en la renovación de nuestro llamamiento".
Ella se sintió llamada a entrar en la renovación de su llamamiento al ver cómo se comportaban las religiosas y las jóvenes que antes habían sido prostitutas durante unos ejercicios espirituales que todas compartieron.
Fueron las personas de su alrededor las que renovaron en ella su llamada.
Y hoy, son también las personas que están a nuestro alrededor las que nos impulsan a renovar nuestras motivaciones, nuestros esquemas de vida; a dar un giro a nuestros pasos que se han vuelto cómodos y dirigirlos hacia los márgenes de la sociedad.
Dice el Papa Francisco que los cristianos hemos de salir, de ir a las periferias de la sociedad; que los pastores tienen que "oler a oveja".
¿Y yo?, nos podemos preguntar.
¿Estoy cómodamente sentado en mi rutina?
¿Ya me he convencido ya de que las cosas no van a cambiar por mí?
¿Me he dado por vencido en mi lucha contra el mal en mí mismo, en mi comunidad, en mi familia, en la parroquia, en la sociedad, en el mundo?
Pero ya sabéis que sólo hay dos alternativas, ya lo dice el refrán: "Renovarse o morir". Porque el que se estanca, muere.
Renovar significa hacer nuevo otra vez, es decir, volver a estrenar cada día ese llamamiento que un día (o más) recibimos del Señor. Significa recuperar las ganas de luchar a favor del ser humano. Significa recuperar las fuerzas que me ayudan a sonreír en la mañana, a hacer un favor de buena gana, sin esperar recompensa; a hacer mi trabajo con ilusión, con gana nueva.
Pero, ¡claro!, me diréis, M. Dolores vio el ejemplo de quienes la rodeaban, y yo estoy muchas veces obcecado en lo malo que me rodea que no soy capaz de ver lo bueno; no veo más que egoísmo y trampa en el mundo. Cada uno va a lo suyo, los políticos nos engañan, en las tiendas nos engañan, la televisión nos engaña. Y así, una lista interminable que me lleva a acomodarme en mi situación sin romper con esas cadenas que cada día engordan más. ¡Qué lejos quedan aquellos años de mi juventud en que no me importaba si iba a lograr mucho o poco!, aquellos días en que cada mañana era una nueva oportunidad para el compromiso, costara lo que costase.
Es que hoy, decimos, hoy todo es más complicado. Hoy somos más conscientes de que lo que hacemos está envenenando el aire, contaminando el planeta. Y, para más inri, es un problema que escapa de mis manos.
Entonces surge la pregunta: ¿Es posible renovarme? ¿Cómo podré hacerlo? ¿Cómo se renovó Madre Dolores?
Es cierto que lo que podemos hacer por el planeta es realmente limitado, y que casi todos lo intentamos cuidar en nuestra vida diaria. Pero, ¿es limitado lo que podemos hacer para que esta sociedad sea más justa?, ¿no está en mis manos cambiar mi actitud?
Si miramos al Cristo de la Misericordia nos habla de Sufrimiento, de Agonía. Eso es cierto, pero también nos habla de bondad, de Amor absoluto, de Salvación. A veces nos sentimos como los judíos cuando eran picados por las serpientes en el desierto, con la muerte cerca. Y para ellos Yahvé dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera traspasada en un poste, y así, el que mirara a la serpiente de bronce se curaría.
Lo mismo nos pasa cuando miramos la cara del Cristo de la Misericordia, lo nuestro empequeñece, retoma su medida, y nos damos cuenta de todo el Amor que podemos, con su ayuda, poner en nuestras pequeñas obras de cada día.
Porque, es gracioso, pero cuando más hizo el Señor por nosotros fue cuando, clavado en la cruz, no podía hacer nada.
A lo mejor es que pretendemos hacer muchas cosas, y nos olvidamos de la importancia de ir cada día con el amor por delante, forjando una nueva relación entre las personas, una relación basada en el Amor que todos recibimos del crucificado.
Pero, para eso, debemos pasar tiempo mirando al crucificado. Pongamos en nuestro bolsillo, en nuestro ordenador, en nuestro teléfono móvil una foto del Señor, puede ser como pantalla de inicio, pero también puede ser en la "galería" como otra foto más que nunca borremos y de vez en cuando miremos, como se mira la foto de los amigos, de los familiares, de los hijos; como esa foto que cuando tenemos que liberar espacio decimos, ¡No, esta no la puedo borrar!
Miremos al que traspasaron por nuestro amor, renovemos en Él nuestra vocación al amor y seamos consecuentes en nuestra vida diaria. Sin hacer nada especial, sólo poniendo un poquito más de amor en las pequeñas cosas que cada día hacemos.
Así veremos como, imperceptiblemente, nuestra vocación al amor, que recibimos en el bautismo, se va renovando y encuentra fuerzas día a día, para caminar por el camino que lleva a la vida.
La canción que hoy os invito a escuchar es de Ruth Ríos: Tomando de la fuente. Nos recuerda la importancia que tiene beber de nuestras fuentes: la Palabra de Dios y nuestro carisma, las palabras del Padre Tejero y Madre Dolores, para renovar nuestra vida y cambiar la rutina en ese "algo nuevo" que necesita "odres nuevos".
Tomando de la fuente,
estoy tomando de la fuente que no cesará.
Bebiendo agua viva,
provista por el Padre,
estoy tomando de la fuente que no cesará.
Esa fuente de que estoy hablando
vida eterna que ya está brotando
lava todas tus penas y dolor
Estoy parado en la corriente
que atraviesa toda mi alma
y brota para vida eterna en mi ser.
Estoy tomando de la fuente...
Oh! ¡Cómo llena mi ser!
¡Estoy seguro que nunca jamás tendré sed!
¡Oh, Como llena mi vida!
Este gozo que yo sentí cuando lo conocí.
Estoy tomando de la fuente...
Miremos a nuestro alrededor, percibamos las señales que nos invitan a forjar un mundo nuevo; agradezcamos el esfuerzo que muchos hermanos hacen para renovarse y no morir.
Amemos mucho y miremos al crucificado para poder descubrir la llamada a la renovación escondida en lo que pasa a nuestro alrededor y en los que nos rodean.
¡Feliz mes de octubre!
Iglesia del Señor San José, Sevilla. |
Esta vocación de merced y misericordia la llevamos todos los que nos llamamos Filipenses hijos e hijas de María Dolorosa, y todos estamos, como dijo Madre Dolores poco antes de su primera profesión, "llamados a entrar en la renovación de nuestro llamamiento".
Ella se sintió llamada a entrar en la renovación de su llamamiento al ver cómo se comportaban las religiosas y las jóvenes que antes habían sido prostitutas durante unos ejercicios espirituales que todas compartieron.
Fueron las personas de su alrededor las que renovaron en ella su llamada.
Y hoy, son también las personas que están a nuestro alrededor las que nos impulsan a renovar nuestras motivaciones, nuestros esquemas de vida; a dar un giro a nuestros pasos que se han vuelto cómodos y dirigirlos hacia los márgenes de la sociedad.
Dice el Papa Francisco que los cristianos hemos de salir, de ir a las periferias de la sociedad; que los pastores tienen que "oler a oveja".
¿Y yo?, nos podemos preguntar.
¿Estoy cómodamente sentado en mi rutina?
¿Ya me he convencido ya de que las cosas no van a cambiar por mí?
¿Me he dado por vencido en mi lucha contra el mal en mí mismo, en mi comunidad, en mi familia, en la parroquia, en la sociedad, en el mundo?
Pero ya sabéis que sólo hay dos alternativas, ya lo dice el refrán: "Renovarse o morir". Porque el que se estanca, muere.
Renovar significa hacer nuevo otra vez, es decir, volver a estrenar cada día ese llamamiento que un día (o más) recibimos del Señor. Significa recuperar las ganas de luchar a favor del ser humano. Significa recuperar las fuerzas que me ayudan a sonreír en la mañana, a hacer un favor de buena gana, sin esperar recompensa; a hacer mi trabajo con ilusión, con gana nueva.
Pero, ¡claro!, me diréis, M. Dolores vio el ejemplo de quienes la rodeaban, y yo estoy muchas veces obcecado en lo malo que me rodea que no soy capaz de ver lo bueno; no veo más que egoísmo y trampa en el mundo. Cada uno va a lo suyo, los políticos nos engañan, en las tiendas nos engañan, la televisión nos engaña. Y así, una lista interminable que me lleva a acomodarme en mi situación sin romper con esas cadenas que cada día engordan más. ¡Qué lejos quedan aquellos años de mi juventud en que no me importaba si iba a lograr mucho o poco!, aquellos días en que cada mañana era una nueva oportunidad para el compromiso, costara lo que costase.
Es que hoy, decimos, hoy todo es más complicado. Hoy somos más conscientes de que lo que hacemos está envenenando el aire, contaminando el planeta. Y, para más inri, es un problema que escapa de mis manos.
Entonces surge la pregunta: ¿Es posible renovarme? ¿Cómo podré hacerlo? ¿Cómo se renovó Madre Dolores?
Es cierto que lo que podemos hacer por el planeta es realmente limitado, y que casi todos lo intentamos cuidar en nuestra vida diaria. Pero, ¿es limitado lo que podemos hacer para que esta sociedad sea más justa?, ¿no está en mis manos cambiar mi actitud?
Cristo de la Misericordia (Convento Santa Isabel) |
Si miramos al Cristo de la Misericordia nos habla de Sufrimiento, de Agonía. Eso es cierto, pero también nos habla de bondad, de Amor absoluto, de Salvación. A veces nos sentimos como los judíos cuando eran picados por las serpientes en el desierto, con la muerte cerca. Y para ellos Yahvé dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera traspasada en un poste, y así, el que mirara a la serpiente de bronce se curaría.
Lo mismo nos pasa cuando miramos la cara del Cristo de la Misericordia, lo nuestro empequeñece, retoma su medida, y nos damos cuenta de todo el Amor que podemos, con su ayuda, poner en nuestras pequeñas obras de cada día.
Porque, es gracioso, pero cuando más hizo el Señor por nosotros fue cuando, clavado en la cruz, no podía hacer nada.
A lo mejor es que pretendemos hacer muchas cosas, y nos olvidamos de la importancia de ir cada día con el amor por delante, forjando una nueva relación entre las personas, una relación basada en el Amor que todos recibimos del crucificado.
Pero, para eso, debemos pasar tiempo mirando al crucificado. Pongamos en nuestro bolsillo, en nuestro ordenador, en nuestro teléfono móvil una foto del Señor, puede ser como pantalla de inicio, pero también puede ser en la "galería" como otra foto más que nunca borremos y de vez en cuando miremos, como se mira la foto de los amigos, de los familiares, de los hijos; como esa foto que cuando tenemos que liberar espacio decimos, ¡No, esta no la puedo borrar!
Miremos al que traspasaron por nuestro amor, renovemos en Él nuestra vocación al amor y seamos consecuentes en nuestra vida diaria. Sin hacer nada especial, sólo poniendo un poquito más de amor en las pequeñas cosas que cada día hacemos.
Así veremos como, imperceptiblemente, nuestra vocación al amor, que recibimos en el bautismo, se va renovando y encuentra fuerzas día a día, para caminar por el camino que lleva a la vida.
La canción que hoy os invito a escuchar es de Ruth Ríos: Tomando de la fuente. Nos recuerda la importancia que tiene beber de nuestras fuentes: la Palabra de Dios y nuestro carisma, las palabras del Padre Tejero y Madre Dolores, para renovar nuestra vida y cambiar la rutina en ese "algo nuevo" que necesita "odres nuevos".
Tomando de la fuente,
estoy tomando de la fuente que no cesará.
Bebiendo agua viva,
provista por el Padre,
estoy tomando de la fuente que no cesará.
Esa fuente de que estoy hablando
vida eterna que ya está brotando
lava todas tus penas y dolor
Estoy parado en la corriente
que atraviesa toda mi alma
y brota para vida eterna en mi ser.
Estoy tomando de la fuente...
Oh! ¡Cómo llena mi ser!
¡Estoy seguro que nunca jamás tendré sed!
¡Oh, Como llena mi vida!
Este gozo que yo sentí cuando lo conocí.
Estoy tomando de la fuente...
Miremos a nuestro alrededor, percibamos las señales que nos invitan a forjar un mundo nuevo; agradezcamos el esfuerzo que muchos hermanos hacen para renovarse y no morir.
Amemos mucho y miremos al crucificado para poder descubrir la llamada a la renovación escondida en lo que pasa a nuestro alrededor y en los que nos rodean.
¡Feliz mes de octubre!